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El cóndor chileno
El cóndor chileno. Foto: labenak.blogspot.com
 

17 de septiembre de 2012 | COLUMNA |

Esta semana nos llena de orgullo y satisfacción que nuestro colaborador Víctor Aquiles Jiménez haya sido galardonado con el Premio Cóndor 2012 en la Categoría Literatura, por la Federación de Chilenos en Suecia, Chilenska Riksförbundet. Junto al equipo de Magazín Latino le damos, a este maestro de la palabra, nuestras más sinceras felicitaciones y esperamos que nos siga deleitando por mucho tiempo más con sus relatos, sus cuentos, sus columnas, poemas y tantos bellos textos que resultan de una pluma tan prolífica. ¡Felicitaciones, querido Víctor!
La redacción.

Un premio, una canción, un cuento, una gratitud

Por: Víctor Aquiles Jiménez H.

Hoy (2012-08-31) se cumple una semana desde que recibiera una agradable carta de Chilenska Riksförbundet de Estocolmo, Suecia, donde se me informa que he sido distinguido con el Premio Cóndor 2012 en la Categoría Literatura, firmado por el Sr. Mauro González Tapia, presidente de la organización. Esta distinción me ha sorprendido profundamente, por provenir de la Federación de Chilenos en Suecia, quienes se sienten interpretados por mi quehacer, y me llena de satisfacción que lo sientan de esta forma, porque me viene a demostrar que no estoy solo en esta tarea silenciosa y cuasi solitaria, que es la de escribir en Suecia, como en cualquier lugar del mundo.

Quiero dejar en claro, que no me gusta hablar de mí, todos mis cercanos lo saben, soy muy reservado y no es una postura para hacerme el interesante, pero la verdad es que prefiero hablar de otros a través de mis cuentos, novelas, poesía y ensayos. Por eso me he quedado dándole vueltas y embelesado por este premio que me ha sorprendido plenamente. Escribir es un trabajo agobiador, con pocas recompensas inmediatas, pero alguien tiene que hacerlo, y una vez que se le coge el ritmo y el gusto difícilmente se puede dejar, confieso que lo he intentado muchas veces y me he dedicado a estudiar y a diversos oficios en mi vida, pero vuelvo a caer, porque alguien tiene que escribir con certera y reposada mirada acerca de lo que hay, de lo que pasa en el mundo, entre las personas, los animales, el medio ambiente, las guerras, los crímenes, la corrupción, y alguien tiene que imaginar un mundo mejor, inventar universos, adelantarse al tiempo con la imaginación y fantasía y hacer de profeta. Esta profesión tan admirada, por aquellos escritores que dejaron huellas, es una profesión maltratada, incomprendida y dura, porque siempre alguien pregunta: "¿Y aparte de escribir, a qué se dedica usted?" Esta pregunta llena de veneno es la que tenemos que aguantar la mayoría de quienes nos dedicamos a este oficio, y no vale la pena tomarse el tiempo de responder a esta falta irreverencia. He escrito mucho sobre esta estúpida y mal intencionada pregunta.

También quiero decir que ser escritor es una profesión llena de peligros, y el simple hecho de trabajar duro para no ganar un peso, ya es un riesgo que espanta a aquellos que quieren ser escritores con escaso talento atraídos por el falso glamour que destacan los medios con autores famosos. En cambio el talentoso también viene dotado de voluntad y de la fuerza necesaria para asumir su vocación y ponerse al servicio de la humanidad y si desarrolla bien su trabajo, sin darse cuenta, paso a paso, en este caso, página a página, logrará hacerse un lugar en la sociedad, ganarse el respecto y volverse indispensable, esto puede tomar muchos años, pero no hay que buscar el éxito por el éxito, sino que la obra sea buena, original y necesaria. Como todo, el hecho mismo del trabajo depurado y estilista que se consigue con la práctica, con el tiempo, pueden llegar sorpresas: premios literarios, publicaciones en distintos medios, ediciones de libros y diversos reconocimientos. La alegría de poder interpretar y escribir sobre personajes de la vida, de aquellos que teniendo voz no pueden contar sus experiencias es algo extraordinario para el escritor y es mucho más gratificante cuando los lectores se acercan y agradecen lo que han leído del autor porque se han sentido interpretados. Esto es una recompensa incomparable.

No quiero extenderme demasiado en esta introducción y me adentraré en el tema con el que he comenzado, que es la distinción que me ha concedido la Chilenska Riksförbundet, con el Premio Cóndor en la Categoría Literatura y en honor a eso haré mención al cóndor, esta ave andina tan conocida por los latinoamericanos. Esta hermosa ave, símbolo chileno, también ha llenado mi imaginación desde la más tierna infancia, para en la juventud aún deleitarme con la canción El cóndor pasa de Simón y Garfunkel , trovadores norteamericanos que se hicieron famosos mundialmente con esa canción que marcó todo un hito en la historia de la música.

De alguna u otra forma he estado conectado al cóndor, y como todo chileno fui un tiempo fanático de Condorito, caricatura de un típico chileno representado como cóndor, especialmente cuando salía de la mano de su propio autor Pepo (Renato Andrade) a quien admiraba. También supe de la mal llamada "Operación Cóndor" que las dictaduras del cono sur habían creado para reprimir y asesinar a quienes consideraban un peligro a sus intereses, escribí mal llamada "Operación Cóndor", porque el cóndor es un ave noble, que ocupa un sitial en el escudo chileno, es un ave hermosa, gigante que se pasea continentalmente en el techo del cielo americano; un emblema de la majestuosidad de la naturaleza que no puede asociarse a una gesta y secta criminal. Pero eso es tiempo ya pasado, nada debe ensuciar la imagen del cóndor, ni siquiera asociarlo con el dicho chileno "mandarse un condoro" eso será por el mencionado Condorito con su famoso "¡Plop!" cuando las situaciones acababan mal o eran sorprendentes.

