14 de enero de 2016 | COLUMNA |
La vergüenza del papel confort
Por: Lilian Aliaga
Hasta un par de décadas atrás la palabra COLUSIÓN tal vez ni siquiera tenía un significado conocido para la mayoría de los chilenos. En la actualidad y en razón de la falta de ética y la codicia de quienes no se contentan con nada y siempre quieren ganar más sin importar el modo, desgraciadamente, dicho término es ampliamente conocido y “sufrido” por todos.
En el año 2008 las tres más grandes cadenas de farmacias de Chile: Salco Brand, Cruz Verde y FASA se concertaron para subir los precios de 222 medicamentos, muchos de ellos de uso diario por enfermos crónicos, también antibióticos y anticonceptivos.
En el año 2011 se hizo público que las tres empresas más importantes en la producción avícola del país: Agrosuper, Ariztía y Don Pollo establecieron un acuerdo para controlar y mantener su producción y oferta al mercado dentro de ciertos límites para así poder regular de manera artificial el precio de venta de la carne de ave, la de mayor consumo en el país.
En el intertanto se ha denunciado otros “acuerdos” similares pero que al no afectar a productos tan relevantes en el consumo o servicio cotidiano, no han tenido una gran repercusión mediática.
Muy distinto ha sido el caso conocido hace unos días como “El Cartel del Confort” en alusión a la más conocida y popular marca de papel higiénico. Sus protagonistas, las empresas Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones perteneciente a la familia Matte, dueña de una de las más grandes fortunas del país y la empresa sueca Svenska Cellulosa Aktiebolaget SCA, esta última hasta el año 2012 de propiedad del empresario chileno y ex ministro del gobierno de Sebastián Piñera, Gabriel Ruiz Tagle, quienes se coludieron para fijar los precios del papel tissue en todas sus formas ( higiénico, servilletas, toallas faciales y de limpieza) entre los años 2001 y 2011, en lo que ha sido la mayor y más prolongada concertación para literalmente “meternos las manos al bolsillo” a todos, absolutamente a todos los habitantes de este país, al encarecer durante tanto tiempo uno de los productos ligados más íntimamente a la dignidad de toda persona.
Son, en este caso en particular, los entretelones al más puro estilo de alguna taquillera película de la mafia lo que ha sobrepasado todos los límites y ha sido motivo del más transversal repudio, motivando airadas reacciones en todos los sectores de la población.
Reuniones secretas en los más exclusivos lugares, intercambio de correspondencia “camuflada” en forma de partes de matrimonio, uso de celulares prepago descartables y lo más escabroso, el lanzamiento de computadores al canal San Carlos que cruza el sector oriente de la ciudad de Santiago y tristemente célebre por sus incontenibles desbordes en temporada de lluvias y por la cantidad de ahogados que registra su historial. Todo ello con el claro propósito de ocultar tan deleznable comportamiento.
Lo que provoca mayor indignación en la ciudadanía es que nuestra legislación no imponga actualmente penas de cárcel a los responsables, si bien es cierto que han debido y tendrán que pagar millonarias multas, estas no se condicen con el daño causado, ni con las estratosféricas ganancias obtenidas, más aún que en virtud de la modalidad de delación compensada de la cual hacen uso y “abuso”, las empresas obtienen suculentos descuentos en dichas penas, al final de todas maneras la colusión resulta ser un negocio “redondo”…. como un rollo de papel.
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