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Nicanor Parra
El poeta chileno Nicanor Parra. Foto: Gabriel Perez Mardones.
 

05 de diciembre de 2011 | ENTREVISTAS |

¿Qué vamos a haceeeeer?

La semana pasada se supo que el poeta chileno Nicanor Parra fue condecorado con el Premio Cervantes 2011. Y los chilenos nos sentimos orgullosos como pavos reales. En febrero de 2004 le hice una larga entrevista al "antipoeta". Entrevista que, lamentablemente, nunca llevé al papel, pero que muchas veces, durante todos estos años, he tenido la intención de hacerlo. Hasta que hoy me decidí: "¡ahora o nunca!", pensé. Las razones que he tenido por no escribir por lo menos parte de los numerosos temas que conversamos con Don Nicanor es que no dejó que le tomara fotos, tampoco que grabara y menos – ¡Dios me libre! – que lo filmara. "A los viejo no se los filma", me dijo con una sonrisa sarcástica. Por otra parte, no he querido correr el riesgo de cometer alguna equivocación, por pequeña que sea, ya que quedaría en vergüenza con el antipoeta. Resulta que Don Nicanor, tiene una memoria mucho mejor que la mía.

Por: Marisol Aliaga

Por penosas razones de salud, habíamos viajado a Chile, ese verano, del 2004 mi hija y yo, y decidimos hacer un viaje a la playa, eligiendo uno de los balnearios más bonitos de la costa central: Las Cruces. Arrendamos una cabaña frente al mar, en un lugar que ya conocíamos de antes. Una tarde, el amable caballero que nos atendía nos preguntó si ya habíamos visto la casa del poeta. "¿Cual poeta?", le pregunté, y me contestó: "El antipoeta, Don Nicanor Parra".

La casa de Don Nicanor quedaba a solo un par de cuadras del hotel, y desde ese momento, pasábamos todos los días por allí, con la esperanza de verlo algún día en el jardín. Pero nada, la pesada puerta de metal estaba siempre cerrada, y no nos atrevíamos a tocar el timbre. Ya nos habían dicho que a Don Nicanor no le gustaban las entrevistas, que le gustaba vivir en Las Cruces, porque allí nadie lo molestaba.

Hasta que la tarde antes de volvernos a la ciudad nos armamos de coraje, mi hija y yo, y partimos a su casa. Al tocar el timbre, salió a abrir la empleada, quien, muy parca, nos dijo que el señor no esperaba visitas. Rápidamente se nos ocurrió contestarle que no habíamos concertado nada, pero que veníamos de muy lejos, y no queríamos perder el viaje. Dio resultado, a través de la puerta de madera (ya habíamos entrado al antejardín) le escuchamos preguntar: "¿De Suecia? Mmmh…Bueno, dígales que pasen".

El hogar del escritor demostró ser una amplia casa, con espectacular vista a la playa, un jardín y un antejardín, con bellas flores típicas de los balnearios chilenos. Dentro, reinaba una semipenumbra, y había pequeñas notas de papel – creo que amarillas - por todas partes. "Cuando se me ocurre una idea nueva, la anoto", nos explicó. Me parece recordar que entre los numerosos libros que había por todos lados, el primero que vi fue la Biblia. También tenía unas bandejitas de papel, en las cuales, con un plumón, escribía lo que se le venía a la cabeza por el momento. Más tarde le regaló una a mi hija, con el texto: "¿Qué vamos a haceeeer? Los buenos resultaron peores que los maaaaloooos.". El análisis político que hacía de la situación de Chile en esos momentos.

A pesar de los años que han pasado desde que hice esta peculiar entrevista, recuerdo muy claramente la forma de hablar de Don Nicanor. Alargando las últimas vocales de casi todas las frases que decía y entonándolas tanto, que lo escuchábamos con mucha atención y nos sonreíamos entre nosotras, cuando decía: "¿Qué vamos a haceeeeeer? ¡Los buenos resultaron peores que los malooooooooos!".

De que no le gustaban las entrevistas, nos dimos cuenta de inmediato. Nos dijo: "Si Uds. me van a preguntar algo, yo tengo que preguntar primero", queriendo saber muchas cosas y escuchando con gran atención. Luego nos habló acerca de sus amigos en Suecia, sobre todo de su querido Lasse, y nos encargó que le entregáramos un folleto, a nuestra vuelta a Escandinavia. Ya roto el hielo – cosa que ocurrió bastante rápido – nos ofreció un té. Él mismo nos sirvió, al llegar su empleada con la bandeja y las tazas, y recuerdo que entonces pensé: se ve muy vital este poeta. Tenía alrededor de 90 años.

Seguidamente, nos instó a leer unos poemas, explicando la manera correcta de declamar, cosa que yo en mi vida había hecho y que, sin duda, mi hija lo hizo mejor que yo. Ya que ella habla el sueco sin acento, le gustó mucho que le leyera del libro: "Manchas en la pared", libro de poemas en sueco y en español que próximamente seria publicado en Suecia. Estaba muy interesado en saber nuestra opinión, como bilingües, acerca de la correcta traducción al sueco de sus poemas.

Luego nos deleitó recitando – en inglés y completamente de memoria – trozos de Hamlet, ya que me parece que estaba traduciendo, en esa fecha, la inmortal obra de Shakespeare, o bien escribiendo un manuscrito para una obra de teatro.

