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Cuento navideño
Foto: Navidad.es
 

24 de diciembre de 2012 | COLUMNA |

Maribel y la luna

Cuento navideño

Por: Víctor Aquiles Jiménez H.

Maribel miraba sin saber cómo reaccionar ante el coche de madera que había al lado de su cama, un juguete rústico lleno de colorido que el presidente de la Junta de Vecinos vino a entregar en la tarde anterior para ella. Lo miraba como si fuera un arco iris con ruedas. Faltaba la muñeca. Su madre, la señora Gladys, sentíase contenta con este regalo caído del cielo.
Como es sabido, todos los niños muestran sus juguetes antes que el Viejo Pascual pase por sus casas. Maribel, con toda su inocencia fue a "inspeccionar" los juguetes de sus amiguitos del barrio. A la hora del almuerzo relató, con feliz impresión, lo que viera.
- Me alegro que los niños vecinos tengan lindos juguetes - dijo su madre -, eso demuestra que sus padres les quieren mucho.
A la niña le brillaron los negros y grandes ojos.
- ¿Ustedes me quieren mamá...? ¿Por qué no me han regalado nada?
- Maribel tu sabes que te adoramos, te regalamos el coche.
- ¿Cómo, no me lo trajo un señor ayer?
-¿Quién te lo dijo? No seas tontita, ese es el regalo mío y de tu papá.

