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Mandela y Padre Alfonso

Nelson Mandela, en Sudáfrica, y el Padre Alfonso Baeza Donoso, en Chile, lucharon por los derechos humanos. Cada uno a su manera pero con un fin en común.

 

21 de diciembre de 2013 | COLUMNA |

Cuando se nos va un grande

"Los verdaderos líderes deben estar dispuestos a sacrificarlo todo por la libertad de su pueblo" Nelson Mandela.

“Los pobres no son pobres porque Dios quiera, es porque hay injusticia” Padre Alfonso Baeza Donoso, Chile.

 

Por: René Barraza Pizarro

 

El jueves 5 de diciembre, Nelson Mandela o también llamado “Madiba”, por ser el orgulloso representante de su clan, parte al igual que un alma grande con millones de rezos en todos los idiomas y credos. Un hombre que trascendió a su profesión y no fue abogado de un bufete, de una fiscalía o corte, sino rector, espíritu y ley de la humanidad. Su mensaje se hizo decreto de la piedad, de la ternura y la comprensión. Tampoco fue un simple estadista o político, sino embajador del mundo. Su visión de hombre trascendió a su condición de político. Su capacidad de líder se demostró en sus hechos más que en su arenga y el virtuosismo en el arte de saber gobernar se evidenció en sus sentencias absolutas, amplias y comprometidas y no en la demagogia.

Ese mismo jueves, en una orilla del Océano Pacífico, también parte un grande, un Ingeniero Civil que no quería ser sacerdote y, sin embargo, dedica más de 58 años a la vida religiosa y 53 al sacerdocio, fue el cura de pueblo de La Estación Central de Santiago de Chile, me refiero al padre Alfonso Baeza. Aún cuando provenía de una familia acomodada, dedicó su vida a los más pobres y marginados de nuestro país. Trabajó junto al padre Alberto Hurtado y más tarde colaboró en el Comité Pro Paz y luego en La Vicaría de la Solidaridad para ir en defensa de los derechos humanos y luego, la Vicaría de Pastoral Obrera. Fiel a sus principios de estar con los marginados, rechazó pertenecer a la elite eclesiástica y no aceptó ser nombrado Obispo.

Al igual que Jean Valjean, encarcelado por la villanía de la injusta sociedad que le tocó vivir, incorruptible ante la miseria, así también “Madiba”, sufre más de 27 años en prisión tras ir en defensa de su pueblo sometido brutalmente a la bestialidad del apartheid y el régimen racista dominante. No obstante, al igual que Juan el Bautista, su voz siguió siendo grito no acallado; trinchera y bandera tras los barrotes, pero a diferencia de éste, salvó de los intentos de asesinato y cuando logró su libertad, su voz ya no era su voz, ni la de su pueblo, su grito y su causa lo mismo que Jean Valjean, se había forjado en luz y traía una lucha acérrima contra todo infierno.

Ante el golpe militar de 1973 en Chile, la Iglesia Católica, supo responder gracias a grandes hombres, empezando por nuestro Cardenal Raúl Silva Henríquez y otros sacerdotes como el Padre Alfonso Baeza. Inmediatamente formaron el Comité Pro Paz, con el fin de prestar asistencia social y legal ante las violaciones de los derechos humanos. Esta agrupación, sin embargo, no duró más de 2 años, razón por la cual la Iglesia chilena, solicitó al Papa VI la creación de la Vicaría de la Solidaridad. Ésta no sólo prestó asistencia judicial, sino que salió en defensa de la represión contra la gente; en cada iglesia formaron grupos de subsistencia, las ollas comunes; capacitación laboral; apoyo judicial a los presos políticos, torturados y la búsqueda de los detenidos desaparecidos. En ese frente, estuvo desde un principio el querido padre Alfonso Baeza.

Mandela liberado en 1990, tuvo que enfrentarse a sus opresores, a los mismos criminales que sometieron a su pueblo al mayor sistema de segregación racial. Pero una vez fuera, fue el principal representante para el proceso de democratización y armonía de su nación, obteniendo el Premio Nobel de la Paz, y llevando a su pueblo a ser un país democrático y libre a partir de 1994 cuando fue elegido presidente. No obstante, en su trabajo como líder nacional, no sólo se preocupó de emancipar a su gente, sino también de impulsar la unión nacional, creando la Comisión para la verdad y la reconciliación. En resumen, no sólo luchó por lograr el término del apartheid, sino por transformar las mentes de su gente y la de sus opresores.

Por su parte, el Padre Baeza, al término de la dictadura, fue invitado a visitar la cárcel de algunos de los detenidos por violaciones a los derechos humanos y una de sus mayores impresiones fue lo difícil que le resultó lidiar con personas sin sentimiento de culpa. Sin embargo, una situación muy distinta vivió cuando conversó con otro detenido que aun cuando no fue él quien dio muerte en el caso degollados (1), estaba muy arrepentido de haber participado en los hechos y por ello mismo, no se sentía capaz de pedir indulgencia. A pesar, de lo contrariado por la experiencia, el padre Baeza, fiel a su doctrina y religión, sabía que él se debía a todo ser humano, pues son hombres formados en la vocación de la palabra y el evangelio de Jesús.

Es a estos Líderes Nuevos y Eternos a quienes nos debemos en oído, son ellos la extensión de la voz en el desierto, la caña viva que nos trae el cambio. Necesitamos de esos Nuevos Líderes para construir al Nuevo Hombre o al Hombre Nuevo que permita posicionar al mundo en el hogar que necesitamos y queremos. Caudillos con una visión humana y del orbe más multidimensional y cosmopolita, abocados al desarrollo de los pueblos bajo el criterio del respeto; la integridad del individuo con sus semejantes y el medio ambiente y con un horizonte de nación más universal, capaces de suprimir y abrir las fronteras que limitan a los pueblos y su gente.

Mandela fue un luchador que trascendió a la política y que fue capaz, como el mejor héroe de una novela, de colocar a un país gravemente flagelado y dividido en el ejemplo de reconstrucción de la civilidad y humanidad y, el padre Baeza, quien en su rol religioso se entregó completamente a los marginados, trascendiendo con su anonimato a una superioridad de verdadera santidad. Ambos, llamados Hombres, grandes en esencia, supieron trascender a su oficio, entregando cada uno, desde sus trincheras, y tanto en discurso como en hechos, un precioso legado al hombre: la libertad, el respeto y la igualdad del individuo. El que hubiesen partido estas dos grandes almas en un mismo día, más que un doble lamento, debe crear en los espíritus de cada uno, la maravilla de pensar en la simple coincidencia de su partida.

 


(1) Caso degollados, http://es.wikipedia.org/wiki/Caso_Degollados


 

 

Columna anterior:

Por un mundo sin fronteras

Un pueblo que despierta


 
 
 
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