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Rosa y Fideli
Rosa Vidal abraza a su nieta Fideli. La foto corresponde a una visita anterior de la madre de Juan Cea a Estocolmo. Fideli es prima de Rayén, hija de Rosa Cea. Foto: Privada.
 

09 de enero de 2012 | SUECIA |

Rayen fue expulsada de España cuando venía de visita a Suecia

La pequeña Rayén, de 4 años, venía junto a su madre y su abuela a pasar la Navidad a Suecia, quería conocer a su tío Juan y a sus primos, quienes viven en Skarpnäck, en las afueras de Estocolmo. Junto a su madre, Rosa Cea, y su abuela, Rosa Vidal, se embarcó en un vuelo de Iberia el 19 de diciembre desde Santiago de Chile, arribando a Madrid a las 8.00 del día siguiente. La estadía en el aeropuerto español duraría solamente un par de horas y a las dos de la tarde estarían llegando a Suecia, donde su tío las estaría esperando. Juan Cea es chileno pero vive en Suecia desde hace diez años.

No obstante, el ansiado rencuentro nunca llegó. La niña, su abuela y su madre fueron enviadas a las doce de la noche del mismo día en un vuelo directo a Chile. La policía española les negó el paso a Suecia.

"No nos dieron de comer ni de beber. No tomaron en cuenta que mi hija tenía sed y hambre. Nos trataron como delincuentes, nos humillaron y nos discriminaron", escribe Rosa Cea, relatando lo sucedido. El Cónsul de Chile en España, por su parte, envió un mail a Juan Cea, lamentando el suceso. "Sinceramente sentimos mucho no haberles podido asistir a fin de intermediar ante las autoridades del aeropuerto de Barajas, con el objeto de que se reconsiderase la decisión de impedirles su ingreso al "espacio Schengen", puesto que tomamos conocimiento de esta situación cuando el vuelo ya había salido con destino a Chile", escribe el diplomático chileno.

Por: Marisol Aliaga

Ya habían pasado el trayecto más largo y más pesado, alrededor de las doce horas que se demora la travesía entre Santiago de Chile y Madrid. Rosa Cea, de 24 años, su pequeña hija Rayen, de 4 años, y su madre, Rosa Vidal, de 61 años, estaban contentas de por fin haber arribado a Europa, y que luego de dos horas de espera en el aeropuerto internacional de Barajas emprenderían el vuelo con destino a Estocolmo, la fase más liviana del viaje.

En el aeropuerto de Arlanda, en las afueras de Estocolmo, estaría Juan Cea, su hermano, esperándolas. No se habían visto en ocho años y ambos estaban ilusionados con el rencuentro, mientras que Rayen, por su parte, de conocer a los primos suecos.

Sin embargo, al momento de pasar por la policía de aduanas, esta las detiene, preguntando cuanto dinero portaban consigo. Rosa responde que 114 dólares, pero que su hermano se responsabilizaba de los gastos de la familia, como lo había explicado en la carta de invitación, que tampoco fue aceptada, porque carecía de las firmas correspondientes. Rosa pidió entonces que la dejaran llamar a Juan, para que él les enviara el dinero que fuera necesario. La policía accedió en un principio, pero fueron conducidas a una sala donde las dejaron esperando mientras ellos, según Rosa, se entretenían conversando, jugando con sus celulares y mofándose de ellas.

Al cabo de un par de horas, las llevaron a la comisaria del aeropuerto, donde "nos revisaron de pies a cabeza. Revisaron primero a mi madre luego venía mi turno, me dijeron:´levanta los brazos y abre las piernas´", escribe Rosa Cea. Los policías les revisaron también las carteras y les quitaron los celulares, sin dar ninguna explicación. Después de la revisión, se llevaron a la niña al cuarto de juguetes, pero la pequeña Rayen no quería separarse de su madre, por lo que Rosa Cea, apenas pudo desligarse de la policía que la estaba revisando, corrió a abrazar a su hija, a quien no quería ni por nada perder de vista.

"Me imagino la angustia que mi hija de 4 años estaba sintiendo en ese momento", escribe Rosa.
Seguidamente fueron encerradas en una celda y custodiadas por policías, hasta que cuatro horas más tarde llegó la asistente social y Rosa pudo recién llamar a su hermano en Suecia. Juan, por su parte, se dirigió al cuartel de policía más cercano y envió, desde allí, una carta donde certificaba que él se hacía cargo económicamente de ellas, durante el tiempo que estuvieran en Suecia. Una carta firmada por él y con los sellos de la policía sueca.

Sin embargo, la policía española objetó que ya era muy tarde, y que las interrogarían, junto a una abogada defensora, Camelia Madrazo Herrera. Según Rosa, la policía quería que su madre firmara un papel, a lo cual Rosa le gritó que no firmara nada, mientras que los policías las mantenían apartadas para que su madre no la escuchara. Su madre, Rosa Vidal, estaba muy nerviosa y solamente atinaba a decir: "Esto es una injusticia", mientras los policías la acosaban con preguntas capciosas.

