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Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010.
 

11 de Diciembre de 2010 - CULTURA - LITERATURA

Mario Vargas Llosa, Premio Nobel 2010. Pero hubo peores

Mario Vargas Llosa es un escritor prolífico. Ha escrito una gran cantidad de novelas, artículos, ensayos. Domina con maestría el idioma castellano y se ha caracterizado por dar a sus novelas estructuras y planos narrativos que sorprenden al lector y que entregan complejas dimensiones a la trama del relato. No es un “innovador” del plano narrativo, como han tratado de presentarlo catedráticos y críticos literarios de la prensa de derecha. Pero, sí, ha resultado ser un excelente discípulo de Alejo Carpentier, ese extraordinario novelista cubano, injustamente olvidado por los miembros de la Academia Sueca; y ha continuado una senda ya abierta por Augusto Roa Bastos, Julio Cortázar, Juan Rulfo y también, en alguna medida, la diversidad de dimensiones temporales logradas por Gabriel García Márquez en esa extraordinaria novela “Cien Años de Soledad”. Y por supuesto, también es deudor del primer escritor que rompió las estructuras narrativas tradicionales: ese gran escritor irlandés que tampoco fue jamás mencionado para el Premio Nobel: James Joyce.

Por Enrique Durán

De las novelas más sobresalientes de Mario Vargas se recuerdan “La Ciudad y los Perros”, “Conversaciones en La Catedral”, “La Casa Verde”.

Posteriormente escribe novelas de variada trascendencia y calidad literaria tales como “Pantaleón y las Visitadoras”, “La Tía Julia y el Escribidor”, “Historia de Mayta”, “La guerra del fin del mundo”, donde Vargas plagia o copia, se inspira, no está claro, en el relato “Os Sertaos” del escritor brasileño Euclides De Cunha sobre la rebelión de los trabajadores campesinos en Bahía en el siglo 19 . La novela de Euclides da Cunha se publicó en 1901 y fue, en esos años, completamente ignorada por la crítica literaria brasileña y la prensa de la época.

Da Cunha no tenía una agente literaria tan eficaz y con tanta influencia y poder como doña Carmen Balcells, la agente literaria de Mario Vargas.

En la última década, la madurez de su estilo literario se vuelca a escribir novelas que podría decirse llevan el sello ambiguo de calidad literaria y producto comercial. “La Fiesta del Chivo”, donde lo interesante para el autor parece ser el ambiente de las perversiones sexuales del dictador Trujillo; “El paraíso en la otra esquina”, “Travesuras de la niña mala”, donde el sado-masoquismo aparece como tema dominante y exótico, y la última novela, a punto de publicarse, o ya publicada “El Sueño del Celta”.

A eso se agrega, como ya dije, obras de ensayo, teatro, memorias y una gran cantidad de artículos periodísticos donde Vargas Llosa hace gala de las obsesiones políticas y literarias que le interesan. Escribe regularmente en el diario español “El País”. Allí se dedica de preferencia a atacar a Fidel Castro y al gobierno de Cuba, a acusar a Hugo Chávez de dictador de Venezuela y enemigo de la libertad de prensa y, también, a darle su pasada de cepillo a Evo Morales y a la mayoría aymará que Evo ha propuesto como gobierno indigenista y comunitario para gobernar Bolivia. Vargas se declara gran admirador de Margaret Thatcher y Ronald Reagan y se ha convertido en entusiasta defensor del “neo-liberalismo” o capitalismo salvaje. Ha dado todo su apoyo al nuevo presidente de Chile, el empresario Sebastián Piñera. Y para no quedarse en chicas ha declarado que José María Aznar es el estadista más grande que tenido España. Además, asegura que nuestro idioma, el castellano, debe ser válido para toda España y se llama idioma “español”. Ni Franco lo hubiera dicho mejor.

Sin embargo, Vargas Llosa (el segundo apellido corresponde al de su madre) se declara, curiosamente, apasionado defensor de la “democracia”, de la libertad de expresión y los derechos humanos. Vaya uno a saber que entiende él por eso. La prensa de derecha, en toda Europa y en Latinoamérica, lo exalta y enaltece, precisamente por eso, y vamos entendiendo entonces que se entiende por “libertad de expresión y derechos humanos”. Lo que precisamente entienden los grandes monopolios de la prensa de derecha en todo el mundo. Esa prensa que se autodenomina “liberal” e “independiente”. El Mercurio, en Chile. Dagens Nyheter, en Suecia. El País, en España. Sólo para dar algunos ejemplos.

