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Consuelo
Consuelo Carrillo Meza, su nieta y su bebé. Foto: Privada.
 

29 de agosto de 2011 |SOCIEDAD

Impuestos y seguridad

Recibí el inusitado correo de una amiga de Guatemala que me informaba de la gravedad de María C. originaria del municipio de Cantel, en Quezaltenango que me había prestado servicios domésticos por largo tiempo. De Estocolmo he solido enviarle un pequeño aporte económico con regularidad para los gastos de sus dos niñas, más por primera vez acudía a mí por estar gravemente enferma, hospitalizada, sin poder trabajar, con las dos hijas adolescentes y un marido casi ciego. Ante esta dramática situación, decidió recurrir a mí por primera vez.

Por: Consuelo Carrillo Meza

Los servicios públicos en general, pero los de salud y educación especialmente, no ofrecen al ciudadano el bienestar, la protección y la seguridad que merece. En Guatemala, país sumido en extrema pobreza, el estado no cuenta con los recursos necesarios y suficientes para proporcionar una vida de calidad al individuo. Para lograrlo, la clave reside en los recursos provenientes de la afluencia de los impuestos que debe pagar cada ciudadano.

Hay que empezar por reconocer la pobreza en sí misma, para afrontar la disfunción social que produce. De hecho, pobres siempre habrá en la tierra. Pero hay códigos y valores que reconociéndolo inducen a trabajar para que puedan ser resueltos. Hay que aprender a convivir con ella y ayudar a quienes lo necesitan. No endurecer el corazón y nunca cerrar la mano para que pueda ser superada esa disfunción. Por el contrario, abrir la mano primero y luego el corazón porque este es el que estimula a la mano. Por medio de la integración de estos se hace posible enfrentar la naturaleza egoísta del ser humano, y se logra brindar a los demás una mejor calidad de vida.

En vez de caridad hay que hacer justicia. La salud y la educación son derechos de todo el mundo en función de la igualdad, lo cual equivale al pago de los impuestos y no en concepto de caridad que induce a la marginación y a crear distancias entre los hombres. La solidaridad parte del corazón. El estado como cuerpo comparte, da seguridad y protección a cada uno de los ciudadanos como individuos que comparten un mismo territorio. Ningún ciudadano responsable y consiente debe evadir su cuota personal y esto va para todos, tanto la obligación de pagar impuestos como la administración honesta, de los mismos en forma sabia e inteligente de parte del gobierno que los administra. En una sociedad madura, cada quien es responsable de la suerte de su prójimo. De su vecino. Esto implica para los países en vía de desarrollo, una auténtica revolución social. Pagando impuestos legales y administrándolos en forma honesta e íntegra, se sirve eficazmente a la Nación.

El domingo 19 de junio ingresé al Hospital del Sur de Estocolmo, por emergencia, conducida por una ambulancia en la que fui atendida con esmerado cuidado. Estuve en el nódulo 1 , habitación No. 24. Después de que se aplicara el primer suero intravenoso y las consiguientes atenciones del personal, pasé mi primera noche en el hospital. A las 7.30 del siguiente día, una enfermera dándome un delicado toque en el brazo me despertó. Venía a tomarme la presión, la temperatura, el pulso, y una muestra de sangre. A las 10.20 pasó a verme el médico de turno.

Después de cuatro días, ya estaba todo en orden y podía irme a casa. Se le avisaría a mi hijo para que fuera por mí. Había tenido la oportunidad de experimentar en mi misma, la importancia de pagar los impuestos. Gracias a la administración honesta de los mismos, en un estado que vela por el bienestar de todos los ciudadanos, como ocurre en Suecia, donde todas las personas son responsabilidad de la Agencia Sueca de Seguro Social que barca a todos los que viven y trabajan en este país, jubilados y pensionados, se alcanzan los beneficios que garantizan la seguridad y el bienestar de una alta calidad de vida. La Agencia incluye un registro de seguro social que se utiliza para tramitar las prestaciones sociales y el derecho a ser informado acerca de los datos registrados sobre todo ciudadano.

Al salir del hospital me preocupaba por el alto costo que tendría que pagar por todos aquellos excelentes servicios, tanto profesionales, médicos y enfermeras, como de los numerosos exámenes que se me practicaron: radiografías, ultrasonido, los más altos equipos de alta tecnología, el hospedaje que incluía tres buenas y suficientes comidas diarias y la disposición para ser atendida de inmediato con solo tocar el timbre correspondiente a mi cama.

Mi nieta que en esos mismos días fue sometida a una cesárea de emergencia en el Hospital Danderyd en el norte de Estocolmo, uno de los tres más grandes de Suecia y tanto ella como el bebé, recibieron una excelente y esmerada atención durante cinco días, la cuenta es enviada por correo y se cancela por internet. Yo pagué 240 coronas y ella 300. Fue entonces que las dos apreciamos la importancia de pagar del 30% de impuesto sobre nuestros ingresos, ya que el uso del metro, el mantenimiento urbano y otros servicios públicos se dan como algo obvio y no es sino cuando hay que enfrentar un problema de salud, que se valora aquella importancia, con la seguridad de que son administrados por un estado en el que privan los valores humanos, una cultura cívica, el respeto al ciudadano y el bienestar colectivo. Esto proporciona la seguridad y la paz que cada individuo necesita y merece.

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