Para terminar, queridos amigos míos, quiero invitarles a leer el cuento El cóndor que escribí para la antología Entre gozos y rebozos, año 2010, editada por Palabras y Plumas Editores, de México, dirigida por mis amigas las Dras. Susana Arrollo-Furphy y Herlinda Dabbah Mustri.

No puedo cerrar está página sin dejar de agradecer a las personas que me postularon a este premio, lo hago de todo corazón y humildad, porque para mí es muy importante este reconocimiento, y reitero mi gratitud a Chilenska Riksförbundet y a su presidente el Sr. Mauro González Tapia.

Les dedico este premio a mis amigos lectores de Magazín Latino, a su directora, que fue la primera en felicitarme, Marisol Aliaga.

¡Un abrazo a todos queridos amigos!

 

 


El cóndor chileno

 

 

EL CÓNDOR

I

El director tiene que haberlo soplado a la policía, porque vio dibujarse en su rostro el clásico desdén y desconfianza de los serviles cuando él comenzó hablar de la libertad, de lo necesaria que era, tanto para los animales como para los hombres...

Tenía abrazado de tal manera al cóndor que apenas se movía; pero sí sus patas tiesas que se agitaban nerviosas. La mirada desvalida y desesperada del buitre andino, soberano de las alturas, le destrozaba su terrenal alma. Debía hacerlo, no lo entregaría vivo a esa tropa de fanáticos matones. Su cóndor nacido en cautiverio no sabía volar, nunca había alzado el vuelo en sus diez años de vida. Una vez que lo soltara al vacío desde ese acantilado no alcanzaría a desplegar sus alas, estrellándose como un saco de arena entre las filudas rocas marinas. En ese caso saltaría él también. Cerrando el ojo que no estaba tumefacto por la golpiza recibida horas atrás soltó con rabia y dolor a su único y fiel amigo al abismo.

Los niños del campo se maravillaban de ver a un payaso manejando un destartalado camión Ford año 1946 que llevaba sobre el techo de la cabina un cóndor, cuyas patas iban amarradas a una barra especial con cuerdas de cuero y que extendía sus enormes alas, dando la impresión que saldrían volando cuando el vehículo imprimía velocidad.

Le había enseñado a reconocer algunos sonidos que interpretaba en una trompeta, a lo que el cóndor respondía desplegando sus alas porque sabía que llegaba el momento de comer. Con esta "gracia" del rey de las cumbres, armó su espectáculo para escolares rurales donde no llegaban "artistas tan elevados". Las circunstancias le obligaron a volverse payaso y "trompetista", y con la experiencia que otorga la práctica, tuvo su número artístico montado para ofrecer tierra adentro. Esa mañana la agria expresión del rostro del director de la escuela le contagió a él de mal humor, se veía que no le agradaba su inmensa ave, ni su alegre rutina, pese a que los niños y profesores se apretaban los estómagos riendo. Por eso, traicionado por su maldita rebeldía improvisó un discurso sobre la libertad de los cóndores, que debía ser imitada por los seres humanos aunque no tuvieran alas. De pronto el director de la escuela enfundado en su traje gris abandonó el patio apresuradamente.

II

Se bañó con agua de mar para borrar su cara de payaso y limpiarla de sangre reseca y cauterizar con la sal algunos cortes. No sabía por qué los uniformados a pocos kilómetros del colegio se ensañaron con él. ¡El director le denunció! Mientras le golpeaban le gritaban que era un agitador. El oficial le advirtió que no tenía que "denigrar" al cóndor, porque era un símbolo noble de la libertad de la nación inserto en el escudo patrio. Por eso merecía la cárcel. Como había salido de payaso, argumentó que sus documentos los tenía en casa y que podrían pedirlo a su mujer en la ciudad. El oficial le hizo saber, que una vez que confirmaran su residencia e identidad volverían inmediatamente.

III

Estaban desde algunas horas situados estratégicamente controlando la salida de la zona rural y la entrada a la ciudad. El cacharro con el payaso tendría que pasar por ahí; en caso que hubiera intentado evadirles por algún cruce desconocido encargaría su detención a todo el país. Ya le pondría las manos encima, no podría ir lejos. Se la jugó el payaso dándole una dirección falsa; no era casado y nadie le conocía en la ciudad.

Un lugareño que caminaba resuelto a la ciudad con sus manos en alto mostrando su carné fue interpelado por el capitán.

-¡Documentos, señor!

El campesino estaba eufórico.

-¡Ordene jefe! ¡Alabado sea Dios! Iba justamente al cuartel a denunciar una desgracia ocurrida a unos siete kilómetros de aquí, hará como tres horas. Vi saltar a un payaso al mar abrazado a un cóndor. ¡Terrible! Un viejo camión abandonado en la calle les indicará el lugar.

-¡Vamos! -dijo el oficial a sus subordinados. ¡El hijo de...!

El campesino quedó asombrado de la velocidad con que el carro policial desapareció por la carretera. Sonrió levemente para que las heridas del rostro no se abrieran. Emprendió sus pasos a la ciudad, jamás nadie le hallaría. Muy alto, quizás a dos mil metros de altura, un puntito que volaba en círculos le vigilaba con cariño. En el mismo segundo del despliegue de las alas del cóndor él desplegó su libertad también.

 

 

 

 

 

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