Logotipo

Portada Suecia América Latina Mundo Multimedia
 
 
Copa Mundial - Brasil 2014

Obra de Paulo Ito, pintada en una escuela de Sao Paulo.

 

24 de junio de 2014 | COLUMNA |

Copa Mundial - Brasil 2014

 

Por: René Barraza Pizarro

 

Siempre ha sido difícil hablar de política económica, más aún en estos días de fiebre mundialera. En el bello y alegre Brasil también resulta difícil discutir las implicancias de desarrollar una copa del mundo sin dejar fuera los costos sociales que esto implica. Un país bello por su diseño arquitectónico tan acorde a sus espacios naturales, sus amplias playas y el medio naturalmente selvático de su tierra. Ahí destacan los grandes arquitectos de Brasil, entre los que se puede señalar a Inácio Ferreira, Oscar Niemeyer, Lucio Costa entre tantos otros.

Sin duda la gran inversión de US$3.700 millones en estadios y los US$11.000 millones que desembolsó el estado para toda la logística de turismo, son para la presidenta Dilma Rousseff un gran dolor de cabeza ante los detractores, principalmente dado por la gran problemática de un flagelo latinoamericano, tal cual lo es la mala distribución de la riqueza y las crudas imágenes de desocupación que recorrieron el mundo, de esos asentamientos precarios y vulnerables que son las favelas.

Mi postura, quizás no muy objetiva por mi condición futbolera y la gran algarabía que produce en mi alma este certamen, tan lleno de un sentido de hermandad entre los pueblos, es arriesgarse a ser sede del evento. La inversión se recupera por los miles de turistas que este genera. Además, mi afición me lleva a recordar la célebre frase del gran dirigente del fútbol chileno, Carlos Dittborn, quien, promoviendo el mundial de 1962 en Chile, frente a un pueblo que recién se levantaba del mega terremoto de 1960 en Valdivia, el más grande del que se tiene registro en la historia de la humanidad, señaló: “porque no tenemos nada, queremos hacerlo todo”.

 

Esa misma inclinación me trae a la memoria este día miércoles 18 de junio, en el Maracaná, donde mi primera reflexión del día fue, “ojalá que Chile le gane a España, hoy”. Una España que venía herida por una goleada descomunalmente vistosa que le propinó “la naranja mecánica”, fue el desquite de la final del mundial anterior. Por lo tanto, para Chile, era un escenario muy difícil. No obstante, como muchos lo dijeron, Chile, no sólo ganó, sino que dio un espectáculo en fuerza, energía y elegancia en el juego. Pero, principalmente dio un gran espectáculo al mundo, con más de 30.000 chilenos que enmudeció y conmocionó a muchos pueblos, con una canción nacional cantada a corazón y garganta.

¡Qué emoción! ¿Será qué es el grito de los sueños, o es reflejo inconsciente de un colectivo que refuerza el sentido de no olvidar a una patria privada de libertad? Pues la forma y el modo sorprenden. Se refleja en los rostros y gargantas la fuerza de un, “de los libres o el asilo contra la opresión”, acentuados y a todo pulmón. Son esos impulsos los que destacan la jornada, una mano en el corazón y el canto nacional, sonando en un estruendo, al unísono, que congela la sangre y ensancha los espíritus. Sin duda, ese sólo gesto permitió decir que Chile entró ganando, al menos un gran punto del encuentro: el amor, la pasión y el orgullo de sentirse chilenos.

Y en la cancha, ese día al menos, no fue distinto a ese sentimiento. El equipo supo responder, se notó madurez en cada uno, estuvieron todos a la altura del choque deportivo, lo mismo la estrategia definida por Jorge Sampaoli, entrenador de Chile. En lo personal, he vivido sólo 2 partidos en que no he estado preocupado por la hora o por el término del juego. El primero, fue el 15 de octubre de 2008, en que Chile venció por 1 a 0 a Argentina, en duelo tras las eliminatorias mundialistas del 2010, con gol de Fabián Orellana. Un partido sobresaliente en que Chile anuló a Argentina, a Messi. El segundo fue éste, de Chile vs España.

