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Guardias armados, cinco puertas cerradas con llave y un aparato de reconocimiento de ojos debe pasarse en camino a la ceremonia de la llave. Foto: Dagens Nyheter.
 

22 de junio de 2012 | SOCIEDAD - TECNOLOGÍA |

Viaje al corazón secreto de la red

Culpeper (Virginia, Estados Unidos). En un edificio a las afueras de Washington DC hay una jaula de acero de alta seguridad con el secreto de Internet mejor guardado. Siete personas han sido elegidas para portar la llave que abre sus puertas, entre las cuales está la sueca Anne-Marie Eklund Löwinder. Los redactores Linus Larsson y Daniel Goldberg la han acompañado a la habitación más secreta de la red.

Fuente: Dagens Nyheter. 03-06-12. Linus Larsson. Daniel Goldberg. Traducción: Julián Diez Fernández

Mehmet Akcin parece incómodo con su traje negro y su roja corbata. Se le nota irritado mientras habla por teléfono, apoyado sobre el mostrador de recepción en la entrada. Nos encontramos en uno de los centros informáticos mejor protegidos del mundo. Un coloso gris sucio, hecho de hormigón y vallado, repleto de servidores y material informático, en la pequeña ciudad de Culpeper, a una hora de coche de la capital norteamericana. No se nos deja entrar.

– Esto tiene que ir rápido. Son ustedes los que han cometido algún error, reprende al teléfono.

Faltan algunos nombres en la lista de participantes y nos hacen esperar. No se gana nada discutiendo, los fornidos vigilantes tienen preparación militar y llevan armas de fuego. No entra nadie hasta que la señora de la recepción recibe los nombres confirmados desde la sede central en Miami.

Un día normal de trabajo no va Mehmet Akcin tan arreglado, pero hoy no es un día normal; es el reponsable de una ceremonia (sí, se le llama así) que tiene lugar con regularidad. Simplificando, podríamos decir que Mehmet y sus compañeros de trabajo están aquí para que Internet no se estropee.

¿Cómo sabes que has llegado a la página web correspondiente a la dirección que escribes? ¿Cómo puedes estar seguro de que nadie te engaña con una copia falsa de Facebook, tu banco en la red och DN.se? Hace unos años se creó un sistema para prevenir precisamente esto. Es una especie de firma que garantiza que nadie manipule el registro de direcciones de la red sin autorización. Para que funcione se necesita a alguien que se haga responsable y, valga la expresión, tome el mando. Actualmente se encarga de ello Icann, la organización responsable del registro de direcciones de la red.

Siete personas elegidas de los círculos internos de expertos en Internet de confianza son los únicos que pueden realizar la ceremonia. Se les llama criptoagentes (tal vez más correctamente en castellano, agentes de cifrado) y se les ha entregado a cada uno una llave dorada. No hay acceso al instrumental que se usa en el centro informático de Culpeper hasta que al menos tres de estos criptoagentes se encuentren allí con sus llaves. Aquí sellan el registro de direcciones para su seguridad, de manera parecida que el lacre sella el sobre. Pero en vez de lacre se usan llaves digitales criptográficas que son invisibles. Un sello así tiene una fecha de caducidad ya que se da por hecho que la encriptación se romperá tarde o temprano. Por eso ha de repetirse la ceremonia una y otra vez.

Si los agentes de cifrado no aparecen todo el procedimiento deja de funcionar. En la práctica supondría que Internet se estropearía, no podríamos confiar en el registro de direcciones y grandes porciones del mismo quedarían en penumbra.

Entre los que esperan en la entrada está Anne-Marie Eklund Löwinder. Pocos la conocen en Estocolmo, de donde es ella, pero aquí es casi una celebridad. Desde hace dos años cuenta con la confianza para portar una de las siete llaves del centro informático de Culpeper.

Normalmente la guarda en su vivienda de Estocolmo y tiene una copia en una caja de seguridad de banco. Ahora la lleva en su mochila a la espera de usarla.

Pronto surte efecto la llamada de Akcin. Los vigilantes con un gesto hacen pasar a Anne-Marie. Entrega su mochila para que sea escaneada, pasa por el arco detector de metales y sigue andando a través de las instalaciones. Antes de llegar ha tenido que pasar por cinco puertas aseguradas, de las que las cuatro primeras se abren con un código y una tarjeta de seguridad y la última con un escáner de iris (ocular). Nos apresuramos para cerrar las puertas a nuestras espaldas, porque si se quedan abiertas más de 30 segundos salta la alarma.

