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Un hambre de pureza
 
 

08 de febrero de 2012 | COLUMNA |

Un hambre de pureza

Por: Víctor Aquiles Jiménez H.

Primera vez que he dejado un cuento sin escribir, y primera vez que estoy frente a una pantalla en blanco desde hace algunos minutos luego de repasar la prensa en Internet, los artículos rebuscados de los periodistas, de diarios importantes en español, algunos de mal gusto y morbosos simplemente, y como es habitual en mí hago esto desde temprano. No sé por qué no me gusta quedarme en cama en cuanto abro los ojos me levanto de inmediato, me ha sucedido siempre, o es que tal vez piense que la vida es demasiado corta para desperdiciarla en dormir. Dormir es placentero cuando se está muy cansado y agotado.

No, la inspiración jamás me ha abandonado, porque nunca estoy inspirado, a excepción de ciertos temas lejanamente reincidentes en mí, como aquellos relacionados con ángeles y no sé por qué; o quizás sea porque en mi infancia tuve un ambiente donde se hablaba de ellos, seres excelsos de categoría divina, celestial y eso, ese ideal se pegó en la retina de mi fantasía sublime y de cuando en cuando efluye como un anhelo hablar de esa clase de seres asexuados (nunca me ha preocupado eso de ellos si es que lo fueran) que vienen a nuestro mundo a ayudarnos, a protegernos, a amarnos.

Siempre incluyo ángeles en mis narrados, y no es una superstición vana hacerlo, sino por una necesidad de mi alma que tiene un hambre perenne de pureza y de agregar un poco de sublimidad a lo que escribo, para lavarme por dentro y seguir mi camino, este camino que ahora sí he elegido de mantenerme alejado de las ruinas de esta cultura que con tanta facilidad se expande hasta los átomos con la perfidia, la ignorancia, la insolencia, el desacato, odio, la corrupción y desprecio..., y dejaré hasta aquí de adjetivar.

Hoy en día estamos huérfanos de la creencia de ángeles, porque no son necesarios, no sirven políticamente tampoco, porque no nos interesan, hay demasiadas cosas que nos entretienen en este mundo, que nos preocupan, como para creer en ellos y llenamos nuestras fantasías o creencias con ideas irracionales, como vidas más allá de esta vida, rencarnaciones, visitantes, colonización o invasión de extraterrestres o seres del mal y la oscuridad, acabo de mundo, pero ángeles no, porque ellos estarían vinculados a un mito, al mito de un ser superior, y los seres superiores a nosotros no nos gustan y sólo a aceptamos a los seres superiores que existen en los cómic de súper héroes norteamericanos, a los que pertenecen al mundo Forbes; a las odiosas y tediosas pasarelas; a los dioses humanizados y divinos de la mítica cultura griega y otras viejas civilizaciones europeas y orientales, todos dioses que han proyectado en nosotros sus debilidades, veleidades y vanidades, pero ángeles, esos descriptos en leves pasajes de libros sagrados como el Antiguo Testamento que vienen a destruir el caos y perdición de ciudades pecaminosas ya no gustan, si es que alguna vez realmente han gustado. Y el no creer en seres tan sutiles, livianos y benignos nos ha llenado de seres espantosos, de seres emergentes de la disquisición más macabra, retorcida del cerebro humano, de rostros y gestos amenazantes y tenebrosos que forman parte a veces del mundo de nuestros hijos o de los jóvenes que ven hasta belleza en esas distorsiones de la mente.

Pero no, por eso me aíslo un poco, no de la gente porque sí, por capricho, por agorafobia sino para mantener mi tiempo en exclusivo dedicado a pensar en ese mundo en que se pueda uno tropezar con una figura que con forma humana sea un ángel, sí un ángel ¿y para qué? Para conocer uno nada más, o para saber que hay un destino y un origen superior del alma humana. Es que la vida no puede ser solamente así como la vemos, algo que siempre se repite, y por desgracia igual, la misma historia negativa, de seres humanos explotadores, inicuos, pervertidos, poderosos que buscan el dominio total a la fuerza y por el miedo y terror a los demás. Si alguien escribe la historia reciente de la humanidad y estudia la pasada historia de la misma humanidad hallaremos que las cosas no cambian, que es la repetición de lo peor de nuestra calidad como seres inteligentes"superiores". Y esto está afectando a las plumas (literarias) inclusive, cuando aparecen muchas, pero plumas sin cuerpos y las plumas por si solas no vuelan por livianas que sean.