Nunca antes había yo escuchado a nadie declamar a Shakespeare de esa forma ni menos trozos tan extensos, por lo cual quedé maravillada, y le dije, al concluir, que poseía una inteligencia extraordinaria, a lo cual Don Nicanor me contestó que él no era inteligente, su hermano, Eduardo, en cambio sí lo era, y mucho más que él.

Entonces nos contó de una vez que escuchó a dos compañeros de curso (sería la escuela básica) que hablaban de él. "Oye, que inteligente es el Parra…", dijo uno, y el otro le contestó: "¡No huevón, es memorión!".

- Para que Uds. vean que no es lo mismo ser inteligente, que ser memorión, dijo Don Nicanor, con una risa pícara, en la mirada.

Como no le gusta que le hagan preguntas, nosotras nos adaptamos a la conversación, tocando temas tan variados como el estado actual del país, su infancia junto a sus numerosos hermanos, e incluso, sus relaciones con el sexo opuesto, contándonos que tenía una amiga que lo visitaba, de vez en cuando. "Pero es solamente sexo, nada más", nos decía, muy serio. Algunas cosas de las que nos contó no se pueden retransmitir, supongo, como por ejemplo de la novia que lo dejó por otro poeta (muy conocido, por lo demás). Esto nos lo contó con un dramatismo digno de un Otelo, al parecer el paso del tiempo no había apaciguado sus intensos sentimientos.

También nos contó que le gustaban "esos jóvenes con los cuales estoy trabajando un poco", de la revista "The Clinic", le gustaba la desfachatez de esos chiquillos. Dirigió ácidas críticas a los políticos y se le ocurrió la frase que más tarde escribiría en una de las bandejas, acerca de que los buenos habían resultado ser peores que los malos.

Cuando ya habían pasado una hora – o dos – el tiempo vuela en algunas ocasiones, se llegó la hora de comer, y, aunque nos percatamos de que a su empleada (me parece que la llamaba Rosita) no le gustó nada la idea, nos invitó a cenar, de modo que nos sentamos a la mesa a disfrutar de unos deliciosos tallarines con salsa de carne. Mientras seguía la conversación. En esos momentos me dio algo de frio, y, como solo llevaba una polera de mangas cortas, Don Nicanor me pasó uno de sus propios pulóveres de lana, de color beige, para que me abrigara.

Algo que me causó mucha hilaridad – pero, por supuesto, no se lo demostré – fue su preocupación por mi hija. En una oportunidad, cuando ella se ausentó un momento, para ir al baño, me mira seriamente y me dice: "¿Qué vamos a haceeeeeeer? ¡Se la van a robaaaaaaaar!". Según él, la niña era tan bonita, que había que tener mucho cuidado, porque más de alguien la podía secuestrar.

Y, a propósito de bellezas, hablamos también, por supuesto, de una de sus novias, la escritora sueca Sun Axelsson. Como Sun, no sonaba muy bien en español, Don Nicanor le había puesto el nombre de Marisol, de modo que éramos tocayas, pensé.

Sospechaba que la relación con Sun Axelsson no había sido sin falta de fricciones (recordé los pasajes de un libro de la escritora, donde se refiere a él) y él me lo verificó, aunque sostuvo que ahora tenían una buena relación. También nos contó anécdotas acerca de Axelsson, Neruda y él mismo, pero lamentablemente, no me atrevo a referirme a ellas, ya que, como lo expliqué anteriormente, mi memoria puede jugarme una mala pasada.

Él mismo se reía un poco de la palabra que usaba a menudo: prendimiento (enamoramiento), reconociendo que ya nadie usaba ese vocablo para referirse al estar enamorado/a.

Cuando le pregunté si no le gustaría viajar a Suecia, a visitar a sus amigos por estos lados, solo señaló el cielo con el dedo índice, agregando que no le gustaba volar, que le daban miedo los aviones. Me pregunto si lo habrá dicho en serio o en broma, con Don Nicanor nunca se sabe.

Ya al finalizar aquella increíble tarde de una "entrevista" - más bien una "antientrevista" - en la cual pude hacer muy pocas preguntas, me atreví a preguntarle por la inmortal Violeta, su hermana, autora de la emblemática canción conocida en el mundo entero: "Gracias a la vida". Nunca he podido entender que alguien que haya escrito un tema tan maravilloso, un homenaje a la vida, haya apagado la suya propia.

- La Violeta era una persona muy sensible, dijo. El problema que ella tuvo fue, en realidad, que se enamoró de dos personas, y nunca pudo solucionar eso. Esa fue la razón que la llevó a tomar su decisión, dijo Don Nicanor, y, por primera vez durante la tarde, el cansancio y la tristeza se apoderaron de él.

Y nos explicó que pensaba tomar una siesta.

En la puerta y al despedirnos, quise devolverle su pulóver, pero me dijo que no era necesario, que me lo llevara. Me dio mala conciencia, pero más tarde me he tranquilizado, al ver a menudo a Don Nicanor en fotos con pulóveres iguales a este. También me dio otro regalo: una ampolleta acompañada de un papel doblado, con el texto: "El insecto de Edisson".

Como todos los poetas, este "antipoeta" ve poesía donde quiera que dirija su mirada.

 

 

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