La estricta prohibición de fotografiar tiene validez para todo el trayecto. Las instalaciones en las que nos encontramos están compartidas con otros, que alquilan espacio donde tener equipamiento sensible. Sería desolador si alguno de sus técnicos fuera captado en una foto. Los vigilantes de la entrada se niegan rotundamente a contar quiénes son los otros inquilinos, pero se murmura que es la CIA, el banco nacional estadounidense y el FBI. La Casa Blanca está a poco más de una hora de aquí.

En la estancia se encuentra Mehmet preparado para iniciar la ceremonia. Sonríe y da a todos la bienvenida.

Todo lo que digamos aquí será transmitido a todo el mundo, dice y señala las videocámaras que hay repartidas en el cuarto.

Se le nota preocupado de que el evento sea considerado como poco serio y nos advierte de no hacer bromas mientras las cámaras están en funcionamiento.

Los micrófonos son muy sensibles.

A su derecha hay una caja de acero grueso lacada en negro. En su interior hay dos robustas cajas fuertes ancladas al suelo, por si se diese el caso de que alguien intentara llevárselas. Los tres portadores de llaves presentes están sentados en sillas de plástico. Además de Anne-Marie están Olaf Kolkman, un eminente holandés que ha llegado desde Amsterdam y el norteamericano Robert Seastrom, que vive en Washington DC, a unos veinte kilómetros de aquí. Les ha llegado la hora de usar sus llaves.

La caja de acero se abre con un código y los portadores de llave entran a ella. La primera caja fuerte contiene un compartimento para cada portador. Anne-Marie Eklund se agacha frente a uno de ellos, lee el número de su compartimento, lo abre con su llave y extrae una tarjeta de plástico que aparenta ser una tarjeta de crédito guardada en una bolsa de plástico sellada del mismo tipo que usa la policía para las pruebas. Eklund lee el excluxivo número de la bolsa. Los demás confirman que se trata de la misma bolsa donde se guardó la tarjeta en la última ceremonia.

– El paso número siete se ha completado, dice Mehmet con voz grave.

 

Llave de Internet
La llave de Internet. Foto: Dagens Nyheter.

 

 

La ceremonia se lleva a cabo como detallan las intrucciones, que en cien puntos describen todo al más mínimo detalle. Aquí no hay espacio para la improvisación. De la otra caja fuerte sacan un ordenador portátil de especial construcción. Carece de Wi-Fi, Bluetooth y sistema de infrarrojos, todo lo que haría posible comunicarse con él de manera inalámbrica. El riesgo es mínimo, pero sería posible que alguien intentara manipular el ordenador a distancia y con ello perturbar la ceremonia.

El siguiente objeto que se toma es una cajita gris que no parece gran cosa. En el frontal cuenta con un display verde, unos cuantos diodos luminosos y un simple teclado, pero contiene algo aún más destacable. En su interior está almacenada la clave digital maestra, los unos y ceros que conforman el sello que se aplicará al registro de direcciones, con el que se garantiza que es fidedigno. Dicha clave no puede salir del cuarto bajo ninguna circunstancia, porque si se desvelase sería como hacerle la zancadilla a todo el sistema. Mehmet Akcin inspecciona cuidadosamente los bordes de la bolsa con el comprobante. Akcin la mantiene alzada para que los presentes puedan ver que nadie a tocado el contenido.

La caja que contiene la clave maestra parece sacada de una película a lo "Mission impossible". Si alguien intenta introducirse en ella se borra todo el contenido en menos de un segundo, al igual modo que si se la agita fuertemente o cae al suelo. Tiene incluso un controlador de temperatura que incinera la clave si la temperatura en las inmediaciones es excesivamente alta o baja. Todo para hacer casi imposible que la caja sea transportada fuera de la habitación en la que nos encontramos.

Se puede controlar la destrucción de la clave maestra pero no así una posible fuga de la misma. Si hay un Santo Grial de Internet, es éste el que Mehmet Akcin tiene en sus manos en este momento.

