06 de noviembre de 2012 | COLUMNA |
Presunto culpable
Por: Lilian Aliaga
Esa mañana, al salir por la puerta de la cocina, me llevé una gran impresión: los restos de lo que hasta el día anterior era su hogar, yacían esparcidos por el piso de la terraza. Una profunda desazón me embargó, esta vez no pudimos protegerlo, un par de veces lo habíamos hecho, pero aparentemente el sueño y la oscuridad esta vez se confabularon para que el enemigo cumpliera su objetivo.
El más pequeño pajarillo de nuestra abundante fauna silvestre, un chercán, finalmente había sucumbido al ataque de alguno de sus enemigos. Tan diminuto como vivaz, durante semanas lo vimos ir y venir presuroso e infatigable en la construcción de su nido, cada vez que salíamos a la terraza, asustado por el ruido de la puerta que se abría escapaba volando raudamente hacia el puesto de vigilancia más cercano, en cuanto regresábamos al interior, él volvía a su hogar: un nido construido en el espacio que dejan los dos primeros postes de madera que bordean la terraza, inmediatamente junto a la puerta de la cocina.
Era como todos los nidos de esta clase de avecitas, una maraña de palitos y plumas, de apariencia desordenada. El lugar elegido no parecía el más cómodo pero seguramente se sentía a salvo estando cerca de nosotros, los humanos. De hecho, hacía pocos días nos había alertado con un potente piar de la presencia de una culebra que tratando de llegar a su nido se había introducido por la ventana de nuestra cocina. Nos llevamos una tremenda impresión al ver al reptil, de considerable tamaño, deslizarse por dentro del marco de la ventana con la intención de alcanzar desde allí el pilar de la terraza.
Ese día nos hicimos aliados, él con una energía desproporcionada para su pequeño tamaño, daba picotazos a la intrusa, nosotros sin salir del asombro, poco atinábamos a hacer, solo tratar de impedir que cayese hacia el suelo de nuestra cocina. Creo que más que salvarlo nosotros, fue él quien nos protegió. No quiero imaginar lo que hubiese sido ver a la serpiente arrastrarse por el piso de la casa, o esconderse tras algún mueble, no temo a los animales, arácnidos o insectos que es habitual encontrar en estos campos... mientras se mantengan a cierta distancia...
Por eso ver su nido destruido totalmente y la incertidumbre de no saber de la suerte que corrió nuestro pequeño huésped y amigo me ha puesto muy triste. Tal vez pió muy fuerte clamando por ayuda, pero no lo escuchamos... No dejo de pensar en la desesperación que habrá sufrido al ver al nocturno atacante devorando a sus pollitos. ¿Habrá logrado escapar? Ojalá así haya sido, en ese caso, no me cabe duda, seguirá tan infatigable como antes construyendo un nuevo nido, porque la tenacidad de estos pequeños es digna de tomar como ejemplo.
Al presunto culpable del crimen lo hemos visto rondar desde ese día las inmediaciones de nuestra casa: el gato de un vecino ha sido declarado unánimemente personaje indeseado, lástima que no habiendo pruebas de su culpabilidad, su condición no pase de esa: presunto culpable...
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Del chercán solo quedó su nido vacío. Foto: Julio Ruiz. |
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