Pedro Quintana, mientras almorzaba en silencio escuchaba los reiterados relatos que su hija hacía, maravillada de cuantos juguetes viera.
- ...Susana tiene una muñeca preciosa que habla. María recibió una bicicleta. Marcelito tiene un robot y el niñito del frente tiene un triciclo. La Rosita no me quiso mostrar nada porque dijo que el Viejito tiene que pasar a la noche. ¿Va a venir a mi casa también?
Ante el silencio de su esposo, la mamá de Maribel se apresuró a responder con cierta dureza:
- Son mentiras esas, el Viejo Pascual no existe hija, son los padres que con sus esfuerzos compran y hacen los regalos. No te ilusiones esperando nada, ya tienes un juguete y no nos pongas tristes pidiéndonos algo que no te podemos comprar aunque quisiéramos.
- Déjala no más Gladys - reaccionó el padre de Maribel -, no hay para qué desilusionarla todavía, a su tiempo comprenderá.
Pedro Quintana sentíase alegre, después de Pascua comenzaría a manejar un camión. Solicitaría a su patrón un anticipo para cancelar las cuentas de la luz y el agua. Maribel comenzó a gimotear que quería una muñeca.
- De llegar a tener dinero Maribel, te compraré zapatos nuevos en vez de muñeca – le dijo la madre a la niña.
Maribel se tiró de espaldas, presa de un ataque de rabieta, llanto y desconsuelo, no podría lucir su coche sin muñeca. La señora Gladys, a modo de hacerla entrar en razón, le dio una palmada suave que en vez de calmarla aumentó la escena triste.
- Apenas reciba el primer pago - dijo el padre - le vamos a comprar una linda muñeca. No debiste darle esa palmada, aunque haya sido suave.
-Mira Pedro, ella no es tonta y sabe muy bien que en estos momentos apenas tenemos plata para hacer una sopa. Debe aprender a conformarse con lo que tiene y no envidiar a nadie.
- Bueno, si tienes razón - dijo el hombre, no vamos a discutir delante de ella, precisamente en esta fecha que representa la paz, la bondad y la caridad entre los niños. Aprovecharé de pedirle un adelanto al patrón para cancelar la cuenta de la luz.
Pedro besó el rostro de su hija con ternura y pena, secando las espesas lágrimas que salían de esos ojitos como de uvas negras.
Maribel esa noche se durmió a sollozos. Su madre con un suéter, chombas de lanas viejas, medias rotas y calcetines, trapos y camisas hilachosas para utilizar de relleno se dio a la tarea de hacer un estrafalario muñeco.
Cabeza negra, chaleco cuadrillé, corbata lila, piernas blancas, zapatitos rosados, manos rojas,, cabellos trenzados y amarillos, ojos de botones y boca zurcida con lana color salmón....más un diente blanco que le daba un aspecto simpático y risueño..
Dormía Maribel cuando su mamá dejo el muñeco a su lado.
-¡Chitas, ahora tú! - exclamó con pesar Pedro Quintana al regresar. ¿Qué pasa, se puede saber?
Secándose la nariz con la punta de su pañuelo, conteniendo apenas los sollozos, su mujer indicó con la mirada la habitación de Maribel. Alarmado el padre de la niña fue rápidamente a ver qué sucedía, deteniéndose en el umbral al ver un despatarrado muñeco en el suelo. Comprendió todo inmediatamente. Tomando el extraño muñeco hecho por su mujer caminó hacia la cama de su hija. Cuando ella le vio venir con "esa cosa" hundió su cara en la almohada. Pedro acercó su boca a la orejita de la niña y le susurro suavemente:
- Este simpático Marmachulo que tengo entre las manos, me persiguió ayer por la noche para contarme una terrible historia. ¿Sabías? Venía montado en un gran suspiro de amor al galope. Se metió en un bolsillo de mi chaqueta y se escondió después de ti para no asustarte con su rara figura. Yo le conté que tu eres muy buena, de gran corazón y él feliz me dijo que quería conocerte, pero el tontín se acerco a ti cuando dormías, y tú al abrir de pronto los ojos creíste que tenias una pesadilla, ¿no es verdad? Pero eso ahora no tiene importancia, se que serán grandes amigos. ¡Ah!, antes de que me olvide, la historia que me contó Marmachulo es la siguiente: "Sorprendí a la señorita luna para irse del cielo para siempre, porque estaba muy asustada por los fuegos artificiales, cohetes y estampidos que lanza la gente en todo el mundo, al celebrarse la Navidad y el Año Nuevo. Ella me contó que en la misma fecha le quemaron el mejor vestido de noche que tenía...tanto que se acicaló para que la admiran radiante y serena. Entre lágrims,a apagó el fuego de su vestido en el reflejo de las lagunas."
Maribel de pronto pareció cobrar interés en lo que su padre le decía y dio una mirada casi de simpatía al pobrecito y estrafalario muñeco.
