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Niños en guerras
La infancia en el campo de batalla. Foto: d4ng.com.
 

30 de noviembre de 2011 | COLUMNA

La infancia en el campo de batalla

Por: Víctor Aquiles Jiménez H.

"El niño palestino Sami Abi Jazar, de doce años, murió como consecuencia de una bala disparada, aparentemente, por un soldado israelí. La misma suerte corrió la niña de trece años que falleció un 16 de octubre cuando una bala la alcanzó. Antes que ellos, el 30 de septiembre del año 2000, nos llegaba la imagen de un pequeño, que sorprendido junto a su padre herido en un tiroteo entre israelíes y palestinos, lloraba y suplicaba que le ayudasen, hasta que otra bala acabó con su vida.

En los estudios realizados sobre la infancia en Palestina, los expertos han llegado a la conclusión de que los niños, cuando nacen, no son considerados seres individuales, sino que ante todo son palestinos, que forman parte de una historia y de una causa común y representan las esperanzas y sufrimiento de su pueblo. Tanto los niños palestinos como los israelíes, no tienen la oportunidad de elegir, han de asumir una situación que les viene dada. A ambos se les educa para combatir a su enemigo, que puede aparecer en cualquier momento", escribe Ángela Sobrino López, acerca de la infancia en Israel y Palestina.

Muchos son los años de conflicto casi ininterrumpido en la República Democrática del Congo que han conducido a la muerte a más de cinco millones y medios de personas sólo desde 1998, la mayoría de ellos hombres, mujeres y niños civiles. En una guerra en la que la población civil ha sido blanco de los ataques de manera implacable y sin tregua, la muerte y el sufrimiento intenso se han convertido en un elemento cotidiano en la vida de los congoleños. Muchas opiniones autorizadas dicen que no son las luchas tribales como quieren hacer creer a la opinión pública mundial entre hutus y tutsis, los que empapan de sangre las tierras del Congo, sino por la riqueza de minerales preciosos y estratégicos para la industria occidental, lo que está detrás de esta miseria humana artificial, ya que con toda su riqueza este país o continente podría vivir como en el Paraíso.

Pero estamos hablando de niños y el conflicto también se ha visto contaminado por la utilización generalizada y sistemática de niños como combatientes por parte de todas las facciones en lucha. Actualmente, la República Democrática del Congo registra una de las mayores tasas de niños soldados en todo el mundo. Estos menores suelen recibir un trato violento durante su entrenamiento y en algunos campos se han registrado muertes de niños debido a las deplorables condiciones en que vivían. Se los envía a las líneas de combate, donde se los obliga a ir en avanzadilla para detectar a los enemigos. A menudo se les administran drogas y alcohol para contener su emotividad cuando cometen salvajes crímenes. Deben hacer de guardaespaldas de sus jefes militares, o se los convierte en esclavos sexuales. Se utiliza asimismo tanto a niños como a niñas para transportar los pertrechos, el agua y los alimentos, o como cocineros. A algunos se los ha obligado a matar a miembros de sus propias familias, y a otros a participar en actos sexuales y de canibalismo con los cadáveres de los enemigos muertos en los combates.

La ONG internacional Save the Children dijo en un comunicado fechado en Madrid, España, el 29 de abril del 2005 que 14.000 niños eran empleados como combatientes en Colombia y señaló al país como el cuarto del mundo con más "menores soldados" después de Myanmar (Birmania), Liberia y la República Democrática del Congo.

Colombia es el cuarto país del mundo en la vinculación de menores en el conflicto armado, con relación a la violación de derechos de los niños; en cuanto a las vinculaciones a las organizaciones terroristas, estos niños son expuestos a numerosos peligros: explotación, maltrato, desintegración de su núcleo familiar, problemas de salud, falta de educación, torturas y castigos por desobediencia, los cuales dejan marcas físicas y psicológicas que los acompañan hasta la adultez, o incluso pueden llevarlos a la muerte.

Pero también hay niños del primer mundo que ya no sueñan, o no saben soñar, o no los dejan hacerlo..., todo sacrificado por el realismo puro de la supervivencia diaria.

FIN DE LA TERCERA PARTE


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