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La resurrección
 
 

07 de abril de 2013 | COLUMNA |

La resurrección del mensaje

Por: Víctor Aquiles Jiménez H.

Hablando en términos sencillos, coloquiales, sin entrar en honduras, ni conceptualizar demasiado, algo sobre Jesús de Nazareth; a partir de reflexiones sencillas es imposible no experimentar asombro ante su vida, trayectoria y legado. Mucho se ha escrito, y todas las expresiones artísticas humanas están impregnadas de su figura a través del tiempo. Recuerdo mi niñez, cuando escuchaba hablar de Jesús de Nazareth, en el catecismo o la misma escuela veía tan lejano esa época, que hasta encontraba increíble que la gente viviera en casas semejantes a las de hoy, que pudieran tener baños, que los soldados romanos anduvieran tan bien vestidos y armados como más tarde vería en el cine. Porque me parecía todo tan lejano que mi cosmovisión temporal distorsionaba la visión objetiva. Pues bien, en la medida de mi propio crecimiento y desarrollo como persona y comprendiendo la longitud del tiempo, midiendo y comparando desde un segundo a un siglo, hoy me parece que la época en que vivió Jesús fue ayer nada más, y me llama la atención que en poco más de veinte siglos, tecnológicamente parecemos otra raza humana, por todo lo que se ha conseguido, desde la rueda misma tirada por animales a los modernos vehículos a motor a vapor, explosión, y ya con baterías solares, con satélites y medios de comunicación que en los tiempos de Jesús nadie pudiera haber imaginado siquiera, y de haberlo hecho y anunciado públicamente, podría haber sido condenado a la lapidación, acusado de cualquier cosa, de magia, brujería, encantamiento etc., y en en el medioevo en Europa, condenado al fuego.

Ya que he hablado de la lapidación, viejísima y bárbara costumbre de castigar a personas que rompieran las reglas sociales impuestas por Dios, escritas en el Antiguo Testamento, todavía persiste en varios lugares del planeta esa costumbre verdaderamente vergonzosa de castigar a un ser humano o animal a pedradas, tapándolo a golpes en medio de lo que significaba un tremendo dolor, que para eso era, producir dolor hasta la muerte.

A Jesús no le gustaba la lapidación y eso quedó demostrado, según la historia, cuando una vez que escribía en cuclillas ante sus discípulos en la tierra, se le acercaron unos fariseos para provocarle a que desafiara la Ley de Dios y culparle por eso, presentándole a una mujer pillada infraganti en el acto de adulterio, preguntándole si él estaba de acuerdo con que se le lapidara según mandaba la ley. Jesús se puso en pie y mirando a cada uno de los acusadores a los ojos les dijo que si ellos estaban limpios de pecado ante los ojos de Dios arrojaran piedras sobre la mujer pecadora para que el pueblo luego hciera lo mismo. Una vez dicho esto se volvió a poner de rodillas concentrándose en escribir y hablar a sus discípulos como si los acusadores no existieran. Los hombres, que habían llegado vociferando, dando voces, golpeándose el pecho, arrastrando prácticamente a la asustada mujer, uno a uno se fueron refunfuñando entre dientes, por la rápida respuesta de Jesús, avergonzados delante del pueblo de no mostrarse libres de pecados, ellos que acusaban. Y al mismo tiempo se iban escandalizados por ese blasfemo que se atrevía a contradecir, a descalificar con rebeldía a Dios mismo. La mujer estaba consternada y maravillada de haber salvado la vida gracias a ese hombre extraordinario. Entonces Jesús le dijo que era libre, que no había cargos contra ella, que se fuera y no siguiera pecando.

Este simple hecho histórico, recogido en el Nuevo Testamento, nos demuestra la sabiduría y el coraje de Jesús para desafiar las leyes de su Padre, dictadas a Moisés unos dos mil años antes. Y toda la historia de Jesús trata precisamente que él venía a interceder entre El Padre (Dios) para salvar a la humanidad de la ira divina; o de la decepción divina con el ser humano ahíto de defectos. El liberar a esa mujer de ser lapidada por una turba de fanáticos intérpretes nos demuestra que Jesús estaba cumpliendo las profecías de salvar a la humanidad de un castigo inminente por la desobediencia humana al Creador, Dios del pueblo judío. Es decir estaba escrito que por la desobediencia a las leyes tendríamos un castigo universal, y también estaba escrito que iba a venir un ser especial, hijo de Dios a salvarnos, y es eso lo que sabían en Oriente los judíos y los pueblos aledaños. Y ese hombre estaba ahí, perdonando los pecados de una mujer que según las leyes debía morir lapidada. Este ejemplo, uno de los tantos que realizó Jesús, era más que suficiente para ser él mismo lapidado por ese pueblo al que él pertenecía, pero fue condenado por hereje, sacrílego, a una pena prohibida por los judíos que no condenaban a nadie de su pueblo, fuera cual fuera su crimen al horrible castigo de la crucifixión, porque un judío debía morir en tierra, por lo tanto Jesús fue la excepción para ellos, porque a tal grado llegaba su odio no se le consideraban judío, sin embargo, lo era, y es más, era una parte de Dios; la parte bondadosa de un Dios temible que se desprendió como un hijo para llegar a la tierra convertido en hombre, representando al cordero por su humildad y espíritu.

