18 de julio de 2011 |COLUMNA
Las protestas en Chile
Por: Lilian Aliaga
Los días transcurridos del mes de julio han sido de los más abundantes en opiniones, explicaciones, especulaciones, ha habido como nunca debates, análisis filosóficos, sociológicos, económicos. Todo ello tratando de encontrar explicación para el resultado de la última encuesta que recoge la opinión ciudadana, correspondiente al mes de junio; y que ha entregado lapidarios resultados no tan sólo para el actuar del gobierno sino también de la oposición.
La mayoría de las opiniones, finalmente coinciden en un punto: el cansancio de la ciudadanía frente a la tremenda desigualdad social que ha caracterizado desde siempre a nuestro país. Desigualdad que, a la luz de un gobierno liderado por empresarios, parece hacerse más evidente.
- Siempre ha habido pobres y ricos, desde los tiempos bíblicos- la afirmación que antaño se escuchaba frecuentemente decir a muchos con absoluta resignación, hoy es aceptada por muy pocos, en especial en nuestro Chile actual.
A diario somos bombardeados por cifras de crecimiento económico, de empleabilidad y otras que por sus características técnicas, quizás ni siquiera sean totalmente comprendidas por la mayoría; pero, aun así, el mensaje que llega al ciudadano común es que el país vive tiempos de "vacas gordas". El mismo presidente de la república ha afirmado hace pocos días que "el país está bien".
¿Y si el país está tan bien, por qué yo, ciudadano de este país, estoy mal? .....Es la pregunta obligada.
La televisión más que cualquier otro medio de comunicación, creo, juega un rol protagónico en esta percepción ciudadana. Las imágenes de un mundo donde todo parece estar al alcance de la mano. Lo último en tecnologías de todo tipo, la oferta de atención en salud, de educación, de créditos en condiciones inmejorables. Incluso los noticiarios, de un tiempo a esta parte, exhiben abundantes notas de alternativas para vacacionar en invierno o en verano, dentro y fuera del país; en fin, toda una gama de productos y servicios se ofrecen y desfilan ante los ojos de espectadores que incorporan, incluso de manera subliminal, una realidad que en lo personal, les es totalmente ajena, excepto para una muy pequeña minoría.
Esa imagen de país exitoso, es la que se enfrenta día a día a la cruda realidad de vivir con un sueldo mínimo vigente de $ 182.000, y que no permite ir unos días a disfrutar de las bondades de nuestras abundantes y tan publicitadas aguas termales en invierno, o de nuestras aún más abundantes y bellas playas, en verano. Tampoco permite acceder al preuniversitario que "asegura" el éxito para ingresar a la carrera que ansía estudiar el hijo. Ni siquiera, en muchos casos comprar la bebida "cola" auténtica, ésa del mundo de fantasía, sino que hay que conformarse con la "alternativa", a mitad de costo y que a regañadientes los niños han terminado por aceptar.
Lo que sí permiten los escuálidos sueldos de la mayoría finalmente es: ¡acceder a un crédito!, la única manera de ser parte de este Chile que los medios nos muestran día a día. Es así como también las cifras del endeudamiento promedio son alarmantes y qué decir de la usura y la codicia de quienes ven aumentar su riqueza a expensas de esta gran masa de compatriotas.
Eso es un cuento aparte.
De ahí, como es lógico nace la tremenda frustración que embarga a un número cada vez más creciente de personas que hoy repudia a la clase política en general. De eso es de lo que ya parece haberse hastiado la mayoría ciudadana. Los jóvenes, valerosos e idealistas, como lo han sido siempre, lideran las protestas y en el fondo, al exigir mejor calidad e igualdad en la educación, lo que están pidiendo es en palabras simples: Que habiendo cumplido 200 años nuestra patria, la gran torta, de la cual tanto se ufana el gobierno al cual le ha correspondido soplar las velas... ¡Se reparta en partes iguales!.
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