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Película "No"
Escena de la película "No", con los actores Gael García Bernal y Luis Gnecco. Foto: Atlantic Film.
 

22 de abril de 2013 | COLUMNAS - ENSAYO |

Y la alegría llegó a Estocolmo…

Sobre el estreno de la película “NO” y el debate suscitado en Suecia. Un análisis desde el punto de vista histórico.

Por: Fernando Camacho (*)

El pasado día viernes 19 de abril se estrenó la película “NO” del cineasta chileno Pablo Larraín en el cine Bio Rio de Estocolmo. Con la sala totalmente llena y gran expectación se recibió por primera vez en Suecia el filme sobre la elección posiblemente más importante que se convocó en Chile en todo el siglo XX. Desde su estreno en el año pasado, su fracasada pasada por los Oscar y, ahora, su reciente llegada a Estocolmo, se han generado muchas opiniones sobre su contenido y la manera en la que se narra la campaña del NO en los meses previos al Plebiscito que convocó la Junta Militar en octubre de 1988.

La principal crítica procede de quienes afirman que la película no presenta fielmente las verdaderas razones o fuerzas que sacaron a Pinochet del poder, tales como la organización política de la oposición, las condenas por las violaciones a los derechos humanos o el trabajo de las organizaciones de las víctimas de la dictadura. La calidad cinematográfica de la mayoría los actores es excelente, y la recreación de las escenas alrededor de la campaña publicitaria del Plebiscito están muy bien logradas. El problema está en quienes confunden el cine con historia, o quienes esperan de un director de cine que presente la historia de manera científica, objetiva y bien fundamentada. No se debe confundir una cosa con la otra. El cine se hace mayoritariamente para entretener al espectador, y la historia para enseñar. Quien quiera conocer en detalle como se gestó la transición a la democracia, deberá ir a la biblioteca o a una librería para poder entender, en la mejor manera posible, como se fue gestando uno de los procesos políticos más complejos e importantes de la historia del país. Para quienes estén interesados en profundizar más en el tema, en este enlace se encuentra un ejemplar de una revista en la que varios académicos de distintos países presentan la transición a la democracia desde perspectivas y temáticas distintas: http://www.lai.su.se/gallery/bilagor/SRoLas_05_2009_web.pdf (haga clic para ir al documento).

No se puede esperar que en dos horas de ficción, el director presente todas las variables y fuerzas que lograron derrocar a la Junta Militar. El filme está dirigido a un público con conocimientos limitados de tales hechos, y, por lo tanto, Larraín se enfoca en aquello que le resulta más desconocido, como fue la planificación de la campaña electoral de la Concertación por el No. Ni siquiera un documental, de alrededor de 90 minutos de duración, recrearía con fidelidad y exactitud lo que fue la salida de las Fuerzas Armadas del poder. En el mejor de los casos sería una aproximación al tema, que si bien resultaría de ayuda para dimensionar el proceso, con seguridad faltarían la mayor parte de los pormenores que estaban detrás. Hace pocos años se presentó el documental “La alegría de los otros”, que narra la manera en la que se vivió el Plebiscito desde el exilio. A pesar de tratarse de un documental, y de las limitaciones que como tal tiene, el resultado es excepcional.

Los antecedentes familiares del director, Pablo Larraín, no deben utilizarse ni mezclarse con la calidad de la película. Las posibles influencias ideológicas de la familia Larraín se mantienen claramente fuera de la película, y, es más, aquellos episodios o anécdotas más personales a gusto del director, claramente expresan sus simpatías por la oposición a la dictadura, hecho que, además, ha quedado constatado en varias entrevistas.

Cabe recordar que el proceso de transición a la democracia se trató de un episodio sumamente difícil por varias razones, entre las que se destacan la gran diversidad de fuerzas políticas que componían esta coalición, y el hecho de que una gran parte de la población que residía en Chile en esta fecha eran simpatizantes de la dictadura ya que numerosos de los opositores vivían en el exilio (para esa fecha alrededor de 500.000 personas se habían ido del país), otro número importante había sido asesinado o hecho desaparecer, y quienes habían optado por permanecer en el país estaban aterrados o se sentían sumamente desconfiados de este proceso electoral, al que consideraban como una estrategia más de la Junta Militar para permanecer en el país.

Ante esta desfavorable coyuntura, el triunfo del NO fue una verdadera derrota para los generales, quienes aceptaron con dificultad los datos que reflejaron las urnas. Si se consideran las elecciones presidenciales que han tenido lugar en el país desde ese mismo año hasta la actualidad, el Plebiscito acabó siendo uno de los mejores resultados electorales de toda la historia de la Concertación. Lamentablemente, y a pesar de los deseos y la buena voluntad de consolidar el sistema democrático en Chile, todavía no ha sido posible anular la constitución aprobada por Pinochet en 1980 ni tampoco conceder a los chilenos que viven en el exterior el pleno ejercicio de su ciudadanía, como es sencillamente la posibilidad de expresar sus ideas políticas a través de los votos. Mientras se mantenga esta situación, el legado de la dictadura de Pinochet continuará estando muy vigente dentro de la comunidad de chilenos que viven fuera de su país, incluso por encima de quienes residen en él.

 

 

(*) Fernando Camacho: es Doctor en Historia por la Pontificia Universidad Católica de Chile y la Universidad Autónoma de Madrid.

 

 

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