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Michelle Bachelet y Sebastián Dávalos
La Presidenta de Chile, Michelle Bachelet, y su hijo, Sebastián Dávalos. Foto: Medios chilenos.
 

04 de marzo de 2015 | COLUMNA |

El escándalo del ´Nueragate´

 

Por:  Lilian Aliaga

 

´Nuera´, es el término que define el parentesco entre una mujer y la esposa de su hijo, siempre se ha prestado a confusión dado que el término sólo define este parentesco en el caso femenino, existiendo el término ´yerno´ para el masculino, esto es, el marido de una hija. Es común que las personas, aquí al menos, se equivoquen y se expresen de su yerna, lo que en círculos coloquiales sea corregido entre risas, recuerdo más de alguna vez en conversaciones entre amigas se ha corregido a alguna diciéndole: "Acuérdate, noera lo que tú hubieses querido para tu hijo".

Yo, en lo personal, gracias a esa explicación, no volví a confundir los términos desde aquellos tiempos en que ni siquiera tenía candidatas a nuera aún.

He recordado esta anécdota desde el primer día que oí la noticia de que Natalia Compagnon, la nuera de la presidenta Bachelet, es decir, la esposa de su hijo Sebastián Dávalos, aparecía vinculada al caso de un dudoso préstamo de dinero: 6.500 millones de pesos, obtenidos del Banco de Chile a favor de la empresa Caval, de la cual es socia. Esto con el objeto de comprar terrenos en la localidad de Machalí, en la pre cordillera de Los Andes, en Rancagua, VI región de Chile. Recuerdo haber comentado con cercanos mi pesar por lo que veía venir para el futuro de la presidenta y del gobierno, aunque varios opinaron que no la afectaría porque se trataba "sólo de su nuera y un negocio entre privados".

Ha pasado más de un mes de ello, y lo que en un principio fuese denominado por la prensa como el ´Nueragate´ y que se mantuvo en relativa calma gracias al período de vacaciones, habiendo retomado el país su ritmo normal ha crecido como una bola de nieve, obviamente como era de esperar. Los antecedentes se han difundido ampliamente en los diversos medios de prensa:

La empresa CAVAL, perteneciente a Natalia Compagnon en un cincuenta por ciento, con un capital de apenas 6 millones de pesos, que es menos de lo que muchas pequeñas empresas declaran como patrimonio, obtuvo un crédito para comprar los terrenos antes mencionados. Algo impensado para cualquier ciudadano común que no dispone de la solvencia para tal nivel de endeudamiento, pero no para el hijo de la mandataria, su esposo, de quien en un primer momento, no se sabía con certeza su participación en el asunto.

Al correr de los días se esclareció que para obtener el préstamo se reunieron el matrimonio Companon–Dávalos con el subgerente del Banco de Chile, Andrónico Luksic. En ese mismo momento el ´Nueragate´ pasó a ser “el caso Dávalos”, de la nuera, poco se habla ya.

La transacción reportó a la empresa Caval, al cabo de tres semanas y deducidos los intereses, la no despreciable suma de 2.500 millones de pesos, al concretarse la venta de los terrenos adquiridos, en 9.500 millones de pesos, gracias al cambio de uso de suelos en la comuna, información que supuestamente se manejaba al visualizar el negocio.

 

Proporcionalmente a la enorme suma de dinero obtenida, en “menos que canta un gallo”, ha sido la debacle moral, política y social que ha remecido a nuestro ya menoscabado país que en el último tiempo ha perdido su capacidad de asombro ante la desvergüenza y la codicia de empresarios y políticos. La derecha casi en pleno ha sido sepultada por la contundencia de las acusaciones de fraude con los dineros utilizados en sus campañas, en el denominado ´caso Penta´.

Ahora, la gota que rebasa el vaso. "Quedamos descolocados", dijo el senador Lagos Weber al ser consultado hace unos días por una periodista, acerca de la tardanza de los políticos de la Nueva Mayoría en reaccionar y hacer declaraciones frente a este escándalo que en un primer momento fue mencionado por el vocero de gobierno, Alvaro Elizalde, como "un negocio entre privados".

La Presidenta Bachelet tiene una ardua tarea por delante para recuperar la credibilidad del país, su aprobación ya bajó casi en 10 puntos en lo que va del conocimiento público del caso. La mayoría de las personas no creen en sus declaraciones recientes de "no haber sabido nada y haberse enterado por la prensa", menos aún sabiendo que pasó su última semana de vacaciones en su casa de Caburga con su hijo y su nuera. Muchos la acusan de haber antepuesto sus sentimientos de madre por sobre los intereses del país, al no haber exigido a su hijo una respuesta más pronta a lo que fue su renuncia al puesto que ocupaba en la Dirección Cultural del Gobierno, y también en no haberle exigido deshacer el negocio realizado por su esposa. Tarea imposible de seguro.

Sus declaraciones que comenzaron con "estar viviendo momentos muy dolorosos". Debo decirlo - aunque se me califique de ingenua, en el mejor de los casos - a mí me parecieron veraces. La verdad, me conmovieron.

Voté por ella las dos veces. El hecho que renunciara a su posición privilegiada, como Secretaria de ONU Mujeres, para volver a poner todo en juego, a sabiendas del alto costo personal que tendría su segundo mandato, me hace continuar creyendo en sus postulados de trabajar por conseguir un país más digno e igualitario.

El dolor que reflejaba su mirada, era el de cualquier madre que ha sido dañada en lo más profundo por la persona que más quiere en su vida, su hijo. Una mirada que seguro a muchos nos ha tocado ver de cerca en nuestras propias familias. Una gran lástima que en el caso de la presidenta el dolor infligido haya trascendido mucho más allá del ámbito familiar.

 

 

 

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