En esa primera oportunidad, fue el gran Marcelo Bielsa quien nos trajo la alegría, descubrió con mucho mérito profesional a éste mismo grupo de jugadores que hoy actúan en nuestra selección. Fue él quien le dio a muchos de estos jóvenes la oportunidad de sobresalir en el medio nacional e internacional. Jóvenes que ni siquiera tenían titularidad, sin embargo, gracias a disciplina y estrategia de juego, permitió a Chile clasificar segundo para el mundial del 2010 y romper muchos estigmas negativos del fútbol nacional.

El sueño de ese entonces era reformar el fútbol en Chile, y Bielsa no sólo se puso la camiseta, sino que asumió la causa, y junto a Mayne Nicholls intentaron cambiar las malas prácticas de los dirigentes deportivos, así también mejorar la distribución de los recursos a regiones, como también aumentar la competencia y potenciar los clubes de dichas localidades, a objeto de no tener sólo 3 o 4 clubes importantes.

Bielsa no sólo se comprometía con el equipo, además, destinaba dinero de sus propios ingresos para implementos deportivos. El cambio no fue posible, pudieron más los dirigentes de los grandes clubes y quizás el peso de un error.

¿Qué habría pasado aquel día, si Bielsa no hubiese realizado el desaire de no extender la mano al entonces presidente, Sebastián Piñera, cuando se despedía a la selección chilena camino a Sudáfrica? ¿Habría continuado Mayne Nicholls y por ende Bielsa? En fin, después de eso Chile volvió a los mismos fantasmas del pasado, con el nuevo entrenador, Claudio Borghi. Menos mal que antes que se hundiera el buque, contrataron a un seguidor del estilo Bielsa, Jorge Sampaoli, con el que se ha podido recuperar lo iniciado.

Nunca sabremos si hubiesen sido distintos los hechos, tampoco sabremos los motivos que llevó al entrenador de Chile a hacer lo que hizo.

Será una anécdota más como tantas en la historia del fútbol. Lo mismo, quizás, como el coraje de aquellos rusos del Dínamo de Kiev, cuando en plena guerra mundial, los nazis invadieron a la Unión Soviética y amenazaron al equipo de muerte, si es que no se dejaban ganar.

¿Qué lleva al ser humano a no querer traicionar sus principios? Aún teniendo como árbitro a un oficial de las SS, no sólo no se dejaron ganar, sino que ganaron por 2 goles de diferencia. El resultado de esa osadía, la pagaron con la tortura y la muerte.

Hoy, que vivimos el Mundial en Brasil, nada mejor que pedir que el evento esté a la altura de la actividad, que se permita el jogo bonito, se potencie el buen arbitraje, se privilegie el juego limpio, honesto y que gane el mejor en cancha. La selección chilena, desde aquel 1 a 0 con Argentina, hasta el 2 a 0 contra España, ha demostrado que los monstruos no existen, sólo los miedos y éstos se superan. Por otra parte, el pueblo que acompaña a la roja ha cambiado el símbolo del juego, “la brazuca”. Cada vez que juega Chile, no son 11 guerreros colocando la bandera (el balón) en el arco contrario, sino la búsqueda del alma, la energía de ese pueblo que se abalanza delirante con sus miles de gargantas.


 

 

Otras columnas del mismo autor:

21 de mayo, primera cuenta pública en Chile

1 de mayo de 2014 – Día Internacional de los Trabajadores

Encuentro literario junto al río y la montaña

La abstención en las Presidenciales chilenas

Cuando se nos va un grande

Por un mundo sin fronteras

Un pueblo que despierta


 
 
 
Copyright 2014 © Magazín Latino

All rights reserved.