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Svetlana Aleksijevitj
La escritora bielorrusa Svetlana Aleksijevitj. Foto: Vi Läser.
 

11 de octubre de 2015 | CULTURA - LITERATURA |

Nobel El merecido Nobel de Svetlana Aleksijevitj

La periodista y escritora Svetlana Aleksijevitj recibe el Premio Nobel de Literatura 2015. Se puede decir que hacía mucho tiempo que un Premio Nobel de Literatura ha sido tan esperado y tan bien merecido.

Svetlana Aleksjjevitj escribe dentro de la gran tradición rusa de la novela, léase Dostojevsky, Tolstoy, Solzjenitsyn. Y sus temas recurrentes son esas grandes preguntas sobre la existencia humana. ¿Qué es lo que nos hace de verdad seres humanos? ¿La capacidad de crear vida, o la capacidad de negarla, destruírla? ¿Qué se requiere, qué justifica las lágrimas de un niño? ¿Es posible, de verdad, vivir como seres humanos libres y dignos?


Por: Enrique Durán

 

Para realizar, crear, buscar respuestas a esas grandes interrogantes, Svetlana se dirige hacia esas personas, esos seres humanos que tan equivocadamente y tan frecuentemente son llamados “gente pequeña, insignificantes, sin importancia”. Esas personas anónimas, sin rostro en la historia de los pueblos. En las últimas décadas, la frontera entre “ficción” y “realidad” en Literatura se ha vuelto cada vez más confusa, permeable, o intercambiable, si se puede decir así. “Autoficción” ha pasado a ser un concepto con significados simultáneos para un género literario donde la narración, la novela se integra con la autobiografía. El escritor viene a ser su propia fuente de información y de relato, su temática narrativa viene a ser él mismo y los hechos que acontecen a su alrededor.

El género literario que Svetlana Aleksijevitj ha hecho suyo podría definirse como una especie de autoficción colectiva. El sujeto de la narración no es ella misma, no es su “YO”, sino algo mucho más inmenso: es “el individuo soviético”, como ella misma podría definirlo. Pero cuando uno lee lo que narra, se puede dejar de lado el prefijo “soviético”. Es el individuo, la persona, el ser humano lo que importa e interesa. Esa es su temática: el ser humano.

Svetlana nació en 1948 en la ciudad de Ivano, en la Ucrania occidental y creció en lo que conocemos hoy como Rusia Blanca, o Bielorrusia. Sus padres eran profesores de escuela. Y ella estudió Periodismo en la Universidad de Minsk.

Pero sería una simplificación un tanto burda decir que la Academia Sueca ha premiado a una periodista. “Las Voces de la Utopía”, por ejemplo, el nombre que reúne el trabajo de su vida, es Poesía sobre una base documentalista. Svetlana reune material como una reportera, pero lo trabaja, lo reescribe como la poeta que es. Ella busca y convive con una gran cantidad de personas a quienes entrevista ( conversa con ellas, mejor dicho) y escribe después las entrevistas que reune en un poderoso “collage de voces”, coral de voces, para decirlo en mejor castellano, voces grandes, doloridas, un trabajo “coral” para voces que de otro modo jamás serían oídas.

Muchos de sus libros se imprimieron en el idioma original ya en la década de los 80. Pero posteriormente, se editaron en otros idiomas en muchísimas versiones. Libros que causaron sensación en muchos países. No sé si ella ha sido traducida al castellano. Es fácil averiguarlo. Pero en Suecia causó sensación por su relato y descripción de la catástrofe del reactor atómico en Ucrania, “Oración por Tjernobyl” en 1997. Ese episodio inolvidable, por ejemplo, del niño que acompaña a su padre en su trabajo de limpieza del material radioactivo, en el reactor atómico destrozado. El niño juega con la gorra de trabajo del papá que está llena de radioactividad. Se la pone en su pequeña cabeza. Y muere junto con su padre. Nos deja una sensación de impotencia,de asombro, incredulidad. Y sin que puedas contener las lágrimas, te sientas en el suelo y la desesperación te inunda.