Su papá continuó el relato como si fuera él el muñeco: "La luna se juró a si misma que no pasaría otra Navidad en la Tierra, se iría apenas presintiera el más mínimo peligro para ella y sus vestidos, especialmente uno de nubes bordado con rocío de rosas".
- ¿Verdad papá que la luna se va a ir? - exclamó asustada Maribel.
- Eso nos ha contado Marmachulo hijita, yo pienso que tendríamos que hacer algo para evitar que ella se marche y nos deje en tinieblas. Debes pensar que ya no tenemos ni a las estrellas para que enciendan sus luces.
- ¡Pero papá! ¿Por qué se han ido las estrellas?
- No todas hija, hay en lo árboles navideños, en las ventanas de todas las casas, pero a ver déjame contarte algo más sobre las estrellas. Una vez en el cielo solo una gran estrella; era como un espejo en el cielo y en el que toda la gente podía verse mirando hacia arriba. Ese espejo a veces bajaba tanto que las personas más altas lo podían tocar con la cabeza, sintiendo una sensación muy agradable, el gran espejo de estrella producía una música exquisita, como de campanas tubulares, xilófono o sitar y con un poco de gusto, pasando la cabeza de un lugar a otro, se podía componer música de esa manera. Un día y no sé por qué la gente comenzó a pensar y a hacer cosas negativas en la Tierra y el espejo-estrella no resistió y explotó saltando por todo el cielo.
- ¡Papá, me gustaría mirarme en las estrellas también!
- Maribel, hija qué linda eres, pero creo que no podrás, las estrellas se han ido retirando de una en una todos los días, cada vez más lejos. ¿No ves como tiritan en las noches? Es que temen a los humanos cuando disparan sus proyectiles espaciales.
Maribel tenía impreso el espanto en sus ojos al exclamar:
- Papá, ¿entonces el cielo está quebrado y los pedacitos de estrellas no volverán a juntarse nunca más?
- Pareciera ser así Maribel, nadie podrá volver a juntar a las estrellas que temerosas se irán a formar un collar a otra parte. Pero no te aflijas aún tenemos a la luna que alumbra nuestros sueños.
-¿Entonces por qué Marmachulo dijo que se iría esta noche la luna?
- ¡Ahhh, es para protegerse de los fuegos artificiales que son muy peligrosos algunos.
Maribel abrazo con fuerzas al muñeco mientras rompía a llorar.
- ¡No papito, no quiero que se vaya la luna y nos deje sin luz! ¿Por qué es tan mala? ¿Qué no sabe que los niños le tememos a la oscuridad?
- No llores tontita, la Luna no puede oír tu llanto porque está sorda con tantas explosiones y está al borde de la ceguera. Ella cuando llora lo hace con lágrimas secas y tiene una promesa consigo misma de no dejarse sorprender de nuevo. Huirá en cuanto sienta la más mínima chispa de calor pasar cerca de su cara. Marmachulo ha venido para eso y tiene un plan, cuando veamos aparecer la luna, con un cordel amarraremos uno de sus aros y no la dejaremos ir.
La madre de Maribel estaba absorta en la cocina pensando tantas cosas, al ver a su hija abrazando al muñeco no pudo evitar emocionarse.
- ¿Estás llorando mamá? ¿Por qué?
-¡Oh, mi amor, es que una pelusa o una partícula de algo se me ha metido en el ojo, ven por favor y sopla, para que se me quite!
Una hora más tarde Maribel y su madre, detrás de una ventana semi abierta sostenían un fino hilo de coser esperando de pronto sentir el tirón que indicaría que la luna por fin fue amarrada. Pedro y Marmachulo habían ido tras ella. La espera no fue tan larga por fortuna, porque apenas la oscuridad comenzó a teñir el cielo, un grito proveniente del fondo del patio les hizo saltar de susto. Desde el ciruelo descendió a tierra Pedro con el muñeco.
- ¡Muchachas lo logramos! La luna estaba saliendo calladita detrás del cerro, cuando la sorprendimos. Ella presintió nuestra presencia, porque intentó elevarse rápidamente. Cuando iba más o menos a cien metros de altura, Marmachulo me pidió que lo hiciera girar de uno de sus piernas con todas las fueras que yo pudiera y lo lanzara con buena puntería también. Marmachulo cruzó el cielo como un pájaro y se agarró al vestido de cola de la luna. Ella no alcanzó a darse cuenta de eso, porque estaba pendiente solamente de no enredar su vestido a las ramas de los árboles y a las antenas de la televisión. Marmachulo tuvo que descolgarse al instante por el hilo con tan buena suerte que vino a caer al ciruelo en donde yo lo vine a rescatar. ¿Qué les parece la hazaña? Maribel, ahora podrán sostener con este hilo todo el tiempo que dure la navidad.
Hermosa y radiante era la faz de la niña al creer que la luna era posible sostenerla a través de ese frágil hilo de coser enrollado en uno de sus dedos. La luna en verdad estaba muy quieta dorando de amarillo las negras hojas del ciruelo empapadas en noche.