Este análisis de mi comprensión de esta historia que cambió el mundo es subjetivo de mi parte. Hay estudios realmente bien trabajados que caben en la Teología religiosa e histórica, mas yo estoy hablando o escribiendo como para mí o como si estuviera hablando con personas en alguna tertulia o sobremesa familiar donde ha salido el tema.

Nos queda claro entonces que la naturaleza humana de Jesús era la de un valiente, de un ser inteligente y justo, que vio en la inútil lapidación de esa mujer un castigo salvaje y anticuado. Y de eso trata la vida de Jesús, interceder por nosotros, por nuestro mal o pésimo comportamiento para que el mismo Dios, su padre, nuestro creador, nos liberara y perdonara a través de su hijo amado.

Jesús sabía que corrían otros tiempos que necesitaban nuevas leyes y Él traía el mensaje de paz, solidaridad y misericordia para imponerlo en la Tierra a través de su inmenso amor que exigía un gran sacrificio: conocer el dolor y la muerte humana.

Pero hay cosas que no se tocan mucho, quizás por evidentes o porque es como meterse en honduras siendo mejor aceptar la Semana Santa como un hecho que fecha tras fecha se repite como una película que sabemos de memoria, y algunos más y otros menos, vibran con esta conmemoración, a mí me gusta, porque fui instruido (no adoctrinado) y siento esta fecha como algo especial y por cierto mi admiración por Jesús se vuelve más sensible.

Vuelve mi pregunta, que llevo haciéndome durante años, ¿cuál es la fuerza de Jesús, capaz de derribar un imperio y crear otro el de la fe y salvación en su nombre? ¿Por qué pregunto esto? Porque Jesús no es el único hombre crucificado en el curso de la historia de la humanidad, ya que ha habido decenas, quizás centenas o miles de hombres crucificados que no produjeron ningún cambio social, político o religioso. Ninguna de las víctimas condujo a un imperio caer. Cualquier texto de historia o en Internet mismo si ponemos "revolucionarios de todos los tiempos" aparecerá en Google la posibilidad de leer más de 21.000.000 millones de sitios que tocan o tratan el tema. Jesús fue un revolucionario, un revolucionario de la paz, portador de un mensaje que deseaba innovar las leyes antiguas de Su Padre, y las de los hombres que las exacerbaban y utilizaban a su amaño para dominar y someter a los pueblos. Pese a ser un cordero, Jesús balaba fuerte, tenemos el ejemplo en el templo cuando sacó a los mercaderes de la casa de Dios. Esto fue algo que los y escribas y fariseos judíos no le podían dejar pasar por alto y conspiraban en su contra, temiendo que el pueblo se sublevara por la adoración que sentían por él que desafiaba las rígidas leyes de su pueblo y de los opresores romanos, de forma pacífica.

Tenemos El Nuevo Testamento que según los apóstoles, con leves diferencias relatan el nacimiento, vida, muerte y resurrección de Jesús, y otros tantos libros llamados apócrifos u ocultos, con detalles muy diversos, interesantes y especulativos sobre su vida y trayectoria.

Vuelvo a lo que a mí me interesa es hacer notar qué, nadie, jamás, nunca, ha sido capaz de derribar un sistema poderoso, una potencia mundial como era el Imperio Romano hace poco más de 2.000 años. Digo esto sin quitar méritos a todos los mártires, luchadores y revolucionarios que ha habido desde que el mundo es mundo contra los sistemas opresivos. Sería ser ingenuo decir que entonces era mucho más fácil que ahora destruir un imperio solamente con un mensaje de paz y de amor. Jesús lo logró, eliminó a los opresores de su pueblo, a los invencibles romanos, dueños de casi todo el mundo, y "estigmatizó" a su pueblo que no le reconoció y le crucificó.

Esta columna no es para evangelizar, sino para plantear que, Jesús tuvo un poder sobre el pueblo inexplicable, como nunca nadie había tenido, pese a los cientos o miles de hombres y mujeres que se opusieron antes que él y después de él a los tiranos o a las autoridades déspotas. Quizás podamos elegir un ejemplo de otro hombre que empleó la no violencia para ganar una guerra contra la dominación de un ejército invasor como el inglés, este hombre fue Gandy, aún así, no consiguió el derribo del imperio británico, como hizo Jesús, con el imperio romano que se volvió cristiano y transformó los valores tradicionales y culturales de ellos y "civilizó" a otros pueblos salvajes del mundo que se plegaron al cristianismo con el tiempo.

Me pregunto a sí mismo ¿por qué no ha salido otro líder con igual capacidad de provocar un gran movimiento social, una revolución que cambie esta cultura moderna, cuyos valores no representan lo mejor de espíritu e inteligencia humana? No desconozco que hay miles, millones de seres que se creen Cristo, que rasgan investiduras, en las calles y plazas, sacerdotes y pastores en sus púlpitos, que no estremecen ni las alas de una mariposa con sus encendidos e inspirados discursos. ¿Qué tenía Jesús?