– Algún día se me caerá de las manos, dice con una leve sonrisa y simula hurgar en la caja.

 

Se colocan las tres tarjetas dejándolas visibles sobre un pequeño podio mientras Mehmet inicia el ordenador. La caja secreta está provista de lectores de tarjeta. La unidad no se activa hasta que se introduce la tarjeta de Anne-Marie Eklund junto a las de dos personas más. Ha llegado el momento culmen de la ceremonia. Akcin coloca el ordenador de forma que la videocámara pueda captar con precisión lo que hace. Introduce unos comandos y finalmente solo falta presionar la tecla "Y" de yes y confirmar.

Que todo esto se transmita en una conexión por video puede parecer paradójico, si se piensa en el celoso complejo de seguridad por el que acabamos de pasar. Pero Akcin sabe que tiene enemigos poderosos. Icann es una organización cuestionada a muy alto nivel y que sea dicha organización la que se haga cargo de la ceremonia de la clave está lejos de ser algo natural. Tiempo atrás, el departamento de comercio estadounidense tenía un control ilimitado sobre Icann y con ello decidía todo lo concerniente al registro de direcciones de la red. Hace tan solo tres años cedió el control, los Estados Unidos dieron un paso atrás y se creó un consejo en el que tienen representación más de cien países.

Se trata de una frágil estructura que recuerda a la Asamblea General de la ONU. En esencia Icann se autogobierna, pero su poder se basa en la confianza prestada por el resto del mundo, tanto de países como de empresas, confianza que Mehmet Akcin y sus colegas por sí mismos tienen que ganarse.

Es un motivo por el que se transmite por video cada detalle de la ceremonia de la clave. Icann tiene que mostrar que no hay nada que ocultar. Es por eso que Mehmet en una ceremonia anterior se remangó la camisa cuando estaba manipulando la tarjeta, como demuestra el presdigitador que no hay nada oculto. También por ello va vestido con un traje negro durante la ceremonia, preferiblemente a la camiseta y los vaqueros que en otros casos suele vestir en el trabajo.

Arrebatarle a Icann el poder sobre la red no sería especialmente complicado. En última instancia, el riesgo estaría en que alguien, digamos China, Rusia o Facebook, creara su propio registro de direcciones. Todo aquel que se conectase a la red tendría que elegir página: ¿Qué sistema voy a usar? ¿Quién decidirá que www.dn.se me dirija justamente a Dagens Nyheter y no a cualquier otra página? El día en que el poder de Icann se viese desafiado, Internet en toda su esencia se partiría en dos. Las posturas más apocalíticas hablan sobre una red balcanizada, divida en fracciones que no pueden comunicarse entre sí. Es la peor pesadilla del mundo de Internet.

Es por miedo a algo así por lo que una de las llaves ha sido cedida a Anne-Marie Eklund Löwinder. Icann espera parecer generosamente inclusiva involucrando a expertos en seguridad de confianza por todo el mundo. Una de las llaves del centro informático en Culpeper se encuentra en Benin, otra en Nepal y otra en Brasilia. El propio Vint Cerf, que inventó las bases de lo que hoy llamamos Internet, tiene otra. La selección refleja su estrategia: Demostrar que todo el mundo puede participar y que enrolan a los técnicos de mayor confianza en la organización.

Como un gesto más, Mehmet Akcin invita a uno de los participantes a apretar la tecla "Y". Sin emitir sonido alguno se crea la clave que hará Internet seguro durante los próximos meses. Rompen en un pequeño aplauso y con ello concluye la parte más importante de la ceremonia. Bastaría solo con apagar el equipamiento y devolverlo a su lugar, pero de todos modos Mehmet toma las tres tarjetas, símbolos de tres países de dos continentes, y las introduce una tras otra en la cajita gris en una especie de epílogo del ritual.

– Internet no es propiedad de alguien específico; es global, internacional y cruza las fronteras culturales. Para nosotros, la mejor manera de constatarlo es permitiendo que se refleje en el grupo, dice Mehmet.

Con mucho cuidado se empaqueta el equipamiento en nuevas bolsas numeradas y se introduce en la caja fuerte. Allí permanecerá todo hasta la próxima ceremonia.

 

Linus Larsson y Daniel Goldberg

 


 
 
 
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