Muchas importantes editoriales suecas se negaron a imprimir sus libros. Eran demasiado atroces, brutales, según la definición de un editor. Ordfront, una pequeña editorial socialista nos entregó en Suecia su reportaje sobre un suicida, Se titulaba “Förförda av döden”, “Seducido por la Muerte” en traducción libre al castellano. Y después, otra pequeña editoria, Ersatz ha editado en los últimos años toda la secuencia enciclopédica que Svetlana ha titulado “Voces de la Utopía”, traducida al sueco. Ella contiene los títulos “La Guerra no tiene rostro femenino.” “Tiempo de Segunda Mano” “Los muchachos del Zinc” y “Los últimos testigos: solo para voz infantil.” Aquí ella nos cuenta sobre esos niños que vieron desaparecer a sus padres en la gran guerra, sobre las mujeres que lucharon en el Ejército Rojo, sobre los jóvenes que fueron enviados a casa, desde Afghanistán, en ataúdes de zinc, sobre el hombre y la mujer “rojos” llenos de nostalgia ante su desaparecida Unión Soviética. Para ellos, la Unión Soviética no era una cárcel, la prisión como la han llamado los cronistas europeos. Era su casa. El hogar donde vivían.

En muchas de las páginas de los libros que Svetlana ha escrito hay escenas que dejan al lector en agonía, en sufrimiento y compasión por esta condición última de cada ser humano. Como ésta, extraída de “La Guerra no tiene Rostro de Mujer”. Un grupo de partisanos soviéticos ha sido cercado por tropas alemanas y se ocultan en un pantano. Los soldados guerrilleros están hundidos en el agua pantanosa hasta la garganta. Una mujer radiotelegrafista lleva sobre sus espaldas un bebé. Su hijo de apenas unos meses. El bebé llora, porque tiene hambre. Los senos de su madre están vacíos. Los perros de los alemanes están muy cerca y olfatean las huellas de los guerrilleros. Entonces hay una decisión que tomar. Y Svetlana escribe:

“Nadie se atrevía a pronunciar las órdenes del jefe guerrillero. Pero la madre comprendió. Sumergió entonces el chal con el niño en el agua y lo dejó estar allí un momento largo...El niño dejó de gritar... todo quedó en completo silencio...”

Es una escena dura y despiadada. Es quizás por eso que creamos y leemos Literatura. Porque nos compadecemos de nuestra condición humana dura y despiadada.

En la década de los 90, Svetlana Aleksijevitj fue sometida a proceso en Minsk acusada de mancillar, ensuciar la memoria de los veteranos de la guerra de Afghanistan, en su libro “Los muchachos del Zinc". Ella escribe en su defensa ante el proceso con claridad y hasta elegancia sus puntos de vista éticos y estéticos.

“ ... ¿tengo yo que demostrar que hay verdad y credibilidad, que un documento literario no es igual a un certificado emitido por un Comisario de Guerra o a un billete de ferrocarril? Los libros que he escrito son al mismo tiempo documento y mi retrato, mi imagen de este tiempo. Colecciono, reuno detalles, sensaciones y sentimientos no sólo de una persona en particular, sino también de los tiempos que vivimos, de las atmósferas, del espacio, de las voces que existen. No busco nada que esté fuera de la vida de cada ser humano en particular, sino lo que existe en la misma realidad. Documento – es lo que en parte muchos otros me relatan, me confían, en parte también lo que yo como artista, escritora puedo ver, constatar a través de mi propia visión del mundo, de mi propia capacidad de entendimiento.”

Es de esta manera como los grandes escritores en la tradición realista han trabajado siempre. Y la verdad que ellos observan en la realidad que describen ha sido comunmente incómoda, desagradable para los dueños del poder. Svelana Aleksijevitj ha vivido más de un decenio en el exilio. Entre 2006 y 2008 vivió exilada en Gotemburgo. Allí inició una colaboración que aún se mantiene con el diario Göteborgs-Posten y también conoció a su traductora al idioma sueco, Kajsa Öberg Lindsten.

Al igual que muchos otros escritores que han recibido, o que hubieran merecido recibir el Premio Nobel, ha sido también premiada con el galardón más precioso de Alemania, el Premio de la Paz, que conceden las editoriales y librerías alemanas. Svetlana lo recibió en el 2013. Dos años antes había recibido el premio polaco “Ryszard Kapuscinski” llamado así en memoria de uno de sus grandes precededores como poeta documentalista.

Desde hace dos años ha regresado a Minsk, donde vive totalmente ignorada del régimen autoritario de la Rusia Blanca. Trabaja en una nueva obra con entrevistas cuyo tema, esta vez, es el amor.

Interesante, ¿no? Si hay algo estropeado, maldecido y pisoteado en este mundo, es precisamente eso: el amor. Pregúntenle si no a Gabriela Mistral.

 

 

 

Notas relacionadas:

 

La escritora bielorrusa Svetlana Alexievich es galardonada con el Premio Nobel de Literatura 2015

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