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Lirio

Un lirio cordillerano. Foto: Lilian Aliaga.

 

07 de noviembre de 2011 | COLUMNA

Lirios para Marta

Por:  Lilian Aliaga

Con el rostro algo más demacrado, pero con la vitalidad de siempre, me saluda sonriente desde su cama de hospital la señora Marta.

Una mujer de una época pretérita, de esas que parían en su propia cama y muchas veces sin ayuda, a la buena de Dios...y sin aspavientos, uno tras otro a sus chiquillos, tantos que cuando se le pregunta se ayuda contando con los dedos para recordar todos los nombres.
Nacida y criada, como orgullosamente lo cuenta, en estas cordilleras... en otros tiempos... Cuando prácticamente no había caminos, y para salir al pueblo había que montar a lomo de caballo durante horas y horas, o aventurarse caminando por difíciles senderos el tiempo que fuese necesario.

El cuerpo esmirriado, la piel curtida y el rostro dibujado por profundos surcos  dan cuenta de una vida dura, en una tierra que aunque amada no muestra compasión.  Gélidos inviernos y abrasador sol en verano, a lo largo de tanta vida, han hecho lo suyo, al igual que el trabajo sin descanso.... de sol a sol.

Los huesos ya están frágiles, el corazón cansado, pero ella nunca siquiera se detuvo a pensarlo. A punta de agüitas de yerbas ha combatido toda su vida cualquier dolencia.

Siempre apurada, alimentando numerosas aves, las más "ponedoras" del lugar; preparando la tierra para sembrar "unas cuatro papas" y unas pocas cebollas, que no pueden faltar, cosechando la miel, literalmente cubierta de abejas y también ordeñando vacas al amanecer.

Casi no queda tiempo, pero igual hay que amasar el pan para tanta familia, no queda otra. El marido poco puede ayudar, forestar y regar extensos campos demanda más horas de las que tiene el día, y el patrón pide cuentas. 

Siempre corriendo de un quehacer a otro.  Así la conocí hace casi  40 años, su vida no ha cambiado mucho en lo que a trabajo se refiere pero sí lo ha hecho su entorno familiar. Uno a uno los hijos se alejaron en busca de mejores horizontes, ahora la acompañan solo en escasos días de descanso y vacaciones, lo mismo que los nietos que - gracias a Dios, han salido buenos pa' estudiar -.

En medio de tanto afán, el escalón a la salida de la cocina de la vieja casa patronal,  le jugó una mala pasada y fue a dar al suelo. Sus huesos que estaban más frágiles de lo que ella creía no resistieron y el fémur, la pesadilla de tantos ancianos, se quebró. 

- Pero, hay que pelearle al cuerpo, señora Lili, me dice sin perder la sonrisa, aún en medio de su terrible dolor y agarrándose a dos manos su pierna maltratada se voltea en la cama para mostrarme su nueva y honrosa huella de vida. A la espera que los doctores la operen, para regresar pronto a casa.

- Hay tanto quehacer...y el viejo está solo, dice.

Aunque su marido ha jubilado, el patrón dadivosamente les ha permitido continuar viviendo en la antigua casona sin importar que ya no puedan atender las necesidades de su campo.

Siento vergüenza de haberme quejado alguna vez de ese "maldito dolor de cabeza".

- Su cuerpo tal vez necesitaba este descanso, le digo sin convicción.

¿Cuándo en su vida, la habían atendido como ahora?  Ríe, diciendo que desde que tuvo a su décimo hijo, el único que nació en un hospital.

- Pero ahora es mejor, hay más adelantos, me cuenta, agradecida de las atenciones que le brindan "las niñas".

No puedo dejar de pensar en el sentido de la vida, en tantas Martas de todo el mundo, que arrastran una vida de penurias, trabajo y privaciones y aun así sonríen y agradecen lo que les tocó en suerte. 

Tal vez por eso doña Marta cultiva los más bellos lirios de este lugar, y de muchos lugares, estoy segura.  Son una de las flores más agradecidas y nobles, como ella. Tienen escasos requerimientos y entregan generosamente perfume y belleza, a cambio de muy poco cuidado.  Ellos  son su pasión y su  mayor fuente de alegría. Sus ojos se iluminan cuando los enseña orgullosa, y generosa como es, corta unos cuantos para regalar a mí, o a quien se los pida.  Por eso es que lo único que quise llevarle cuando la visité en el hospital fue un par de botones de esta maravillosa flor que también es mi preferida, para que desde su obligada inmovilidad los vea abrir y pueda disfrutar como lo ha hecho siempre, con tan poco...  

 


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