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Palmefilmen
Thomas Quick, segundo por la derecha, llevado por policías y sanitarios en la región noruega de Drammen en 1996 durante el proceso por el asesinato de una niña de nueve años.
1996. A su izquierda, su abogado defensor, Claes Borgström y más atrás su terapeuta, Birgitta Ståhle. Foto: DN.
 

24 de septiembre de 2012 | CULTURA |

Sumergiéndose en un escándalo jurídico

El caso de Thomas Quick/Sture Bergwall parece ser buscado de una película de terror. Sin embargo, el más grande asesino en serie que ha tenido Suecia resultó ser un impostor. Un hombre que, para conseguir más drogas de su terapeuta, reconocía haber cometido crimen tras crimen, el uno más escabroso que el otro. Este articulo de Johan Croneman condensa una buena parte de la increíble historia de Sture Bergwall, el asesino que nunca lo fue. Y la discusión acerca de su culpabilidad o su inocencia sigue y suma, en el país, tornándose a ratos muy candente. Esta es una introducción al escándalo jurídico más grande de la historia sueca.

Libro-reportaje. Hannes Råstam examina el caso de Thomas Quick "Caso Thomas Quick. Creando un asesino en serie"

La imagen de un fracaso judicial aparece en el nuevo reportaje de Hannes Råstam, que con una profunda indagación pulveriza los cargos y pruebas contra el procesado por varios asesinatos, Thomas Quick.

Fuente: Dagens Nyheter/Johan Croneman.14-08-2012. Traducción: Julián Díez Fernández

Un cálido día en la playa en junio del 1992 lo cambia todo. El paciente de la clínica mental de Säter, Sture Bergwall, y uno de sus cuidadores hacen una pequeña excursión para bañarse en el lago Ljustem. Están tomando el sol y charlando, cuando de pronto dice Sture Bergwall:

"Me pregunto que opinaríais de mí si supierais que he hecho algo realmente grave".

Es un prudente acercamiento que conduce a la mayor investigación por asesinatos en la historia judicial sueca.

Sture Bergwall pasa a ser Thomas Quick y reconoce durante una sesión de terapia que asesinó al niño de Sundsvall, Johan Apslund, desaparecido desde hacía doce años, así como otro asesinato en Växjö, que cometió Bergwall en 1964 con tan solo 14 años de edad.

Entre 1992 y 2001, Thomas Quick reconoce más de treinta asesinatos, en ocho de los cuales fue considerado culpable por seis tribunales.

Hay quienes dudan. Y mucho. Se le juzga sin pruebas técnicas, estando fundados los juicios de los tribunales exclusivamente en el reconocimiento de Quick. Acusación, policía, abogados y medios están de acuerdo: es un asesino en serie. Los escépticos sostienen durante años que Thomas Quick no había contado a la policía ni una sola vez algo que todavía no se supiese y que había importantes lagunas en casi todas las declaraciones.

En 2001 Thomas Quick guarda silencio. Encuentra humillante que duden de él y cierra la puerta durante siete años hasta que vuelve a dejarla entreabierta. Es Hannes Råstam, uno de los periodistas de investigación más respetados de toda Suecia, quien ha llamado a la puerta.

Sture Bergwall (volvió a adoptar su nombre en el 2002) confiesa a Hannes Råstam que todo ha sido invención suya, que no ha matado a nadie, que nunca se ha encontrado con las víctimas y que todo empezó en un intento por ser más interesante para sus terapeutas en la clínica de Säter. La reacción fue enorme. De pronto estaba el propio Bergwall en el centro de todas las miradas. Aquello no tenía final.

Hannes Råstam pulverizaría prácticamente cada confesión, cada sentencia, cada investigación. Primero con dos documentales televisados la navidad del 2008 y ahora con un libro. Råstam falleció en enero de 2012 tras una enfermedad de larga duración.

Su lectura es impactante desde la primera página. Thomas Quick está sin duda bajo un fuerte tratamiento médico; cambia de parecer continuamente, señala los lugares donde ha asesinado y descuartizado sin que se encuentre ni lo más mínimo. Pero fiscales, policías, terapeutas e incluso el abogado de Quick están convencidos de su culpabilidad. No es difícil dejarse llevar.

También tiene una lectura confusa. Uno va adelante y atrás en el tiempo. Son investigaciones, conversaciones e interrogatorios kilométricos. Las dudas son muchas.

Thomas Quick ha sido condenado por crímenes con violencia. Ha sido examinado y diagnosticado por los principales expertos del país. Investigadores y fiscales aparentemente experimentados han cuestionado también muchas de sus confesiones. ¿Es realmente posible que Quick haya conseguido mantener durante nueve años todas las mentiras de manera que seis tribunales afirmasen sin ningún tipo de dudas que era Thomas Quick quien asesinó, profanó y descuartizó?

La argumentación de Råstam no se basa en rumores. No ha dejado piedra sin mover. Con una energía casi maníaca, repasa interrogatorio tras interrogatorio, testigos, reconstrucciones y actas de autopsia.

Hannes Råstam se ha sumergido en la mayor corrupción judicial jamás habida y ha llegado a tal profundidad que nosotros, como espectadores o ciudadanos, no podemos aceptar sin más esa verdad. ¿Es esto realmente posible?

Råstam se enfrenta a todos los personajes principales del drama y no solo al propio protagonista. El fiscal Christer van der Kwast, el investigador policial Seppo Penttinen, la terapeuta Birgitta Ståhle, el abogado Claes Borgström, todos pueden contar, explicar y defender. Ninguno de ellos quiere ahora admitir que se cometiese error grave alguno. Ni después de que Sture Bergwal fuese absuelto, ni siquiera cuando los jueces fueron invalidados y Bergwall fue considerado inocente.

Trabajaron sobre buenas bases, todavía le consideran culpable. Todo un atrevimiento tras el minucioso despiece de su actuación llevado a cabo por Råstam. Tal vez el papel de Bergwal sea, a pesar de todo, el más duro de dilucidar en el libro de Råstam. En el estudio de los datos en lo concerniente al personaje principal es en donde al parecer se ha invertido más energía. Pero el enigma Quick-Bergwall está aún por resolver.

Sture Bergwall recibe una apariencia casi benévola en el libro, como renunciando hoy en día a Thomas Quick. ¿Cómo puede ocurrir algo así?

Su propia explicación, que quería proporcionar buen material a sus terapeutas, más que nada para continuar el tratamiento terapéutico, que durante un tiempo fue cuestionado por varios de sus médicos, puede parecernos suficiente durante la lectura.

De todos modos no es suficiente; uno no se queda tranquilo con esa explicación. Tiene fricciones por todos lados. Y algo me dice que eso no es todo. Con las confesiones en cadena de Quick, Suecia obtuvo un asesino en serie, algo que produjo una convulsión mediática de lo peor. En una misma dirección. Ahora, cuando todo apunta a que Råstam ha hecho trizas esa imagen, hemos visto una convulsión similar. En sentido contrario.

Es por eso por lo que necesitamos desesperadamente más Hannes Råstams, que marchan en sentido contrario, que hacen oposición, que buscan donde nadie más lo hace.

Desgraciadamente, es precisamente su voz la que se ha acallado. Pero su reportaje vive, su libro será leído por muchos. Esperemos que inspire a otros a seguir sus pasos. Lo difícil. Lo arduo. En busca de la verdad.


Johan Croneman
kultur@dn.se


 

 

 
 
 
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