Pero volvamos al plano objetivo del Premio Nobel y su significación. Su importancia es, sin duda, absoluta, en el mundo literario. Los autores premiados debieran ser trascendentes y significativos para la época histórica que les ha tocado vivir. Pero si revisamos la lista de los Nobel, pocos de los autores premiados tienen hoy, objetivamente, importancia realmente trascendente y significativa para la historia de la Literatura Universal. ¿Quién ha leído a Winston Churchill, por ejemplo, Premio Nobel 1953? Fue premiado por “su maestría en la descripción histórica y biográfica, así como por su brillante oratoria en la defensa y exaltación de los valores humanos”. ¿Valores humanos? Colonialismo británico en África, en India, en Asia. Bombardeo masivo y genocida contra la población civil en ciudades alemanas durante la Segunda Mundial. En esos momentos, Churchill era Primer Ministro de Inglaterra.

No me cabe duda que desde los primeros años, a partir de 1901, el Premio Nobel de Literatura ha sido empleado como un instrumento de pragmatismo literario y político. En 1919 fue premiado Carl Friedrich Georg Spitteler “en especial aprecio por su obra épica, “Carrera Olímpica”. Acababa de terminar la Primera Guerra. Al parecer de la Academia, el mundo literario estaba abandonado y vacío. O no se quería ahondar en las heridas de la guerra.

Vargas Llosa ha sido premiado por “su cartografía de estructuras de poder y por sus imágenes de la resistencia, revuelta y derrota individual”. Y aquí me quedo un poco desconcertado. Porque esa motivación del Premio no dice nada. O quizá expresa lo que la Academia quiere realmente decir. La ambigüedad del todo y de la nada. Y de esta manera, la prensa de los diarios burgueses en toda Europa y en América Latina ha realizado algo así como una “beatificación” de Mario Vargas Llosa, presentándolo como un luchador y defensor de los Derechos Humanos y de la Libertad en todo el mundo, especialmente en América latina. Pero, en mi opinión, el concepto que Vargas Llosa tiene de los Derechos Humanos es extremadamente selectivo. Para no decir, parcial, clasista y discriminatorio.

Vargas ha criticado constantemente, día a día se podría decir, al Gobierno del Presidente Hugo Chávez, presentándolo como un grosero violador de los Derechos Humanos que reprime todo tipo de libertades, incluyendo, por supuesto, la “libertad de prensa”. Ha criticado a Chávez por tolerar o permitir o inducir a la violencia contra sus oponentes políticos. El mismo tipo de crítica, sin variar una coma, ha usado contra Evo Morales y el gobierno boliviano. Sin ir más lejos, Vargas se ha permitido insultar groseramente a esos gobiernos en su discurso del Premio en el salón de la Academia Suecia. Los ha denominado “gobiernos de payasos”. Inconsciente resalta en él la actitud racista y de colonizador blanco que adquiere el mestizaje latinoamericano para trepar en la escala social.

Es curioso que este “gran luchador y defensor de los Derechos Humanos y de la Libertad de Expresión “ que es Mario Vargas haya permanecido notoriamente silencioso ante las gravísimas violaciones de los Derechos Humanos en Colombia durante el gobierno de Álvaro Uribe. El Ejército de Uribe ha asesinado a miles de de campesinos, dirigentes sindicales y políticos, acusándolos de “terroristas”. “Subversivo” es ya un término fuera de uso. Hay que adaptarse al lenguaje del Imperio. La persona o personas acusadas de “terroristas” están fuera de toda protección legal o jurisprudencia. Pertenecen a otra categoría: los “subhumanos” como los llamó el Almirante Merino, en Chile. O sea, los Derechos Humanos no rigen para ellos. Y Mario Vargas, aunque no lo expresa, piensa, al parecer, que el Almirante entregó una definición altamente constructiva para los intereses del Imperio y de la clase dominante. No ha dicho nada, no ha expresado ni la más leve crítica u opinión sobre los crímenes cometidos en Colombia.

Ninguna opinión sobre Honduras, tampoco, donde se ha depuesto un gobierno con un Golpe Militar y se ha asesinado a opositores, periodistas y dirigentes sindicales. Al contrario, justificó el golpe militar, dado que el presidente electo era acusado de “marxista” y de tener buenas relaciones con el gobierno venezolano de Hugo Chávez y, ¡horror! con el gobierno cubano. Aún más, Vargas ha presentado, en varias ocasiones, a los gobiernos de Colombia y de Honduras como grandes “defensores de la libertad de prensa”. Queda claro que él usa el concepto de Derechos Humanos como instrumento de su Cruzada de Derecha contra los gobiernos de Izquierda en Latinoamérica.