Entonces no podía ser más fácil que hoy, que tenemos leyes que defienden la libertad de expresión, aunque sea en el papel, están ahí, en tiempos de Jesús, simplemente no se podía hablar en contra del poder establecido y de las autoridades, menos iban a consentir los romanos y las mismas autoridades judías, cerradas como ostras en el fondo del mar con sus leyes.

Jesús fue aglutinando de forma espontánea a gente diversa que le seguía y tiene que haber entregado muchos mensajes, sabiduría que dieron base al movimiento social, religioso y místico que cambió la historia hasta hoy. Muchas de sus enseñanzas no se recogieron, pero los primeros cristianos deben haberlas transmitido oralmente, escondidos en las cuevas, en las casas y luego en los templos improvisados que se perdieron, hasta que los apóstoles consiguieron escribir de manera sucinta y resumida la gran trayectoria y enseñanzas de Jesús.

Hoy en día, póngase cualquier "iluminado" a proferir insultos en cualquier sitio contra los actuales imperios, especialmente contra Estados Unidos, nadie le hará caso, que vaya al vaticano a insultar al Papa, le tomarán a lo sumo preso, que ofenda a Alá en cualquier pueblo donde el profeta sea venerado, le cortarán la cabeza o le lapidarán, o que insulte públicamente al emperador japonés, le meterán preso, a las autoridades chinas, depende de si le encierran a le matan, pero nada más, no habrá, aparte del escándalo mediático ninguna revuelta, que cause un sismo en las actuales religiones o que propicie una revolución mundial como pasó con Jesús.

Más motivo para admirar a Jesús, que tuvo la valentía para acometer contra la iniquidad y el poder de entonces, sólo con palabras, parábolas, inteligencia y valentía y hacer de su breve vida y trayectoria un ejemplo a imitar por millones de creyentes y de sacerdotes y religiosos en todos los continentes.

Jesús conocía la historia de la humanidad, de su país, conocía las leyes, según dicen los expertos visitó muchos países, la India, la China, Egipto, cunas de civilizaciones, y por cercanía debe haber conocido Grecia, a sus dioses, por lo tanto sabía lo que hacía falta en el mundo, mucho más que el poder de las armas, la política, las fes de todos los pueblos y acometió su trabajo, su evangelización con el grado más alto de conocimientos y esos los transmitió a sus discípulos y seguidores que fueron capaces de articular un movimiento social, reivindicativo, con el amor hacia el Hijo de Dios hecho hombre en la Tierra, que legó hasta la oración mundial del Padre Nuestro.

Si Jesús era un aventajado erudito, experto en historia, teología, y si hubieran existido: sociología, psicología, eso le hizo actuar con un mensaje que prendió como yesca en el pueblo que le seguía y luego entre los paganos civilizados y los salvajes por civilizar.

También debe haber previsto el futuro, tiene que haber pensado que entre unos cuantos miles de años más, unos 2.000 quizás, así como él cambió o remozó las leyes dictadas por Dios, a Moisés 2.000 años antes, nuestra actual civilización necesitaría un nuevo cambio para mejorar y perfeccionar una sociedad mucho más justa, solidaria, basada en el respeto y el amor al ser humano y a la naturaleza con todos los seres vivientes.

Y nadie mejor que Él mismo podría inspirar ese gran cambio, en su nombre o en presencia de poder hacerlo.

Después de todo, si consideramos que la Tierra tiene 5.000 millones de años y que el hombre apareció hace apenas 5 millones de años, 2.000 años es un suspiro, eso fue ayer nada más, sí, precisamente ayer, cuando unos déspotas, fanáticos, incultos verdugos, actuando a nombre del vulgo, de la plebe y de los fariseos y escribas judíos y de los romanos que miraban para el lado, levantaron una cruz con el cuerpo de un hombre para que muriera por enfrentarse al poder, al poder humano, a la ignominia. La afrenta y el pretexto era crucificarle aprovechando que se ajusticiaría a dos criminales más.

Todos sabemos esta historia, la he evocado a mi estilo y lo que me gusta de más es la esperanza de que Él pueda volver, como prometió, a menos que fuera una cábala que no hemos entendido bien, pero si sanaba, si era capaz de devolver a la vida a un amigo y resucitar él mismo, un suspiro de tiempo transcurrido desde su asesinato y resurrección no es nada.

Tengo claro, por lo que he leído, que Jesús no quería que le siguieran por los milagros que hacía, es más, no le gustaba eso, porque decía que habían muchos magos en el mundo que realizaban prodigios y hechicerías, por lo tanto no le pido un acto tan prodigioso para que vuelva, para que le sigamos por eso, sino lo grandioso es resucitar su mensaje, buscar de nuevo el contenido tal como emitió sus palabras originales para que éstas actúen y en su nombre produzcan el cambio que esta humanidad necesita.

Después de todo si resucitó al tercer día, 2.000 años y un poquito más, no son nada.

¿Cierto?

Derechos reservados.  

 

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