Y, nos llenamos hoy de imágenes de seres acosados de enfermedades mentales que hacemos nuestros ídolos, gente que se complace en mostrarse gritando o chillando con angustia e histeria, con poses demenciales, signos, tatuajes, y esto lo tenemos que aceptar porque es nuestra cultura y punto, son nuestros días así y deja de preocuparte, porque si no eres viejo, retrógrado, o no has "evolucionado", te has quedado en la antigüedad. ¿Ángeles? Sí los hay, pero horribles, venido del averno de las mentes desquiciadas solamente y ahí están adornando los bellos cuerpos de mucha gente, entre ellos, jóvenes y niños que los sienten como un escudo que los representa. Es mal gusto simplemente, un mal gusto promocionado por los medios que se encargan precisamente de retorcer las mentes y de presentar lo impresentable, lo feo como modelo de belleza, y la mente que todo lo graba lo acepta como natural y ahí tenemos entonces a esperpentos adueñados de todo lo bello que ha creado la naturaleza. Nadie se estampa ángeles en ninguna parte del cuerpo, porque ya se han entregado al mal gusto, y los ángeles son el lado contrario a eso, una patente dicotomía.

De todas formas hay un negocio floreciente de estampas de querubines alados, figuras en yeso, cerámica, loza y porcelana fina con ellos, cuadros y reproducciones de ángeles pintados por famosos pintores clásicos, representando a ángeles, niños y cupidos, todos alados y son sublimes, pero nos parecen anticuados pese a la deslumbrante belleza estética de colorido y forma, desentonando con sus alas de aves poco creíbles. Esas alas son una metáfora gráfica de su espiritualidad que nos dice que ellos son etéreos que pueden elevarse al cielo y descender a la tierra, y la mejor manera que hallaron los artistas de representarlos fue en esa condición alada.
Como mucho estamos aceptando que los ángeles, esa creencia o invención religiosa o mística que vagamente podemos tener de ellos pueden ser también seres venidos de otros mundos, es decir claramente extraterrestres, que han dejado sus huellas y que esperan su momento para establecer un contacto abierto definitivo con nosotros ¿qué momento esperan? Quizás el instante en que comencemos a crear mundos siniestros de pesadilla para exterminarnos, con nuestra cultura descendente al caos, ahí los extraterrestres limpiarán el planeta y lo habitarán con otra especie humana de nuevo, un poco mejor. Eso es lo que se cree hoy en un temor atávico sin forma.

Pocos, aunque hay una corriente de científicos, aceptan que los testimonios que creemos de seres superiores venidos desde el espacio, puedan ser nuestras huellas humanas de antepasados que lograron un esplendor y decayeron, se enfermaron y exterminaron. Hoy hay enfermedades contra las que se lucha y hay gente muy noble empecinada en darles la batalla aislados en laboratorios, experimentando, probando, sanando, precisamente para proteger a la especie humana y animal ¿quienes son ellos?, humanos solamente, pero impregnados de amor, de deseo de ayudar, de proteger y prolongar la salud y vida de la especie, dirán que no creen en ángeles ni en seres superiores, sino en la ciencia y en lo que ellos hacen, pero en su interior, es muy probable que crean que existen ángeles, porque ven la gratitud de aquellos que se restablecen gracias a sus esfuerzos que le comparan con ángeles al sanar.

Quizás o la mayoría, ni siquiera tengan idea de la existencia de los ángeles, y lo asocien solamente a la belleza física, al amor de pareja y a una palabra poética forzosa para decir cosas sutiles en momentos especiales de euforia amorosa o mística. Para otros una vaga idea caduca de la religión y de los libros considerados sagrados. Para mí los ángeles han estado siempre en las mejores obras literarias que he leído, las que me han formado moralmente y como autor. ¿Parezco caduco por ello por creer en ángeles, es más, por buscarlos, o querer yo mismo tener esa condición angélica si se pudiera? Pero por eso mismo sigo en esto, escribiendo sobre ángeles, sin presionarme psicológicamente de donde vienen a quien representan, a qué mundo, sólo sé que antes de morir conoceré a alguno, o quizás al que me han dicho o me hablaban en la niñez que tenía: mi ángel guardián. Y lo he visto a veces fugazmente en mi vida, transmutado como ser humano o animal que ha estado haciéndome compañía en los momentos difíciles.

Y mientras pueda escribir, seguiré buscando, metiendo ángeles a mis obras, sublimándolos porque necesito de ellos, ya que he venido a este mundo y he sabido que existen; porque si existen solamente en la fantasía, entonces con mayor razón se encuentran en mi universo y cada vez que hablo entonces de uno es que existen y me inspiran a escribir sobre ellos para que la gente no los olvide y los reconozcan con o sin alas.

Retomaré mi bello delicado, fantástico, hermoso e increíble cuento sobre un ángel, mi propio ángel, ese que me protege y me ama y que me inspira llenando mi corazón de dulzura, fe y esperanza. Llenaré la pantalla de ilusión y de luz, hasta pronto.

 

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