"Por su edad y sus nervios se le fue apagando la voz hasta quedar con disfonía. Cada vez la veía más humillada, le hacían preguntas de geografía sueca, lo cual es insólito, ella solo quería conocer a su nieta de 4 meses y ver a su hijo", escribe Rosa, quien, por su parte también tuvo que dar su declaración.

A pesar de que la policía española recibió el fax de sus colegas suecos, los funcionarios españoles no le dieron crédito a la carta, argumentando que no se arriesgaban a dejarlas pasar a Suecia, ya que "si ellas tenían problemas en Suecia, la ´culpa´ sería de ellos, al haberles permitido entrar". No obstante, nunca les explicaron en que podían consistir estos "problemas".

Al final, la decisión de permitirles continuar el viaje la tenía que tomar un alto jefe policial que se encontraba en otro lugar, por lo que tenían que esperar. Rosa y su madre firmaron las declaraciones y tuvieron que aguantar una espera que se prolongó hasta las dos de la tarde.

Durante ese tiempo, testifica Rosa Cea, no las dejaron ni comer ni beber. Pasado un tiempo las sentaron a las tres con cinco policías a su alrededor y les dieron la respuesta del alto jefe: se les negaba el ingreso al "espacio Schengen", lo que significaba que serían devueltas de inmediato a Santiago. Rosa y su madre irrumpieron en llanto, mientras que la pequeña Rayen ya se había quedado dormida en brazos de su madre, exhausta.

No obstante, la policía les hizo saber que existía una "alternativa", y que si firmaban un documento la abogada Madrazo Herrera levantaría un recurso de alzada, una posibilidad de "apelar el fallo de inadmisión al espacio Schengen". Rosa y su madre firmaron pero no recibieron copia alguna del documento, y tampoco se les permitió hablar más con la abogada.

Rosa Cea cuenta que las mantuvieron encerradas durante 16 horas, sin recibir ni agua ni comida, hasta que a las once de la noche las llevaron, siempre en compañía de policías, a tomar el vuelo de regreso a Chile.

Después del viaje de doce horas entre Santiago y Madrid y después de 16 horas de permanecer encerradas en distintas celdas en el aeropuerto, sin haber recibido ni agua ni comida alguna, deberían emprender el largo vuelo de regreso a Chile.

Nuevamente interminables horas de viaje en avión, después de toda la tensión y las humillaciones vividas en el aeropuerto de Barajas. Rosa, veía que la Navidad que pensaba pasar con su hermano y su familia en Estocolmo se esfumaba, su madre había perdido la voz de pura impotencia, y su pequeña hija, incapaz de comprender lo que estaba pasando, lo único que deseaba era llegar a Suecia y abrazar a su tío.

"La ilusión de ver a mi hermano y a mis sobrinos, se apagaba, aunque nunca perdimos la esperanza, hasta que nos llevaron escoltadas a tomar el vuelo de regreso en el último asiento. Todos nos miraban, nos sentíamos como delincuentes. Llegamos de vuelta a nuestro país y sentimos el apoyo de todos los policías chilenos, nos dijeron ´que injusto lo que ocurrió con ustedes, llevando una niña de apenas 4 años´", escribe Rosa.

 

Al día siguiente, Juan Cea recibe una carta del Cónsul de Chile en Madrid, que dice:

"Mucho lamentamos comunicarle que la menor de edad, Rayen Eugenia Manzo Cea, junto a su madre, señor Rosa Cea Vidal, fueron devueltas anoche a Chile en el vuelo de Iberia 6831, que salió a las 12.10 hrs, de anoche (00.10 hrs). Sinceramente sentimos mucho no haberles podido asistir a fin de intermediar ante las autoridades del aeropuerto de Barajas, con el objeto de que se reconsiderase la decisión de impedirles su ingreso al "espacio Schengen", puesto que tomamos conocimiento de esta situación cuando el vuelo ya había salido con destino a Chile".

Atentamente,
Consulado General de Chile en Madrid.

 

Al poco tiempo de llegar de regreso a Chile y en vista de que el mal estado que presentaban al llegar al país no presentaba mejoría, Rosa, su madre y su hijita Rayen deciden hacerse ver por un especialista. La doctora Andrea Arias constata que la niña, la madre y la abuela sufren de estrés postraumático. La pequeña Rayen Manzo, certifica la doctora, sufre de "cambios en comportamiento, irritabilidad, inseguridad, ansiedad de separación".

La policía española no ha dado, hasta el momento, ninguna explicación del porqué de la expulsión de esta familia.

Rosa Cea y su madre exigen una indemnización por el daño económico, moral y psicológico al cual fueron expuestas, injustamente. Y continúan realizando las instancias legales a las que pueden recurrir.

Mientras que para Fideli, en Skarpnäck, y Rayen, en Valparaíso, lo más importante es abrazar, juntas, a su abuela Rosa.

 

Magazín Latino ha intentado comunicarse con la policía internacional del aeropuerto de Barajas, no obstante no ha sido posible dar con la persona encargada. La respuesta de la operadora, en Madrid, esde que "este caso ya no tiene vigencia".

 

 

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