En España, donde tiene residencia y ciudadanía, ha sido miembro del Partido Popular, partido fundado, como todos saben, por miembros del estado fascista dirigido por el General Franco. Ha escrito artículos publicados en “El País” y otros diarios españoles, donde se oponía a que el Juez Garzón exigiera la investigación de los crímenes cometidos por la dictadura del General Franco. Actualmente es miembro de un pequeño partido de extrema Derecha que pretende se imponga en toda España la obligatoriedad del idioma castellano, negando la pluralidad cultural e idiomática de todo el país. El idioma castellano debe llamarse idioma Español, válido y obligatorio para todas las regiones de España. Los vascos, los catalanes, los valencianos, los gallegos pertenecen a subculturas que no vale la pena mencionar.

Jamás ha dicho una palabra para criticar los crímenes de guerra cometidos por George Bush y su gobierno. Las violaciones a los Derechos Humanos con la instalación de cárceles especiales en la base de Guantánamo, Egipto, Irak y otros países.

Escribo esto, porque Mario Vargas ha dicho insistentemente que él no separa su vida de su obra. Y en ese sentido, pienso y creo firmemente que él se equivoca voluntariamente o trata de engañarnos. No sólo a nosotros, sino a sí mismo. En toda su obra, el conflicto constante es la lucha contra el poder, contra el autoritarismo. Eso se expresa en diferentes formas en cada novela. Y proviene de un trauma de infancia, terrible y decisivo para su vida. El despotismo de su padre, Ernesto Vargas. Los abusos que ese padre cometió contra toda la familia, sobre todo contra la madre de Mario, Dorita Llosa. La lucha contra el autoritarismo y la violencia de la coerción se expresa fundamentalmente en sus primeras obras. Pero, con el correr de los años, Mario Vargas separa, divide en forma casi esquizofrénica la realidad de su quehacer literario con la percepción parcial o fragmentada que él tiene de la realidad en que vive. Mejor dicho, la seudo-realidad donde el flamante Premio Nobel acuna su conciencia de individualista ajeno a la compleja realidad social.

No atina o no quiere comprender que la lucha de clases sigue siendo válida en todos los terrenos. Y que él se ha colocado, consciente o inconsciente, al servicio de la clase dominante, del Imperio. Ataca a una pequeña isla agredida ferozmente por el mayor imperio de la historia de la humanidad. Ayudado y protegido por su Agente Literaria, doña Carmen Balcells, se ha puesto al servicio del mercado y de las transnacionales de la informática. Sin embargo, pretende seguir siendo un escritor independiente que dedica su vida a defender los Derechos Humanos. ¿Visión parcial de la realidad? ¿Deformación consciente? ¿O es simplemente el Ego, ese terrible Ego que da sentido a su vida, y que ha provocado e impulsado esa agresiva rivalidad con escritores cubanos y latinoamericanos, ese intento obsesivo de ser figura protagónica en todo lo que ocurre? Recordemos sus polémicas con Mario Benedetti y sus agresiones a Gabriel García Márquez.

Que el Nobel 2010 merecía otro escritor. Quizás. ¿Pero qué importa? Sabemos que el Premio Nobel de Literatura y el Premio Nobel de la Paz es oportunista, pragmático y altamente conveniente para este “planeta” llamado Escandinavia. Somos humanos y siempre, o casi siempre, estamos con la vista puesta en nuestros intereses. Otra cosa es si nuestros intereses son los “intereses de clase” o son los intereses personales. La pequeña burguesía confunde muy a menudo ambas cosas.

Y por último, ¿por qué no se tomó en cuenta a Juan Rulfo, años atrás, para el Premio Nobel? “El Llano en Llamas” y “Pedro Páramo” son dos de los relatos más hermosos y trágicos de la literatura latinoamericana. ¿O a Alejo Carpentier? ¿O Augusto Roa Bastos? “Yo, el Supremo” bastaría para ingresarlo en ese bastión de inmortales que ya pocos recuerdan. Quizás no tenían un “pool” ni una Agente Literaria que activara la importancia de sus productos a la venta. Quizás la coyuntura política y económica no estaba a favor de ellos, dado que no se “vendían” en sus convicciones ni en sus ideales.

Los designios de la Academia Sueca son impenetrables. Es un juego y un ensamble de estructuras de poder. La superestructura es sólo el reflejo de la clase dominante .Y venga usted, después, a hablarme de estalinismo. O de “democracia”. O de participación popular.

Porque la “cultura”, se dice, es para “el pueblo”. ¿O no? Es, precisamente, de lo que Mario Vargas Llosa, quizás, digo quizás, no está seguro. O “quizás”, digo “quizás”, no le interesa. Dado que su interés de clase está colocado más arriba hace ya muchos años.

 

 
 
 
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