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Una foto del pasado: una niña con un cisne. Foto: articulo.mercadolibre.cl
 

28 de febrero de 2011 | COLUMNA

Las novedades y antigüedades de las feriasur

 

Por Lilian Aliaga

Cada año en esta época, proliferan por nuestras ciudades y pueblos las ferias. Las hay de todo tipo: de libros, de artesanía, de antigüedades, de arte, de gastronomía etc. Cual verdaderos jardines de verano llenan de colores y aromas espacios al aire libre o al interior de recintos que gustosos cambian su fisonomía para albergarlas.

Hace unos días tuve la oportunidad de asistir a la AGA de San Fernando; feria de Artesanía, Gastronomía y Antigüedades, que se está realizando desde hace algunos años en plena plaza de armas de la ciudad. 

Este hermoso lugar, con sus enormes árboles es el marco perfecto para tan variopinta muestra del quehacer humano.

 En el sector destinado a la gastronomía, es inevitable que el apetito se abra ante la profusión de los exquisitos  olores de nuestra cocina criolla: carnes cocinadas "al palo", " a la greda", "a las brasas" o "a la piedra", empanadas, pescados y mariscos, se mezclan con bebidas de todo tipo: olorosos jugos de fruta natural, cervezas artesanales, vinos de la zona y licores caseros de los más variados tipos.

Los artesanos nunca dejan de sorprender, tantos jóvenes viviendo sus sueños a través de sus creaciones aportan energía y vitalidad al ambiente; los mayores comparten su sabiduría y experiencia con todo el que se interese en su trabajo y es así como, casi sin darme cuenta en un abrir y cerrar de ojos, las maravillosas y curtidas  manos de un artesano mapuche venido de Temuco, repara el broche de una cadena de plata desgastado por el uso  y el tiempo, recuerdo de mis padres y por ello mi mayor tesoro.

En el patio de la Casa de la Cultura comienzo a retroceder en el tiempo, allí están la primera estufa a parafina de la que tengo memoria, la máquina de escribir frente a la cual tantas horas veía sentado a mi padre, y tantos otros objetos, algunos restaurados o transformados en verdaderas piezas de arte, otros, para mi gusto los más bellos, mostrando las huellas del tiempo con todo su rigor.

Ya al interior del recinto, al que el último terremoto se encargó de agregarle otros  "adornos" y realzar aún más su historia, el viaje se remonta más atrás: allí  está el sofá de los brazos de madera por los cuales me deslizaba como en el mejor de los toboganes, hace más de medio siglo....¡uff !no me había dado cuenta.

Y, como broche de oro, en uno de los salones emergen como fantasmas amigables las figuras de abuelos, de hombres mujeres y niños de una época remota. Son otros rostros, pero igual en ellos reconozco a mi propia familia, nos veo a mi hermana y a mí vestidas de organza y primorosamente peinadas  de la mano de nuestros padres, en la rígida y señorial actitud características de las fotos del pasado.

 Es la magia de la fotografía, maravilloso invento que ha permitido documentar en todo el mundo, tanta historia. Ahí están restauradas y en tamaño casi real las imágenes de personas que, desde la profundidad de sus miradas, parecen  contarnos los más diversos y familiares relatos. Miradas tan fielmente capturadas por la lente de alguna vieja cámara, hoy día "reliquia" que en otro lugar del recinto, también se exhibe. 

 

 

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