Oración de un niño refugiado
Señor:
Yo soy un niño cansado de caminar
tengo miedo de los caminos
y de las sombras de la noche.
He dormido sobre almohadas de piedra
puestos los ojos en las estrellas.
Acaso, Señor, tú rondas
de estrella en estrella
como un niño refugiado
y todos te miran de reojo
y te dan puntapiés
y te piden papeles de
identificación
y te alejan de tu osito de felpa
y tu tractorcito de madera.
Ojalá que no…
Las estrellas tiritan, Señor
y yo quiero creer que son tus ojos
que tienen ganas de
despertar.
El cuerpo de mi padre
quedó en el jardín
junto al árbol de cerezas.
Mi madre llora y acaricia mis
cabellos ondulados
y aprieta mis manos y me cubre
con su cuerpo.
Ya nada saben mis ojos
sólo de la llama que todo lo
abraza.
Caminamos, caminamos
caminamos
y el fuego nos persigue.
Ya no hay lugar en tu tierra,
Señor.
Los caminos están sembrados
de lágrimas y minas
y allá donde los caminos terminan
dicen que no hay lugar
para niños con cara de
espantapájaros.
Estoy cansado, Señor
he olvidado los cuentos
de piratas y ballenas azules
que mi abuelo nos contó
en tiempos de antes de la guerra.
Señor, cuando mi madre y yo
lleguemos al final del camino
dile a la gente que mis pies son
ampollas a punto de reventar.
Diles
que soy pequeño
y la Tierra es grande.
Diles
que yo quiero volver a jugar
a la gallina ciega
y al puente está quebrado
con qué lo curaremos
con cáscaras de huevo, con
cáscaras de huevo.
Diles que es mentira que Tú has
dibujado sobre la Tierra
líneas que separan a la gente.
Por Víctor Rojas
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