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El Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Foto: redbubble.com
 

05 de diciembre de 2011 | COLUMNA

Soñar no cuesta nada – Conclusión integradora

Por: Víctor Aquiles Jiménez H.

Queridos lectores, amigos que me siguen en la lectura de esta breve disquisición con algunos matices, sociológicos, neurológicos, literarios, ciencia-ficción, etc., sobre el sueño (actividad cerebral que nos permite el descanso físico y mental), la realidad y la conciencia de ella que la registramos en el sistema límbico donde se generan nuestras emociones. El dormir es el descanso de nuestra actividad cerebral y locomotora, y el soñar mientras dormimos, una capacidad automática del cerebro, donde se mezclan sin control nuestras emociones, sensaciones, percepciones, etc. en un proceso neuronal sináptico extraordinario, y ahí en esos sueños desbocados, descansa nada menos que la base del psicoanálisis de Freud, quien llama a hacer caso en serio de los sueños, porque podrían ser la llave que abre paso a la verdadera realidad. Hasta ahí, ante la ciencia médica de la salud mental, los sueños tienen importancia científica. Pero el problema es seguir soñando despierto, que es de lo que trata este breve ensayo, porque soñar despierto no encaja en el sistema en que vivimos, hecho para mantenernos despiertos a la fuerza con puros problemas; alienados con realidades artificiales en las que caemos todos; porque hay artificialidad para todos, y hoy más que nunca debido a la informática, al dominio de los medios de comunicación social.

Esa ingente actividad cerebral que funciona cuando estamos dormidos que transforma nuestros miedos en pesadillas, y nuestros anhelos en dulces sueños y evocaciones, al utilizarla en estado de vigilia y controlada nos convierte, si las hacemos públicas, en ilusos, soñadores y sociológicamente en idealistas y políticamente en revolucionarios, activistas, anarquistas, utópicos, etc. y literariamente en quijotes, seres mitológicos y de ficción. Visto así, todos estos prototipos de seres "marginados" por soñadores, serían psicológicamente personas que no viven la realidad, por lo tanto psicóticas, que se enajenan de la vida común, de las contingencias, de los hechos mundanos, del acontecer político, laboral, familiar, lo que les llevará inexorablemente al caos, al desprecio social, al abandono, a la pobreza y ruina total, lo que en buenas cuentas significa, que tratar de cambiar las cosas, idealizar, desear, luchar o "soñar" un mundo mejor es caro y peligroso.

Ahora, la realidad, la otra realidad, esa con la que tropezamos apenas pisamos el suelo al salir de nuestras tibias camas, aquellos que las tenemos, comenzamos a pisar, a patear cuentas, incluso ajenas, por mantener esta realidad que nos ofrece desigualdades e injusticias, ya que el bien, la solidaridad, la paz, el altruismo (esa capacidad evolucionada del cerebro humano que se ha desarrollado, según los expertos, en el tercer estadio del desarrollo y evolución del cerebro humano), no pertenecen a la realidad, sino al mundo de los ideales, es decir al de los soñadores, el polo contrario de la realidad, que es la irrealidad; que por naturaleza, por ley existe, queramos o no, dentro de la bipolaridad de todo. Y estar en uno u otro lado no depende totalmente de la inteligencia sino de la capacidad emocional de cada cual.

La literatura está realizada en su mejor expresión por idealistas que imaginan historias, universos, eones inexistentes, que se humanizan de acuerdo a la experiencias y anhelos de los autores, que luego sirven de modelos a las mismas sociedades que los tachan de soñadores a los formadores de valores que invirtieron su tiempo en inyectar a la realidad lo mejor de sus sueños.
La realidad, como ya dijimos, no tiene más que un solo espacio para darse, dentro de su polaridad, y es el presente, la realidad se incuba y se proyecta en el presente, no posee pasado ni futuro, pero si no intervenimos, hoy se repetirá una y otra vez hasta el infinito. Y las fábricas de realidad no dejan de producir, no hay manera de pararlas, de detenerlas, producen realidades, y algunas son espantosas.

Sobre esto es posible entenderlo por cifras: hasta 1998, en el Congo, a causa de la guerra habían muertos más de tres millones de seres humanos: jóvenes, niños, mujeres, ancianos, y hoy las cifras se han duplicado, y seguirán aumentando, porque no vemos lo que sucede, no lo entendemos, porque algo nos impide ver esa cruel realidad, algo limita y apaga nuestros sentidos que no nos dejan ver esa feroz realidad de pesadilla en la que mueren millones de seres humanos, sin que nos produzca pavor o la más mínima expresión de compasión.

¿Por qué sucederá eso en nuestras almas, esa indiferencia atroz, ese atrofiamiento de la capacidad límbica? Porque los medios de comunicación no pueden farandulear el infierno, a lo sumo hacer programas de realty show, cine, y si lo intentaran en vivo, la gente preferiría cambiar de canal que despertar y tomar una actitud comprometida con la verdadera realidad.

Millones de muertos, por armas que pagamos nosotros con nuestros impuestos, millones de muertos que son nuestros en el planeta azul y no los vemos, sólo nos duele lo que pagamos en las declaraciones de lo que ganamos, y no vemos las montañas de cadáveres que están ahí porque somos realistas y los realistas nacemos ciegos de nacimiento..., no todos.

Por eso desconfíe de algún funcionario, en cualquier sitio, cuando busque empleo o un mejor trato, si le responde: "Mire señor (a) hay que ser realista". Este funcionario (a) es enemigo de la verdad y le niega la posibilidad a usted de cambiar su realidad, la que usted desea, por la que él tiene o conoce como realidad: la nada, la negación de todo, de sus anhelos de cambiar las cosas, su situación de pobreza o miseria obligándole a aceptarla ¿a cambio de qué?, de nada, ya que es esa su realidad burocrática.

Y desconfíe de cualquier persona que le diga: "Mira, yo soy realista", porque de seguro no sabe dónde está parado.

Respóndame ahora: ¿Es barato soñar? ¿De verdad, que soñar no cuesta nada?

FIN DE LA CUARTA Y ÚLTIMA PARTE


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La infancia en el campo de batalla

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Apuntes sobre el inconsciente: sueños, tincadas, percepciones e intuiciones



 
 
 
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