OOOOO

A última hora el Pedro llegó con dinero a casa, suficiente como para hacer una cena de Nochebuena, pero a esa hora urgía hacer las compras necesarias. Maribel para poder acompañar a sus padres al centro de la ciudad tuvo que dejar amarrada la luna a una pata de la cama.
El ambiente en el centro de la ciudad era puro artificio, con guirnaldas, luces multicolores, árboles, adornos, diseños bellos, colorido, gente alegre y bulliciosa que como hormigas lo llenaban todo.

Los niños eran los más entusiastas, obligando a sus padres a detenerse ante cualquier cosa que atrapara sus atenciones. En una galería un hombre disfrazado de Viejo Pascual en un sillón pintado de blanco, tomaba apuntes de los numerosos pedidos que le hacían los niños que transitaban por ahí, la mayoría de los pequeños se notaba que eran de escasos recursos. Por ese lugar pasó la familia Quintana. Maribel iba orgullosa con su coche y el muñeco en su interior.
- Papá ¿quién es ese hombre?
- Ese es el Viejo Pascual, o un hombre disfrazado que se gana algunos pesos extras trabajando como tal. Maribel, querida hija, el Viejito Pascual realmente no existe, es una hermosa leyenda; aunque este viejito con su traje tan desteñido por el uso esta como para hacerle un regalo a él, je, je,je,je.
- ¿Y por qué escribe los nombres de los niños en esa libreta? ¿Puede anotar el mío también?
- Si deseas hija, anda, haz la prueba y pídele algo para ver si cumple.
Maribel se abrió paso entre la gente que miraba al Viejito Pacuero, la mayoría niños. El hombre disfrazado de Viejo de Pascua al verla le sonrió con los brazos abiertos al tiempo que decía:
- ¿Cómo te llamas encanto?
- Maribel Quintana, señor Viejo Pascual. Mi mamá y mi papá dicen que usted no existe, que no es verdadero.
El bonachón hombre sonrió con tristeza y dijo:
- Oh, claro, tus padres tienen razón, el Viejito que ellos dicen no existe, pero yo si que existo, puedes verme, tocarme, ¿no es cierto?
- ¡Si, Viejito Pascuero! ¿De qué está hecha su barba? -preguntó entusiasmada la niña.
- De nubes secas y mi pelo es de leche batida con huevo pequeña. Dime ¿quién te regaló ese precioso muñeco?
- ¿Marmachulo? Me lo trajo mi papa desde muy lejos, y es un héroe porque fue capaz de amarrar la luna con un hilo para que no se escape o si no usted no tendría luz. Ella iba a huir, le teme a los fuegos artificiales, igual que yo, porque son muy peligrosos. Estoy muy contenta con Marmachulo, es un héroe, por eso lo saque a pasear en mi coche. Vinimos a comprar todo lo que hace falta para la cena de Nochebuena. Viejito Pascuero, ¿me puede traer una muñeca a la noche?
- ¡Por supuesto Maribel, tendrás tu muñeca, ve con tus padres que te llaman ya, gracias por tu visita.
El viejo se quedó anotando otro nombre en su libreta, sabía que le personalmente no entregaría nunca un solo juguete a esos niños. Trabajaba para una tienda vendedora de juguetes. Una lágrima cayó a su barba de algodón.
OOOOO

