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. Maria Esther Fiffe
La Embajadora de Cuba ante el reino de Noruega, Sra. Maria Esther Fiffe.
 

21 de octubre de 2014 | COLUMNA |

Embajada de Cuba en Noruega - Homenaje al Che Guevara

A los 47 años de su asesinato en Bolivia

 

Por: Jorge Romero (*)

 

Mientras releía las "Obras Escogidas del "Che" y una de las tantas biografías acerca de su vida, especialmente una de ellas, escrita en forma de conversación por el historiador ruso Igor Lavretski, el Che fué haciéndose patente, fué adquiriendo forma cada vez más nítida, hasta llegar a sentirlo redivivo entre nosotros. Y digo nosotros porque a la mesa en la que conversaba el escritor Lavretski con dos testigos de excepción; con quien fué amigo íntimo del Che, Alberto Granados y con don Ernesto Guevara Lynch, su padre, me allegué también a participar pasivamente, sin intervenir, sino a escuchar atentamente lo que decían.

Don Ernesto estaba diciendo: "Desde ese desdichado 2 de mayo de 1930, los ataques de asma en Teté se repetían casi a diario, mejor dicho casi todas las noches. Al principio ni siquiera pudo ir a la escuela. La madre le dió clases en casa y por cierto, comenzó a leer a los cuatro años, y desde entonces, toda su vida leyó tragándose los libros".

"Impetuoso e impulsivo como fué desde pequeño, nunca se dejó vencer por la terrible enfermedad -continuó don Ernesto-. Se entregaba a los deportes con toda abnegación, como a todo lo que se entregaba, sin poner reparos en ella. Se inscribió en el Club Atlético Atalaya para jugar futbol y alguien debía correr por el borde de la cancha con un vaporizador para cuando le viniera el ataque. Practicaba el rugby, hacía equitación, jugaba al golf y hasta se dedicó al planerismo, aunque su pasión fué siempre la bicicleta...".

Después de un rato, Alberto, que era el encargado de cebar el mate, estaba diciendo: "Conocí al Che en 1941, cuando él tenía trece años. Y aunque yo era seis años mayor, nos unió la pasión por la lectura, el amor a la naturaleza y los deseos de viajar. Le apasionaba conocer la realidad no tanto por los trabajos escritos como entrando en contacto personal con ella. Le interesaba no sólo cómo vivían sus compatriotas en la capital, sino también en las lejanas provincias. Cómo vivían los campesinos, los peones y los indios".

"Cuando en 1952 viajamos en motocicleta por Latinoamérica trabajando en leprosorios y vió la realidad miserable, el hambre y la explotación de los desposeídos,   se reafirmó en él la resolución de luchar por ellos el resto de su vida en donde fuera necesario. Le dolía íntimamente el sufrimiento ajeno y estaba dispueso a dar su vida por cambiar esa situación".

(El mate pasa de mano en mano y a mí, como no me ven, no me ofrecen).

Ya bien entrada la noche don Ernesto recuerda que después de un largo período de muchas preocupaciones por no saber nada del Che, les llega una sorpresa: "El 31 de diciembre de 1958, en vísperas de la caída de Batista -dice pausadamente- se reunió toda la familia para festejar el Año Nuevo. No estábamos de muy buen humor, porque la radio daba noticias contradictorias sobre los acontecimientos cubanos, y del Che sólo sabíamos que lo habían herido en los combates de Santa Clara".

"Cuando ya estábamos todos y no esperabamos a nadie más, llamaron a la puerta. Abrimos y en el umbral encontramos un sobre. Hasta la fecha no sé quién lo dejó. En el sobre había esta notita: "Queridos viejos. Me siento perfectamente. He gastado dos, me quedan cinco. Continúo trabajando. Les escribo poco y así será en lo sucesivo. Sin embargo confíen en que Dios es argentino. Les abraza fuertemente a todos, Teté".

"Las palabras -he gastado dos, me quedan cinco - explica don Ernesto, significaban que había sido herido dos veces y le quedaban todavía cinco vidas de reserva".

Me quedo ensimismado pensando en ello y me pierdo un buen rato de conversación. Cuando recupero el sentido, estoy leyendo sus Obras Escogidas y es el propio Che, convertido ya en Ministro de Industrias de Cuba, quien está dando una charla como médico a los estudiantes de medicina recién egresados: "Esos son los nuevos tipos humanos que están naciendo en Cuba -les dice-. En puntos distantes de la Sierra Maestra, en las cooperativas y en los centros de trabajo. Y todo eso tiene mucho que ver con la integración del médico dentro del movimiento revolucionario, porque esa tarea, la tarea de educar y alimentar a los niños, la tarea de educar al Ejército, la tarea de repartir las tierras entre quienes sudaban todos los días, sobre esa misma tierra sin recoger sus frutos, es la más grande obra de medicina social que se ha hecho en Cuba".

"El principio en que debe basarse el ataque a las enfermedades -recalca el Che- es crear un cuerpo robusto, pero no con el trabajo artístico de un médico sobre un organismo débil, sino crear un cuerpo robusto con el trabajo de toda la colectividad, sobre toda esa colectividad social".

El Che habla de muchas cosas. Educa, advierte, aconseja, planifica, convence. Finalmente, contengo la respiración y lo escucho decir, desde el vértice mismo de la pirámide que fué su vida, con voz firme y serena, como representante de Cuba ante la Asamblea General de Naciones Unidas, el 11 de diciembre de 1964 en Nueva York:

"Porque esa gran humanidad ha dicho BASTA y ha echado a andar. Y su marcha de gigante, ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia, por la que ya han muerto más de una vez, inútilmente. Ahora, en todo caso, los que mueran, morirán como los de Cuba, los de Playa Girón, morirán por su única, verdadera e irrenunciable independencia".

Y entonces, rueda una lágrima felíz por mi rostro, por su imortalidad y me digo:

- Si, aquí se queda la clara, la entrañable transparencia, de tu querida presencia, Comandante Che Guevara.


Jorge Romero
Desde Nesodden, en Noruega.
Octubre 2014

 

(*) Jorge Romero es periodista de Radio Latin-Amerika, de Oslo, de origen chileno, y reside en la actualidad en la isla de Nesodden, en Noruega.

 

 

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