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Carne de caballo

Montaje: Aftonbladet.

 

13 de marzo de 2013 | SUECIA |

Fraude cárnico y crisis financiera: La misma basura

Carne y dinero

El rubro alimenticio se ha estremecido ante los desvelamientos de que, entre otras, las lasañas y las albóndigas de carne contenían carne de caballo. Pero el secretismo sobre la declaración del contenido es básico también para el rubro financiero y es una de las razones de la crisis global.

Fuente: Aftonbladet. 10 -03-13. Katrine Kielos. Traducción: Julián Díez Fernández

Tartas de chocolate y crocante de Gotemburgo, destruidas en Shangái tras una alarma por bacterias fecales. Carne de caballo en lugar de carne de vacuno. Solomillo de buey que no debería ser solomillo de cerdo y tartas de chocolate y crocante que no podían levantar sospechas de tratarse de excrementos.

Ahora sabemos que una carne de caballo servida en Inglaterra viene de una compañía sueca que ha subcontratado su producción a una empresa francesa que manufactura en una factoría en Luxemburgo que, a su vez, utiliza carne importada por un intermediario holandés que compra carne procedente de Rumanía.

Eres lo que comes y lo que comes es evidentemente más que incierto.

El escándalo de la carne de caballo no tiene nada que ver con la carne en sí, sino con el etiquetado, con que no podamos creer en lo que podemos leer en el mismo. Es una cuestión de globalización, economía mundial, desigualdades económicas y políticos que han abdicado de su responsabilidad.

Con otras palabras, no es una cuestión muy distinta a la de la crisis financiera.

La crisis financiera se inició con los préstamos hipotecarios a bajo interés en los Estados Unidos. Los bancos ganaban dinero a base de conceder préstamos inmobiliarios a personas que nunca los podrían devolver. Estos préstamos eran convertidos en productos financieros con atractivos nombres y se vendían por todo el mundo. Hasta que se descubrió su contenido.

En el fondo, naturalmente, existía una auténtica necesidad: los sueldos habían sido congelados y las ganancias iban, cada vez en mayor medida, a manos de los mejor situados. Para la población de escasos recursos, difrutar de su porción del “sueño americano” consistía en tomar un préstamo. Y los bancos se ofrecieron alegremente a ello.

Igualmente, el escándalo de la carne equina se cimenta en una verdadera necesidad de alimentos a bajo precio. Muchas familias no pueden costearse la carne delicada y cara que muestra el chef de la tele. Los comerciantes reaccionan con rapidez bajando los precios. El beneficio de los productores se reduce aumentando el incentivo al fraude con la carne de caballo, de precio más bajo.

Al igual que en el periodo previo a la crisis financiera, tampoco se indujo al ciudadano a la fácil alternativa de consumir carne en menor cantidad y de precio más alto. En su lugar, el consumo de carne en Suecia ha crecido un 40 por ciento desde 1990, con todas las devastadoras consecuencias para el medio ambiente que esto conlleva.

El secretismo y el fraude en el etiquetado han sido fundamentales tanto para las finanzas como para el comercio alimentario. Vender albóndigas etiquetadas con “60 por ciento carne de caballo” es más o menos tan fácil como vender un producto financiero para un fondo de pensiones etiquetado como “fardo de préstamos para gente pobre que nunca podrá devolver”. Justamente como indicó Andreas Whittam Smith en The Independent, la estrategia tanto para las finanzas como para el mercado cárnico consistió en mezclar lo malo con alguna otra cosa.

Se agrega un poco de carne vacuna y la mezcla se denomina lasaña de vacuno. Se agregan algunas inversiones seguras y el resultante se llama algo así como “Collateralized Debt Obligations” (traducido del inglés: Obligaciones de deuda colateral).

Los banqueros puede que tengan un estatus más alto (y mejores trajes) que los comerciantes de cárnicas en Rumanía, pero en lo que a transparencia se refiere, el sistema financiero global se encuentra aproximadamente al mismo nivel.

La carne de caballo se convierte en lasaña de vacuno, sin que nadie comprenda cómo, de la misma forma que los flujos de dinero, tras un enrevesado proceso, se transforman en valores financieros. Es un procedimiento tan complejo que es casi imposible discernir entre sus distintos elementos.

Esto dificulta la depuración de responsabilidades.

En el baile de la “sombra bancaria” (del inglés, shadow banking) participan fondos de inversión libre y de mercados de materias primas, entidades de capital de riesgo y distintas variantes de derivados; todo ello fuera de los balances de situación del sistema bancario ordinario y, por lo tanto, fuera del alcance de las autoridades supervisoras.

Dentro de la industria alimentaria, las grandes compañías han desarrollado sistemas que les posibilitan comprar ingredientes para sus productos allá donde sean más baratos en un determinado momento, casi independientemente de en qué punto del mundo sea. En función de los tipos de cambio y de la volatilidad de los mercados de materias primas, se calcula dónde encontrar los mejores precios, para así realizar sus compras. No extraña que sea difícil controlar la mercancía cuando los ingredientes llegan en forma de “mazacotes gigantescos de carne congelada anónima”.

Esto debería ser motivo para regular todo de manera más estricta, pero en cuanto se empieza a hablar de nuevas normas, el mundo financiero actúa arrogantemente y saca su infantería-lobby, siendo evidente que los políticos que ahora alzan su voz por una regulación financiera son los que durante decenios se dejaron intimidar mostrando sumisión al lobby bancario.

De igual modo, Suecia fue uno de los países que trabajaron activamente contra el etiquetado de albóndigas, salchichas, pytt i panna y lasaña. El Ministro de Agricultura, Eskil Erlandsson, monta en cólera por la lasaña de caballo cuando el escándalo es un hecho consumado, pero fue su propio gobierno el que abrió el camino al preparado equino. Claro, entonces decía que para las compañías alimentarias resultaba demasiado complicado controlar cada trocito de carne.

Lo que la crisis financiera y el escándalo de la carne de caballo han desenmascarado es una economía global donde los grandes actores comerciales han podido imponer unas condiciones con consecuencias devastadoras. El mercado ha cobrado un carácter global, pero las normas son a nivel nacional o se deciden por intereses nacionales. A las grandes empresas les resulta fácil crear sus propias reglas de juego confrontando distintos países entre sí. Las consecuencias son que no sabemos qué tenemos, ni en nuestros fondos de pensiones ni en nuestros platos. 

Nos pueden vender basura y llamarla oro. O al menos, tarta de chocolate y crocante.



 

 

 
 
 
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