Para don Ignacio de la Fuente, la Navidad se le complicaba todos los años, debido a que Ricardo, su único hijo de cinco años no tenía qué regalarle nuevo, ya que se lo daba todo cuando el niño se lo pedía. Le mimaba tanto y ahora que verdaderamente deseaba darle algo novedoso su hijo se mostraba indiferente. Por eso le sacó a pasear rogando que su hijo se interesara en algo, como cualquier otro niño, pero este no daba signos de sentirse atraído por nada. Más, de pronto grito con súbito asombro:
- ¡Mira papa, yo quiero ese mono!
Don Ignacio de la Fuente alcanzó a ver el tosco muñeco que una niña de barrio llevaba en su coche. No entendía los gustos de su hijo y ¡era lo único que faltaba esa mañana para tenerla de complicada! Vio correr a su hijo hacia la niña. Los padres de Maribel, luego de la sorpresa irrumpieron en risas. Ese niñito hijo de rico, seguramente muy caprichoso, estaba encantado con el rústico muñeco de Maribel. No sabían qué hacer cuando vieron al padre del pequeño acercarse visiblemente turbado.
- Buenas noches, perdonen mi atrevimiento y a mi hijo, parece que le ha gustado el juguete de la niña..., y me extraña, ya que a él no le gusta nada de lo que yo le regalo.
Diciendo esto intentó llevarse a su hijo a lo que éste se opuso gritando escandalosamente:
- ¡¡¡Quiero ese mono!!!
Los padres de Maribel se compadecieron y le preguntaron a ella:
- ¿Te gustaría regalarle al niño tu muñeco? En la casa te hago otro mejor.
- ¡Nooooo! Fue la tajante respuesta de la chica, que se aferraba con fuerzas al muñeco.
El padre de Ricardo, con enrojecido rostro se atrevió a insinuar:
- ¿Me venderían ese juguete, por favor? Pagaré lo que me pidan, perdonen mi imprudencia.
- Pregúntele a la niña -respondió la madre de Maribel con aflicción-. Ella es una niña de muy buen corazón.
Maribel seguía con su muñeco apegado al pecho, tenía la boquita bien estirada y los ojos fijos en el suelo. Su papá suspiraba en silencio. El caballero al ver la tácita respuesta de la niña, disculpándose nuevamente se retiro. Ese fue el momento en que el niño Ricardo se sintió burlado, sobreviniéndole un ataque de rabia por la frustración que le invadía, que fue enfriado por un remezón que le dio su padre para calmarlo. La niña que desde lejos contemplaba la escena no pudo aguantar más. El pequeño aún no recuperaba el aliento cuando sintió que la niña ponía el "mono" en sus manos. Don Ignacio de la Fuente se enterneció profundamente. Maribel luego de su arrebato, a punto de llorar se acercó a sus padres y tomando su coche comenzó a caminar a su lado. A pesar de su pena, pudo fijarse en la luna, que estaba quietita en su lugar, gracias a la proeza de Marmachulo, todo un héroe...No se iba a poner a llorar, después de haber hecho una buena acción, pero si alguna vez tuviera otro muñeco no lo sacaría a pasear, ¡no, nunca más! Por eso grito:
- ¡Adiós Marmachulo, que seas feliz!
Los padres de Maribel luego de caminar algunos metros mirando las vitrinas de las tiendas, antes de entrar a comprar las cosas para la comida de Nochebuena sintieron que alguien llegaba a su lado presuroso y agitado. Los protagonistas de esta historia se volvieron encontrándose de frente con don Ignacio de la Fuente que traía una inmensa caja color celeste con una cinta color rosa que se la ofreció a la niña que la recibió por instinto.
- ¡Maribel, niña preciosa, - dijo el hombre agitado - acepta esta muñeca, te la envía mi hijo Rodrigo. Tuve que correr para alcanzarte, gracias a Dios que todavía no se habían ido lejos de aquí. Te deseo mucha felicidad junto a tus padres. Buenas noches, hasta siempre mis amigos.
Los padres de Maribel se hallaban maravillados, mecánicamente estrecharon la mano a ese señor, viéndolo alejarse tan veloz como llegó. Ricardo desde un lujoso automóvil les hacía señas.
Al pasar la familia Quintana de nuevo frente al Viejo Pascuero, la señora Gladys ordenó a Maribel que le fuera a dar las gracias. La pequeñita corrió feliz llevando en su coche su flamante muñeca que todavía iba en su caja. Al verla el Viejo Pascual abrió sus brazos.
- ¡Que bella muñeca tienes hija! ¿Quién te la ha traído?
- ¡Usted Viejito - grito Maribel -, usted!
- ¡Ohhhhhhh, jo,jo,jo,jo, ya lo había olvidado, es que tengo tantos pedidos en la cabeza, querida niña que me confundo un poco. Ves, ahora tienes una muñeca y dormirás feliz con ella. Dime ¿qué hiciste con el muñeco que andabas trayendo?
- Lo regalé a un niño pobre que no tenía ningún juguete -respondió espontáneamente Maribel-. ¿Sabe Viejito pascual? Esta noche no pienso dormir, tengo que hacerle compañía a la luna, no quiero que ella se sienta sola y asustada. Mañana la dejare libre, pobrecita. ¿Le puedo pedir dos favores más Viejito Pascuero?
Desde otro ángulo los padres de Maribel sonrieron cuando vieron que el hombre disfrazado de Viejo Pascual les miraba y anotaba algo en su cuaderno de pedidos. Sintieron una gran alegría cuando la niña se empinó para besar a ese hombre en la despedida. Partieron realmente contentos a hacer las compras, la que iba realmente feliz era Maribel, que no despegaba los ojos de la luna.

 

 

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