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Gráfico

Gráfico generado del estudio realizado el 2013 por los profesores de la Universidad de Chile, en base a datos del Servicio de Impuestos Internos de Chile (SII), señores Ramón López, Eugenio Figueroa, Pablo Gutiérrez.

 

05 de mayo de 2014 | COLUMNA |

1 de mayo de 2014 – Día Internacional de los Trabajadores

¿Celebran algunos o celebramos todos?

Por: René Barraza Pizarro

 

Para un Chile en vías de desarrollo, elogiado por muchos por los buenos índices mostrados en crecimiento económico, calidad de vida, desarrollo humano, ingreso per cápita, los que se encuentran entre los más altos de América Latina, sin duda, celebrar el día del trabajador es motivo de orgullo, porque estas cifras son el resultado de una población que entiende y lucha, diariamente, por dignificar su patria, su nación y principalmente, la tierra de sus hijos. Es el logro y esfuerzo de todos: políticos, empresarios, estudiantes, iglesias y todos los que conformamos este país, pero, sin duda que es el éxito de la noble energía de todos los trabajadores, que con tesón, responsabilidad y sudor, hacen posible la conclusión de estas cifras.

Sin embargo, cuando observo los registros de la distribución de la riqueza, gráfico que generé, a partir del estudio realizado el 2013 por profesores de la universidad de Chile (1), quienes se basaron en datos de la tributación e ingresos de los contribuyentes, según bases del SII y no de la Encuesta Casen, que es la que mide las desigualdades económicas y sociales del país, no dejo de asombrarme. En esta gráfica se puede apreciar lo siguiente:

1) El 93,3% de la población sólo concentra el 58% del total de la riqueza del país.
2) El 6,7% restante, la población más adinerada de los chilenos, percibe el 42% de los ingresos totales del país.

Estas cifras son más duras aún, si se considera las utilidades retenidas o las ganancias de capital, mecanismo de nuestro sistema tributario que permite a los más potentados esconder sus ingresos reales.

Pese al crecimiento sostenido del país, inclusive en periodos de crisis económica mundial, la distribución de la riqueza es la más desigual de todos los países que conforman la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) y lo peor es que Chile, a diferencia de los demás países de la OCDE, tiene un sistema tributario integrado, es decir, el impuesto que pagan las empresas se rebaja del impuesto que deben pagar los socios o accionistas de la misma empresa. Así también, tiene incentivos tributarios de postergar indefinidamente la distribución de las utilidades, lo que implica mayores ganancias de capital para los accionistas cada vez que estas se capitalizan y no pagan impuestos. Situación que no ocurre en los demás países que integran la OCDE.

Continuando con la lectura del gráfico, habría que agregar que del 93,3%, un 80% de la población en Chile gana menos de USD 1.096 ($618.000 pesos chilenos) y un promedio de USD 338 ($190.000 pesos), muy distinto a la población más rica, que gana más que los países más ricos del mundo, como Suiza, por ejemplo.

Agregando otro dato, según la Encuesta Casen 2011, el 50% de los trabajadores gana menos de USD 440 ($250.000 pesos), cercano al ingreso mínimo del país USD 372 ($210.000 pesos).

Esta desigualdad económica conlleva a una desigualdad social negativa, sobre todo cuando son generadores de tristes realidades, como las grandes diferencias educacionales que se han incrementado a raíz de una precaria educación municipal versus una privada, los aranceles de nuestras universidades son las más altas después de EE.UU. y con una calidad que dista de estar dentro de las mejores del mundo; la segregación residencial, sus asentamientos informales, que quedan al descubierto con catástrofes nacionales, similar a la sufrida con el incendio en Valparaíso; los deficientes Sistemas de Salud y Previsión que al igual que nuestro sistema educacional, se convierten en servicios privados (empresas) que lucran y se benefician con los precarios recursos de la población trabajadora chilena y no prestan el servicio ni los beneficios esperados.

Si, debemos estar orgullosos de vivir en un país donde existe un gran sentido de solidaridad, cada vez que la naturaleza o un siniestro nos golpean como pueblo o en la voluntad de ir en apoyo como lo es el acto libre de la Teletón.

Por años los trabajadores hemos aceptado un sistema neoliberal, que ha permitido contar con un país estable económicamente y se encamina al desarrollo. Pero es tiempo también de dejar las malas prácticas, dar el salto a un país más humanitario, menos segmentado y equitativo donde nos comportemos a la altura de los demás países que componen la OCDE. Es necesario creer en que es posible llevar a cabo el clamor ciudadano por una mejora con un salario ético familiar; educación gratuita, sin fines de lucro y de calidad; un sistema previsional, de vivienda, de salud, que permitan dar mejor forma a sus objetivos, así también una clase política con sentido de servicio y no monetaria, que sus sueldos sean acordes a la realidad nacional, a fin de no obtener sueldos vitalicios, dietas o remuneraciones que superan 30 o 40 veces los ingresos promedios de los chilenos y un empresariado que dignifique a sus trabajadores, acepte cooperar con una tributación justa, real; apruebe el término del FUT y las garantías de un sistema tributario integrado.

Es relevante para el Chile de hoy una mejor distribución de la riqueza y realizar las reformas tributarias que se necesitan. Es preciso que el 1 de mayo, no sea más un mero día de descanso para muchos de los trabajadores que componemos esta nación, sino un día en que el país y la mayoría de sus ciudadanos celebre y experimente un sentimiento patriótico de bienestar y felicidad. Una patria que coloque a sus trabajadores en el sitial que se merecen.

 

 

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