07 de octubre de 2014 | COLUMNA |
La niebla y la primavera
Por: Lilian Aliaga
Como cada mañana al levantarme separo las cortinas de la gran habitación que es cocina, comedor y sala de estar, esperando disfrutar del colorido saludo primaveral del jardín contiguo a la casa, pero en lugar de una luminosa y soleada mañana, al abrir la ventana me he encontrado con un muro blanco que no permite ver más allá de unos cuantos metros. La espesa niebla nuevamente se ha dejado caer por estos campos. El particular cerrillo cercano y las altas cumbres han desaparecido, todo es de un blanco grisáceo.
La niebla siempre me transporta a otra época, aquella en la que solía caminar largas cuadras muy temprano por la mañana para tomar la locomoción que me llevaría a la universidad, por el costado del Club Hípico de Santiago, allá por los años 70. Me gustaba tanto esa sensación mágica que me provocaba el aparecer y el desaparecer de alguna persona al pasar por mi lado, o las luces de los vehículos que tan solo por unos segundos ni siquiera lograban iluminar la calle para ser de inmediato tragados por el espeso manto.
Habiendo pasado tantos años, aún tengo la misma sensación y disfruto ver como se descuelga por las laderas de las montañas, la marea, como acostumbran llamarla aquí los campesinos, aunque el frío inevitablemente asociado, no me produce placer alguno, a diferencia de mi época de estudiante en la que disfrutaba intensamente del invierno, mi estación preferida por esos días.
La primavera está ya avanzada, alrededor todo es febril actividad: es época de cortejo y anidamiento, las golondrinas y otras aves laboran incansables transportando en sus picos ramillas, palitos, plumas y cuanta cosa les pueda ser útil en la fabricación de sus nidos, el espectáculo del que disfruto cada día desde mi ventana a la hora del desayuno cuando tengo el tiempo para hacerlo, es impagable. Las abejas y los jilgueros trabajan y se alimentan en los arbustos de romero en plena floración, un par de picaflores llegan a libar el néctar de las camelias y ya han hecho su aparición coloridas mariposas y abejorros que se mimetizan con el entorno, parece no haber tiempo para el descanso.
Y en este escenario que la naturaleza pródiga ofrece, con diversos matices en su momento y lugar, en todo el mundo, ¿qué puesto ocupan la astenia y la depresión que afecta a miles de personas en esta época? Existe abundante literatura al respecto y pareciera haber consenso en que a muchas personas les resulta muy difícil soportar el contraste entre sus vidas, quizás a su juicio, grises y rutinarias, con el estallido de color, luminosidad y alegría que les rodea. Les resulta frustrante esta comparación con su propio sentir, el no poder “estar a tono” y el no sentirse tan radiantes. Más aún en quienes ya vienen arrastrando una depresión del origen que sea, el cambio estacional puede gatillar una crisis aún mayor que en el peor de los casos puede terminar en el suicidio. No siendo desde luego este ambiente el causante pero sí, un factor desencadenante.
Por estos días me he encontrado con muchas personas que se quejan de cansancio, dolores de cabeza y musculares, mucho sueño, irritabilidad, todos ellos signos y síntomas de este verdadero “convidado de piedra” de esta época: la astenia primaveral. Cuadro que según los especialistas se da con cierta frecuencia no sólo en esta época del año, sino en todo cambio estacional debido a las necesidades y dificultades del organismo para adaptarse a nuevas condiciones de luminosidad, temperatura, humedad y presión atmosférica. Y si consideramos que estos cambios debido a las variaciones climáticas actuales, son cada vez más bruscos, entenderemos porqué pareciera que este trastorno ha aumentado.
Aunque los medios para combatirlo van desde la dieta a la actividad social y apoyo familiar, pasando por el ejercicio físico y el descanso adecuado, no es fácil superar este estado que a veces obliga a la consulta médica y tratamiento. Por mi parte he notado que, como en muchas otras ocasiones, lo que más me ha ayudado en algunos años en que también me vi afectada, es haber llegado a SER CONSCIENTE de este estado, mentalizarlo como algo que tiene una causa física y que va a tomar un tiempo en pasar, el tiempo que el proceso de adaptación del organismo dure y que es variable en las distintas personas. Entender y aceptar este proceso ayuda mucho.
De igual modo como la niebla irrumpe y empaña muchos días que debieran ser soleados, para luego descorrer su manto dejándolo todo cubierto de pequeños cristales de agua que luego el sol hará brillar con más intensidad, hagamos un esfuerzo consciente por retirar el velo de tristeza y desánimo cuando nos afecte, y dejemos que nuestra alma se expanda ante la maravilla de la naturaleza. Se manifieste ésta en el oro del otoño, el blanco armiño del invierno o el estallido de color primaveral.
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