06 de junio de 2012 | COLUMNA |
"Thirthy years ago"
Por: Lilian Aliaga
Hace ya una semana que venciendo mis temores crucé el Atlántico para rencontrarme con parte de mi familia, casi al otro extremo del mundo.
Un sueño largamente añorado se ha hecho realidad, y luego de treinta años he podido volver a visitar este bello país llamado Suecia.
No había reparado en la vastedad del tiempo transcurrido desde mi anterior viaje, hasta que al decir - thirthy years ago (treinta años atrás) - al policía francés a mi paso por el aeropuerto parisino, en respuesta a su pregunta sobre algún anterior viaje, éste tuvo un ataque de risa y sin más me permitió continuar mi camino para abordar el avión en dirección a "Stockholm".
Recién llegada, una sobrina me pregunta acerca de primeras impresiones antes de que me acostumbre y ya no perciba los cambios. Lo primero que salta a la vista, le respondo, es el cambio cromático. Tenía el recuerdo de un país multicolor, por los años 80 la gente vestía prendas de colores estridentes: amarillos, azules, naranjas se conjugaban en una verdadera sinfonía de color, muy atractiva para alguien que venía de un país, especialmente en esa época, tan gris como Chile.
Ya en casa de mi familia, el otro cambio que percibo de inmediato es....el sabor de los alimentos!! Han cambiado para mejor. Mi peor recuerdo era lo difícil que me había resultado acostumbrarme a las frutas y hortalizas tan perfectas pero tan desabridas. Los plátanos no tenían ni el sabor ni el dulzor característico, y que decir de las paltas… En cambio ahora la mayoría de ellos tiene el sabor similar al acostumbrado en Chile.
Con el pasar de los días me voy interiorizando de los precios de los distintos insumos y ahí me viene literalmente un ataque de pena por todos nosotros chilenos:
Me encuentro con que el valor de los alimentos de primera necesidad son similares y muchas veces están por debajo de los nuestros, es decir, en Chile un litro de leche o un kilo de carne, tiene un valor similar con la diferencia que allá el salario de la mayoría de las personas no se puede comparar ni remotamente con la media de aquí.
Y lo mismo pasa con la ropa y otros productos. Antes de venir me preocupé especialmente por adquirir, dentro de mis posibilidades unos anteojos para el sol, pensando que acá estaría fuera de mi alcance hacerlo, y con qué me encuentro?... los hay de mejor calidad y más baratos. Todos necesitamos protección de los rayos solares, ya no es lujo el hacerlo, sino una imperiosa necesidad; ¿al alcance de cuántos?
Dejo estas penosas reflexiones para fascinarme con el maravilloso espectáculo de las lilas en plena floración y me vienen a la memoria algunos versos de la canción La Bohemme de Aznavour: las lilas ya no están...no suben al balcón, moradas de pasión.
Aquí si están, y estoy disfrutando su maravilloso perfume por doquier. Hay tiempo para reir y tiempo para llorar...
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