Diciembre 2010 - CULTURA
El viejo barco
Por Diego Casimiro
¿Qué triste debe sentirse el viejo barco cuando después de cruzar tantos mares y océanos, unas veces en aguas en calma y otras tantas, las más, en embravecidas mareas? Cómo, después de recalar en tantos puertos, después de transportar tantas pesadas cargas y pasado el tiempo, verse ahora despreciado, relegado al olvido y destinado para un próximo y cercano desguace, qué triste debe sentirse cuando el se ve todavía capaz y con fuerzas de seguir surcando esas aguas salobres. ¿Cuánto añorará las suaves caricias sobre su casco, la palpitante frescura en su bajo vientre, la jadeante humedad abriéndose en dos al leve toque de su quilla y recibiéndolo en esos dos inmensos brazos que se forman a su paso en una caricia fraternal alrededor de su cuerpo dejando atrás una estela de sueños de espuma y vuelo de gaviotas? Qué solo y triste debe sentirse y con qué nostalgia recordará la alegría, el júbilo y las sonrisas con que era recibido cuando llegaba a buen puerto llevando dentro de sí el porvenir para algunos, la esperanza para otros, posiblemente el bienestar para tantos...con el optimismo y entusiasmo que le daba sus pocos años de botadura.