07 de mayo de 2012 | COLUMNA |
Su propia jarra de plástico - otra excepción para Breivik
Anders Behring Breivik vierte agua.
Acaban de leer el saludo de dos niños a su padre asesinado y pequeñas gotas de sudor aparecen en la frente del terrorista.
En un juicio que no se parece a nada sucedido en Noruega no existe ninguna razón de sorprenderse de que hasta la jarra de agua sea una excepción.
Fuente: DN 20-04-2012 / Henrik Arnstad. Traduccción: Magazín Latino
Para muchos la parte más pesada del proceso comenzó ayer.
No es fácil escuchar a Breivik jactándose de los asesinatos, pero varios de los padres que vinieron a Oslo desde todo el país han dicho que esto será peor.
De esta forma se puede medir la sombría magnitud del terrorismo: se necesitan seis días completos para tratar los 69 muertos en la isla. En orden cronológico, diez minutos por asesinato, el foco donde fueron encontrados, como fueron asesinados.
El asesino coge la jarra con agua y se sirve el primer vaso del día.
El Profesor Torlevi Rognum comienza con una exhaustiva revisión del trabajo forense.
Las cifras vuelan. Más de 100 personas trabajaron con las autopsias e identificación. 25 habían recibido disparos en la cabeza y la nuca, 31 en la cabeza y el cuerpo, 10 solo en el cuerpo.
El Superintendente Trond Sandsbråten presenta el primer informe de las autopsias. Trond Berntsen, guardia en Utøya. Punto de entrada, punto de salida, pedagógicamente mostrado en una muñeca.
Después de cada presentación se lee una pequeña nota conmemorativa del asesinado. Los parientes está agradecidos que el tribunal haya aceptado estas presentaciones: son como pequeños pero dignos recuerdos de cada una de las personas a quienes le quitaron la vida, instantes de humanidad en medio de las exigencias jurídicas de exactitud.
El asesino llena el vaso. Está, a diferencia de anteriormente, un poco sonrojado en la cara. Parece estar ahogando un bostezo. ¿Una expresión de arrogancia? O quizás está cansado, es que los horrores y sufrimientos comienzan a consumirlo?
Nueve asesinatos fueron tratados este día. Sí, los detalles son necesarios. Esclarecer cuando, donde y como una persona fue asesinada es básico en todos los juicios por asesinato.
Dos cosas son únicas en este juicio, el número de asesinatos y la jarra de agua.
Cuando uno de los hombres que en 1994 se robó una versión de la pintura El Grito del Museo Nacional en Oslo, fue condenado a seis años de cárcel, se enojó tanto que tiró la jarra al piso.
Desde entonces los acusados que son considerados peligrosos no tienen nunca una jarra a su alcance en un tribunal noruego.
Se ha hecho una excepción en el caso de Breivik, el juicio es largo, pero se considera que el riesgo de que haga algo es pequeño.
Un abogado lee un saludo del hijo e hija de Trond Berntsen. "Eres el mejor papá del mundo". Una foto de un hombre riendo con sus dos hijos pequeños en brazos es mostrada en una gran pantalla.
El público está llorando, callada pero abiertamente. Es con su pena como con todas las penas, contagian.
Incluso los abogados y periodistas están visiblemente afectados. Esas personas que han perdido tanto, su dolor, su sufrimiento, la realidad más allá del banal manifiesto, el abismo sin fondo, es imposible no ser afectado.
El asesino toma nuevamente agua. Se limpia un poco el sudor de la frente, anota.
Las pausas son más frecuentes y el día termina a la hora de almuerzo.
Ha sido una mañana atroz y, por seguridad, la jarra es de plástico.
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